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Desde Otras Ciudades

Manila: vivir entre muertos //

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▲ En la capital de Filipinas, más de 5 mil personas subsisten en los cementerios, que son más seguros y baratos que los barrios bajos, afirman.Foto Dpa
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ercy Silva, de 43 años, vive aún con su mamá, pero en Filipinas esto no es nada fuera de lo común. En el país de mayoría católica se da un especial valor a la familia. Pero el problema es que la madre, Mercedes Z. Carreón, lleva más de ocho años muerta.

Mercy Silva comparte con su madre su cripta en el cementerio del norte de Manila, capital del país. El colchón en el que duerme sólo está separado por una fina losa de mármol del ataúd. Una se acostumbra, narra. En ese panteón tienen su hogar otras dos decenas de personas.

Esta situación se repite en otros cementerios, más de 5 mil personas han encontrado en los en ellos un lugar donde vivir. Manila sufre una carencia crónica de alojamiento; de sus 13 millones de habitantes muchos subsisten en infraviviendas, bajo puentes y la calle. Los que están en el panteón son considerados los más pobres.

Esto no significa que no sea posible llevar una vida normal: encima de uno de los sepulcros una mujer cocina pollo y cuelga la ropa limpia. Sobre una placa de piedra un joven toma una siesta y en todas partes se escucha la televisión. Los habitantes obtienen la electricidad de generadores, pero no tienen agua.

En nuestro cementerio estamos mejor que en los barrios bajos. Es más seguro, comenta Rachel Hilario, de 32 años. Ella vive aquí desde hace 24 meses con su novio. Al principio tenía miedo, siempre me despertaba por la noche. Pero tras un año uno se acostumbra.

Los dos pidieron permiso a una familia para poder dormir en su cripta. A cambio cuidan de él. Sobre el bloque de mármol con dos ataúdes con los nombres de los muetos y la inscripción R.I.P está ahora el colchón de la pareja con una sábana de Hello Kitty. Las almohadas, el reloj y el ventilador también del mismo personaje. Además pintaron las paredes de rosa. Cuando viene alguien a visitar la tumba retiran el colchón.

Rachel y su novio se ganan la vida pintando losas para las tumbas por apenas 28 dólares la pieza. Las autoridades intentan continuamente expulsar a las personas del cementerio, pero hasta ahora nunca se ha conseguido. A veces es humillante ver cómo reacciona la gente cuando le cuento que vivo en el panteón. Pero al menos aquí no pago renta, comenta la mujer.

Para Mercy Silva, que duerme todos los días junto a su madre fallecida, no hay ningún otro lugar en el que prefiriera estar. Este es mi hogar. Aquí conozco a todos.

Dpa