Opinión
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Tres presidentes
E

l bueno, el malo y el feo. Tres modelos de presidentes de Estados Unidos, están a su disposición en la televisión mundial. El bueno, buenito, de Tom Kirkan, de la mediocre serie Designated Survaivor; el malo, malísimo de Frank Underwood en la famosa serie de House of Cards y la telenovela que vemos todos los días con el drama perpetuo de Donald Trump en la Casa Blanca.

El sobreviviente designado, Tom Kirkman, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos, llega a ser presidente por casualidad, más bien por la trillada trama de siempre, de que debe haber un salvador, alguien que libere al país más grande del mundo de los ataques terroristas, que en este caso provienen del interior.

Este modelo de presidente, en cierto modo encarna al bueno de Obama, que siempre aparece tan recto, juicioso y hasta bondadoso. Pero precisamente por ser así, es odiado, chantajeado y chamaqueado de manera permanente por propios y extraños. Como quiera, el mensaje que se quiere dar es que en cualquier situación, por catastrófica que sea, las instituciones prevalecen y las reglas del juego, abierto y cínico de la política y el lobby estadunidense, se respetan.

Por su parte, el malo de la película, es Frank Underwood, interpretado por Kevin Spacey que se abre paso, a punta de golpes bajos y puñaladas traperas, hasta que logra ser presidente. Le acompaña en sus malas artes, el siniestro, truculento y agachado operador político Doug Stamper, interpretado por Michael Kelly y su no menos brillante y arribista esposa Claire Underwood, interpretada magistralmente por Robin Wright. Algo recuerdan a la pareja Clinton, por el sofisticado manejo político de Bill, sus devaneos y deslices sexuales y las ambiciones de Hillary.

El mensaje que se deja sobre la mesa, es la pertinencia, legitimidad y legalidad que tiene en el juego político la compra de votos en el Congreso. Algo que en Latinoamérica consideramos corrupción, pero que en Estados Unidos es parte del juego legítimo de la política.

En la historia del cine el prototipo de presidente de Estados Unidos que más se acerca a mister Trump podría ser Jack Nicholson cuando interpreta la cinta de Tim Burton Marte ataca. Su obsesión por los aliens y su predisposición a llegar a acuerdos con el enemigo, sean estos los rusos o los norcoreanos.

Pero en justicia, Donald Trump supera todas las expectativas. Tiene la suerte del primero, de haber sido candidato sobreviviente de la cruenta masacre de las primarias republicanas para la candidatura presidencial de 2016.

Trump fue el primero en abrir la boca y asombrarse ante su propio triunfo en las urnas. Un tiro largo long shoot, de un ego monstruoso, por ver qué pasaba y dio en el blanco. Igual que Frank Underwood cuando se juega la carta por la vicepresidencia y luego se apodera de la oficina oval.

En las películas de súper héroes y hombres poderosos rara vez la realidad supera a la ficción. Pero la presidencia de mister Trump supera cualquier previsión política o imaginación desbordada.

Trump miente un día sí y otro no. Y cuando no, proporciona información falsa o inadecuada. Día con día el New York Times lleva un registro permanente sobre sus mentiras y falsedades. Por su parte el canal de noticias CNN proporciona un resumen comentado de sus frases célebres, dislates y gazapos. La lista es larguísima.

Lo grave del asunto es que la mentira y falsedad van en contra de lo que, se suponía, era un principio y valor fundamental de la sociedad estadunidense. Una mentira puede acabar con la reputación de una persona, una mentira puede ser razón suficiente para una condena y acabar en la cárcel. Decir la verdad no sólo era considerado un valor, era una condición indispensable para la sobrevivencia de todo un sistema político, cultural y judicial. Y Trump miente todos los días y no pasa nada.

La honestidad, la verdad y la probidad ya no serán elementos claves para definir una elección o para evaluar a un presidente. El impacto político de Trump y su estilo de competir y gobernar arrasó con los usos, costumbres y tradiciones de la civilidad política.

Dennis Hof, candidato republicano en las primarias en Nevada, por el distrito 36, afirma que Trump ha abierto una puerta antes impensable, ahora es posible para alguien llegar a ser presidente, habiéndose ufanado de que solía agarrar a las mujeres por el coño: Grab’en by the pussy. El candidato, dueño de un burdel en Las Vegas, afirma que se ha subido a la ola de Trump al que considera un Cristóbal Colón, de la política, al descubrir nuevos mundos para que otro tipo de gente pueda participar, polemizar y ganar elecciones. Una de sus propuestas es comprar un viejo hotel frente al capitolio estatal, pera tener un burdel en un lado y el verdadero de la legislatura al frente.

El daño a la decencia y la honestidad, en lo que se decía era un modelo global de la democracia, está hecho. Sólo hay dos formas de recuperar algo de lo perdido, en las elecciones intermedias del mes de noviembre o por medio del empêchement.