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Sobró agobio en la cancha

Fugaz fiesta popular en Brasil
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▲ Aficionados que vieron el partido en una pantalla gigante en Sao Paulo lamentan la eliminación de su equipo 2-1 frente a Bélgica en la Arena Kazán.Foto Xinhua
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 7 de julio de 2018, p. 7

Río De Janeiro

Y bueno, ocurrió lo que nadie esperaba, al menos en Brasil: estamos de vuelta a casa. O mejor dicho, de vuelta a muchas, muchísimas casas: de los 23 brasileños que integran el seleccionado, solamente tres viven en Brasil. Los demás están esparcidos por el mundo.

Pero sea como sea, hemos sido eliminados por el burocrático futbol de los belgas. Si se considerara cada gol perdido como medio gol, hubiéramos ganado. Pero no, eso no existe.

Hubo, es verdad, un Thibaut Courtois, arquero de Bélgica, intentando imitar al mexicano Guillermo Ochoa del Mundial de 2014. Es posible argumentar mil y una razones para la derrota de Brasil.

Pero la verdad verdadera es que, aunque teniendo un equipo de estrellas muchas veces más luminosas que las estrellas belgas, no lo logramos. Faltó un esquema táctico, sobró agobio y desesperación.

Y, bueno, perdimos. Y, bueno, quedamos eliminados. Y, bueno, bueno, pues nada, nada...

Ahora, el país volverá al día a día. Un día a día del cual escapó hace poquitos días, más bien a partir de la victoria sobre Serbia, en el último partido de la fase de grupos.

Recién entonces Brasil, y muy especialmente mi ciudad, Río de Janeiro, entró en algo parecido al clima de un Mundial.

Este viernes todo parecía indicar que finalmente Río había entrado en el tan esperado clima que se repite cada cuatro años. No me refiero al clima-clima, pero sí a la atmósfera humana.

En relación con el clima-clima, cuento que, en pleno invierno carioca, la temperatura es rara: máxima de 30, mínima de 19. Pienso en los amigos lejanos que, en pleno invierno, no creerían en tales marcas.

Y en cuanto a la atmósfera, pues fue un fuego frágil y fugaz. A las dos de la tarde de ayer en Río, faltando una hora para ver el encuentro entre Brasil y Bélgica, por primera vez en este Mundial había algo parecido a una fiesta popular.

Bueno, bueno: dos-uno. Estamos fuera. Y hay un nuevo nombre en la lista de verdugos de Brasil: Courtuois. El arquero belga.

Aumentos y subastas

Ahora, a volver a la vida real. A darse cuenta de que mientras se disputaba el Mundial, el gobierno ilegítimo y golpista de Michel Temer aumentó hasta en 20 por ciento lo que se paga por un seguro de salud, es decir, un plan privado de atención médica; vendió la Embraer, la tercera o cuarta mayor fabricante de aviones del mundo, a la Boeing, por un precio simbólico, lo que –de acuerdo con los sindicatos del sector– implicará al menos 25 mil puestos de trabajo eliminados.

También se subastaron empresas de energía y se vendía el petróleo a precio de banana, como decimos en Brasil; se redujo a menos de la mitad el presupuesto de programas sociales creados por Lula; se aprobó en la Cámara de Diputados un proyecto de ley que permitirá el uso, en Brasil, de agrotóxicos –son prohibidos en casi todo el mundo– producidos por empresas norteamericanas y europeas en cuyos países no se pueden utilizar. Resumiendo: mientras mi país era derrotado en la cancha, era derrotado en la vida real.

A esa misma vida real en la cual enfrentaremos derrotas más crueles y contundentes que la que sufrimos ayer frente a Bélgica.

Y no es que los belgas hayan jugado bien: hemos perdido por fallas nuestras. En la cancha, como en la vida real.

Todo lo que querría en este momento sería recibir una llamada de Julieta Venegas invitándome una copa de buen mezcal en el patio de su casa de Coyoacán.

Pues siquiera eso: hay que volver a la vida real...