Sociedad y Justicia
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Son voluntarios en un programa que ha remplazado poco a poco a los cerillos

Sin recibir salario, 28 mil adultos mayores trabajan de empacadores

Hacer labores productivas disminuye el riesgo de caer en depresión y mejora la salud mental

 
Periódico La Jornada
Sábado 5 de mayo de 2018, p. 29

Guadalupe es una de las 28 mil integrantes del programa de empacadores voluntarios que se vinculan por conducto del Instituto Nacional de Personas Adultas Mayores (Inapam) para trabajar en tiendas de autoservicio.

Ella trabaja cinco horas diarias, aunque a veces, reconoce que se queda un poquito más. Labora en una conocida tienda de autoservicio, y asegura que volver a hacer cosas útiles le devolvió las ganas de vivir, le dió propósito a sus días.

Desde que comenzó a laborar, tras su jubilación hace poco más de ocho años, volvió a sentirse vigente en todos los sentidos, y sobre todo independiente económica y socialmente. Se distrae y gano unos pesitos, que completan su escuálida jubilación de apenas dos mil 800 pesos.

Ella comenzó a trabajar desde los 18 años. No tuvo la fortuna de estudiar una carrera universitaria, no alcanzó para eso. Encontró trabajo como secretaria, y no me iba tan mal. No quiso volver a laborar en lo mismo, dice que gana más empacando mercancías, porque, en general los clientes no son tan mezquinos con nosotros los viejitos, y a veces recibe 10 y hasta 20 pesos de propina. Algunos cuando nos dan menos hasta se disculpan por no tener cambio suficiente. No tuvo hijos y su esposo, que era 15 años mayor murió de un infarto. Fue después de eso que decidió seguir trabajando, y está feliz con esa decisión.

Enfundado en su camisa azul claro en la que se lee Inapam, Jorge (no quiso dar su nombre verdadero y nos costó que contara algo de lo que vive como empacador), habla mientras trabaja empacando las cosas de quien le pregunta sobre su labor.

Medio a regañadientes y con desconfianza, y casi sin levantar la mirada, reconoce que está contento empacando despensas. Lleva seis años en esto y ya agarré destreza, porque echar alimentos y enseres en una bolsa no es tan fácil, al principio. Parece algo muy simple, pero no lo es, y es que explica que hay que saber cómo juntar las cosas. No voy a poner detergente con jamón, y ríe, porque al principio cometió algunos de esos errores tan evidentes. Otras se les rompieron las bolsas, por echar de más y en otras ocasiones, algunos impacientes criticaron su otrora lentitud. Ya agarré callo.

Heriberto, no está empacando, él lleva la relación de los turnos, y tampoco quiere hablar de su labor. ¿Pero por qué quiere saber cómo le hacemos, cómo nos organizamos?. Se le explica que es para hacer una nota, y mira con desconfianza. Nos cita para otro día y pide permiso a alguien que sí está contratado por la tienda: un supervisor. Éste asiente, sin problema, y le recomienda Heri no seas tan desconfiado. Él trabajó en un despacho de abogados, su carrera en la UNAM quedó trunca. No explica las causas. Tiene 75 años y tres hijos. No quiere ser una carga. Estoy fuerte para trabajar, tengo más lanita, me doy mis gustos y hasta se me compuso la diabetes. No me mejoré, pero estoy mejor. Me muevo, me distraigo, me siento bien.

Bárbara Bernés Fentanes, subdirectora de Concertación y Promoción del Inapam, dijo a este periódico que este esquema, comenzó en 2004, y de ahí poco a poco, los cerillos (niños y adolescentes) cada vez fueron remplazados en mayor medida por adultos mayores empacadores. Comenzó una tienda, y luego el ejemplo fue seguido por otras.

La funcionaria dijo que hacer labores productivas, los empodera, disminuye el riesgo de caer en depresión, mejora su salud mental, a veces ya ni se acuerdan de sus enfermedades crónicas y trabajar les disminuye el riesgo de desarrollar demencias.

Bernés Fentanes comentó que las tiendas no deben estar a más de 30 minutos de distancia de la vivienda del adulto mayor, para evitar largos desplazamientos y deben cumplir horarios más limitados que las jornadas laborales de los más jóvenes, y trabajar sólo en una tienda, pero reconoció que hubo que poner orden, porque no siempre se respetaban estos lineamentos.