Opinión
Ver día anteriorViernes 20 de abril de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

TLCAN: gestores desesperados

Guajardo: ansias de cocinero

Fuero: cinismo parlamentario

E

n su desesperado intento por lograr que el esquizoide de la Casa Blanca no cancele el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y que la firma del nuevo y moderno acuerdo sea ya, en este instante, ahora mismo, antes de las elecciones de julio próximo, el aprendiz Luis Videgaray e Ildefonso Guajardo prácticamente viven en Washington, dejando que otros se hagan bolas con los asuntos de sus respectivas carteras.

Siempre con la ilusión de que Trump les dé una palmadita en la espalda y les regale un caramelito, porque la modernización va muy bien (léase más beneficios para los gringos), ayer el citado dúo dinámico de nueva cuenta agarró el avión hacia la capital estadunidense para entrevistarse con funcionarios del gobierno de Estados Unidos cuando sólo han transcurrido dos semanas desde que realizaron una gira de trabajo similar (La Jornada, Susana González y Patricia Muñoz), lo que confirma –como si hiciera falta– que la administración peñanietista nunca tuvo –ni siquiera en la imaginación– un plan B ante la eventual desaparición del TLCAN.

Pero la urgencia peñanietista es doble: que Trump no tire al bote de la basura el acuerdo –supuestamente– trilateral y que la firma y ratificación del nuevo TLCAN se den antes de los comicios del primero de julio, no vaya a ser el chamuco de que el candidato de los triangulitos y el de los moches pierdan las elecciones, y el ganador no sólo arrase, sino que le apeste el jugoso negocio al pequeño grupo que se beneficia de citado mecanismo comercial.

Otra vez en Washington, pues, con todo y que se pasan por el arco del triunfo las reglas que ellos mismos aceptaron a la hora de acordar las rondas de negociación, en las que, dicho sea de paso, no lograron mayor cosa. Por ejemplo, días atrás el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, reconoció, al estilo de la Universidad Cantinflas, que hay avances en los capítulos de obstáculos técnicos al comercio, telecomunicaciones y energía, así como medio ambiente; teníamos seis apartados cerrados y ahorita, con excepción de un detallito en alguno, estamos prácticamente en 10 capítulos concluidos (de 30 que se discuten desde agosto de 2017); pierde importancia informar si cierran uno o dos capítulos cuando lo importante es anunciar, en su momento, si se logra un acuerdo para modernizar el TLCAN.

Y fue más allá: “Hay que estar muy atentos de que si aquí habrá conejo p’al guisado va a ser a fin de abril; el conejo ya está amarrado y lo importante es que nos toquen buenas partes del conejo, no nada más las orejas”.

Pero más allá de las ansias de cocinero que manifiesta el titular de Economía, el desafío para México trasciende por mucho la negociación del TLCAN, pues, como bien lo advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico –de cuyo análisis se toman los siguientes pasajes– hoy la guerra comercial entre China y Estados Unidos tiene a la manufactura en el centro del debate.

La industria mexicana deberá enfrentar nuevos desafíos globales e internos que le imponen la elaboración de una estrategia de política económica y de colaboración público-privada-académica no observada durante las pasadas décadas, de tal suerte que el desafío externo va más allá de la renegociación del TLCAN que impulsó el presidente estadunidense.

El gobierno chino no ha dudado en responder con medidas similares: aranceles a productos de origen estadunidense. Si bien China lo ha hecho en menor cuantía, el mensaje es claro: no cederá ante la presión estadunidense. En dicho contexto la Organización Mundial de Comercio ha permanecido con bajo perfil: las dos naciones más poderosas del orbe han decidido actuar de manera directa y el organismo no tiene la capacidad para frenar dicho ímpetu y actuar como negociadora.

Ello tendrá repercusiones en el marco institucional que regula el comercio internacional: representa el fin de la luna de miel del libre comercio, Estados Unidos y China han decidido actuar en función de su interés nacional.

Por su parte, China ha instrumentado una política industrial de carácter nacional que aprovecha la globalización en su beneficio. El proyecto Hecho en China 2015 refleja claramente su objetivo central: elevar el contenido nacional de 40 a 70 por ciento en industrias estratégicas al mismo tiempo que lo hace con tecnología avanzada propia. Así, el objetivo de 50 por ciento para el sector automotriz de Donald Trump parece modesto frente a lo planteado por China.

Por otro lado, se tiene al conocido como TPP-11, un acuerdo que, sin Estados Unidos, tiene pocas ventajas para México. El principal socio comercial de los países asiáticos involucrados en el TPP, salvo Japón, es China. La razón no se encuentra en el monto económico entre dichas naciones, también radica en la profunda integración industrial que han alcanzado y que seguirá avanzando bajo el proyecto One belt, one road, un ambicioso proceso de integración que supera a la visión comercial de los años 80 y 90 que prevalece en los países occidentales y bajo los cuales se ha negociado el TPP-11.

Si México no instrumenta una política industrial que eleve la capacidad productiva de las empresas nacionales, que sea globalmente competitiva y tenga al progreso tecnológico como columna vertebral, difícilmente podrá enfrentar exitosamente la conformación de regiones industriales que se están generando en Asia y los cambios operados en Estados Unidos, Francia, Alemania,Gran Bretaña e India.

Al mismo tiempo, México debe considerar la agenda industrial interna: detener la caída en la inversión física del sector público porque frena la modernización y construcción de nueva infraestructura. De igual forma es imprescindible que se revierta el deterioro del sector energético en materia de producción de petróleo y gas, dos de los productos que mayor impacto positivo tienen sobre la industria engeneral.

Las rebanadas del pastel

Falta que el Senado apruebe el cambio, pero en vía de mientras la Cámara de Diputados aprobó eliminar el fuero (impunidad garantizada) a legisladores y funcionario, gracias al cual a lo largo de los años muchísimos de ellos –corruptos hasta las cachas– evitaron terminar enchiquerados. Lo más gracioso de esto es que, según las crónicas parlamentarias, todas las bancadas en San Lázaro exclamaron su júbilo. Cinismo puro, pues más de la mitad de los ahora jubilosos están donde están, precisamente, para evitar la cárcel.

Twitter: @cafevega