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El especialista prepara un libro sobre la historia de la música creada por Pérez Prado

El mambo, clímax de la influencia africana que inició con la rumba: Robert Thompson
 
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de abril de 2018, p. 8

Robert Farris Thompson (El Paso, Texas, 1932), historiador especializado en el arte de África y el mundo afroatlántico, quedó hipnotizado por el mambo de Dámaso Pérez Prado al llegar a Ciudad de México en marzo de 1950, epicentro de su impacto. En ese momento su vida cambió para siempre; el hechizo le ha durado hasta el presente.

Nunca había escuchado tal cosa, expresa el profesor emérito de la Universidad de Yale –allí estudió y labora desde 1965–, quien da los últimos toques a un proyecto de largo aliento, Stacatto incandescence: The history of mambo (Staccato incandescente: La historia del mambo). Mientras tanto ha escrito volúmenes como Tango: la historia del arte del amor (2005) y La estética de lo cool: el arte y la música del Atlántico-afro (2011), por mencionar lo más reciente.

El mambo lo atraía porque su ritmo “te deja pegao al asunto”. El mambo, sigue el entrevistado, era el clímax de la influencia africana que comenzaba con la rumba. Emocionado, asegura que el mambo nos enseña cómo mezclar con paz y gloria diferentes culturas. A tenernos respeto al decir lucumí, palo, mambo; todo es igual en su visión moral.

Lecciones al mundo occidental

¿Por qué estudiar el mambo?, se le insiste. Era una manera de dar al mundo occidental unas lecciones preciosas por medio de otra civilización, de una historia artística alternativa. Tenemos a Brahms, a Stravinsky, a Dámaso, a (Tito) Puente. Decidí que si iba a estudiar esto tendría que ser profesional y volverme historiador del arte para hallar un contexto para esto.

Según Thompson mambo es una palabra de poder, de fuerzas: No sólo tamborea, sino nos llama con unas frases pequeñas en un estilo africano que se concentra en dos o tres compases. La riqueza de eso me mató. La combinación de guajeo y tumbao seduciría a dios mismo, sí, y por qué no. Si hay un cielo, éste abarca el mambo. El docente vivió por años en la región yoruba del suroeste de Nigeria mientras realizó una investigación sobre su historia del arte.

Recuerda que el mambo, entre otras cosas, era la música oficial de la generación beat, cuyas estrellas, Jack Kerouac –con quien trabajó–, Neal Cassady y Allen Ginsberg lo adoraban: “Si abres En el camino, de Kerouac, hay un pasaje en el que dice que mambo es una palabra venida del tambor congo del río del mismo nombre, que es el río del mundo. Eso significa que mambo es un beat (latido) mundial”.

Thompson señala que Pérez Prado hizo mucho por la cultura negra. La revista estadunidense Ebony publicó varios artículos sobre el pianista y compositor de origen cubano, ya que era un hombre negro de éxito y una inspiración para otros de su raza.

El historiador conoció y entrevistó a Pérez Prado en los años 60 del siglo pasado en Las Vegas: “Había muchas personas llegadas de los barrios negros de Los Ángeles, como Watts. La mitad de las personas en el bar donde trabajaba eran de color, conocían sus canciones y le pedían ‘hey, Caballo negro’. Me emocionó. Después dijo, ‘en primer lugar tienes que saber que echo de menos a México (lo habían deportado). Ojalá pueda regresar”. Volvió y se naturalizó mexicano.