Opinión
Ver día anteriorMiércoles 28 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
México SA

EPN y su novela petrolera

Precios en rápido ascenso

Producción en caída libre

T

ranscurridos más de cuatro años de que el inquilino de Los Pinos –20 de diciembre de 2013– promulgó la reforma energética, los mexicanos se mantienen en espera de que se materialicen los innumerables beneficios que el mismo personaje prometió desde entonces, en el entendido de que con el cambio constitucional hemos superado tabúes y mitos, y abierto las puertas de un futuro mejor para todos; comienza una nueva historia para nuestro país.

De acuerdo con la versión de Peña Nieto, con tal reforma (una suerte del cuento energético de la lechera) se elevará la productividad y competitividad de toda la economía nacional; crecerá la oferta de trabajo especializado; se apoyará la economía de las familias mexicanas al reducir el costo de la luz y el gas; contribuirá a tener mejores precios de alimentos; se producirán energéticos más limpios; se facilitará el despliegue de las energías renovables y la cogeneración de energía; se explotarán los recursos energéticos sin que el país se endeude; ayudará a reactivar el campo con una mayor producción de fertilizantes, con lo que el precio de los alimentos bajará.

Eso y mucho más: Las familias mexicanas podrán sentir en sus bolsillos los beneficios de que nuestra economía vuelva a crecer a mayores niveles como no ha ocurrido en las últimas décadas; si aprovechamos esta gran oportunidad, las empresas tendrán más y mejor energía; tendremos tecnologías de vanguardia; recuperaremos lo mejor de nuestro pasado para conquistar el futuro; aprovecharemos al máximo los recursos del país; se podría dar un empuje adicional al crecimiento del país de 2 puntos porcentuales del producto interno bruto, equivalentes a 330 mil 369 millones de pesos, monto similar al que Pemex tiene como presupuesto de inversión total en 2013 por unos 328 mil millones de pesos.

De inmediato, lo citado trae a la memoria otra reforma energética, la promovida (8 de abril de 2008) por Felipe Calderón durante su estancia en Los Pinos, y su catarata de promesas: Reducir las tarifas de energía eléctrica; aprovechar al máximo el potencial de nuestra industria petrolera y fortalecer a Pemex; hace 70 años, la visión del general Cárdenas supo darle futuro a México, y hoy nos toca a todos los mexicanos actuar también con verdadero patriotismo; la iniciativa no busca privatizar; (sin la reforma) estamos dejando de recibir algo así como 100 mil millones de pesos anuales y con ese dinero hubiéramos podido multiplicar por cuatro el presupuesto de Oportunidades; estaremos en condiciones de garantizar un mejor futuro para nuestros hijos.

Además, el Estado podrá garantizar plenamente el acceso a la educación de calidad y a la cobertura de salud de todos los mexicanos; recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda, preparatorias y universidades; una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza; aprovechemos esta riqueza para dejarle a nuestros hijos una nación más fuerte, más justa. Un México más próspero y plenamente desarrollado. Y el Congreso se la aprobó, y el tal Jelipe obviamente incumplió, amén de que en su sexenio se la pasó dando gasolinazos y tarifazos eléctricos.

Bien, pero poco más de un cuatrienio después del cuento energético de la lechera peñanietista y 10 del calderonista, los beneficios prometidos no han trascendido el discurso. De hecho, ha sucedido lo contrario, por mucho que el siempre inspirado candidato José Antonio Meade, priísta que no es priísta, asegure que la citada reforma no ha fracasado. Tal afirmación es correcta cuando se refiere al ámbito de los negocios privados, pero más que dudosa a la hora de los mexicanos de a pie, que sentirían en sus bolsillos los beneficios de que nuestra economía vuelva a crecer a mayores niveles como no ha ocurrido en las últimas décadas y serían felices con precios de los combustibles y tarifas eléctricas cada vez más reducidos.

Entonces, hagamos bien las cuentas (propaganda oficial dixit). De entrada, aquella promesa de que se explotarán los recursos energéticos sin que el país se endeude ha costado a los mexicanos sangre, sudor y lágrimas, porque desde la promulgación de la reforma energética (diciembre de 2013) al cierre de 2017 la deuda del sector público se incrementó alrededor de 54 por ciento (de 6.5 billones de pesos a poco más de 10 billones), mientras los dos puntos porcentuales adicionales de crecimiento económico se mantienen prófugos. Además, a Pemex le recortaron el presupuesto un año sí y el siguiente también.

No ha fracasado (Meade dixit), pero de la citada promulgación a la fecha (información de Pemex al cierre de febrero de 2018) la producción de petróleo crudo se desplomó 25 por ciento (de 2.5 a 1.9 millones de barriles diarios).

De igual manera, la elaboración de productos petrolíferos se desplomó 56 por ciento (de un millón 457 mil barriles diarios a 644 mil en las fechas indicadas). En el detalle, la elaboración de gasolina se redujo de 437 mil barriles por día a 164 mil, es decir, una caída de 62 por ciento en el periodo; la de diésel bajó 70 por ciento (de 287 mil a 95 mil barriles diarios), y 38 por ciento la de gas licuado de petróleo (de 206 mil a 127 mil barriles diarios).

Por el lado de las importaciones, México aumentó 52 por ciento el volumen de sus compras de productos petrolíferos, gas natural y petroquímicos, al pasar de 640 mil barriles diarios al cierre de 2013 a 976 mil en febrero de 2018. Concretamente, en el periodo de referencia, la importación de gasolinas se incrementó 70 por ciento (de 370 mil barriles diarios a 629 mil) y la de diésel creció 116 por ciento, mientras el sistema nacional de refinación trabaja a 40 por ciento de su capacidad o menos.

Por el lado de los consumidores, el precio por litro de la gasolina Magna se ha incrementado 50 por ciento, el de la Premium 56 por ciento y el del diésel 50 por ciento. Por si fuera poco, el precio del kilogramo de gas licuado de petróleo aumentó 44 por ciento.

Las rebanadas del pastel

Como cereza, desde la promulgación de la reforma energética el saldo negativo de la balanza comercial de Petróleos Mexicanos se ha multiplicado por 10. Pero no se amilanen, que ya lo dijo Meade (y se quedó tan fresco): la reforma energética no ha fracasado.

Twitter: @cafevega