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VIII Cumbre de las Américas: ¿cima o sima?
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ntre la quinta y séptima cumbres (2009/15) se fue consolidando una compleja situación política: 1) la contraofensiva de las derechas nativas, contra los gobiernos y líderes llamados populistas; 2) la confusión de las clases medias, manipuladas por los grandes medios de comunicación, y 3) una izquierda sin votos que, atrincherada en el eticismo, mezclaba todo con todo: imperialismo, capitalismo, reformismo, socialismo, progresismo.

En Honduras, la OEA no respaldó el golpe contra Manuel Zelaya (29 de junio de 2009). Era demasiado evidente la mano del Pentágono y de la mafia cubana anti-Obama. Mientras, de su lado, el presidente de facto, Roberto Micheletti, nombraba de canciller a un personaje que trató a Obama de “negrito que no sabe nada de nada…”. Mucha desprolijidad. Siete meses después hubo que convocar a elecciones.

El golpe hondureño no fue suave. Costó muchos muertos y heridos. Pero fue de tipo clásico y el único exitoso luego de los fallidos contra Hugo Chávez (abril 2002), el paro agropecuario patronal contra Cristina Fernández (marzo/julio de 2008) y el intento de asesinato de Evo Morales (abril de 2009).

Meses después, en Playa del Carmen (México), los presidentes disolvieron el Grupo de Río (1989), constituyendo en su lugar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, suerte de OEA sin Estados Unidos y Canadá. (Celac, enero 2010). Pero la CIA siguió con su rutina, y en septiembre se produjo el levantamiento policial que puso en riesgo la vida de Rafael Correa.

En la sexta cumbre (Cartagena, abril 2012) Cristina apareció de luto por la muerte de Néstor Kirchner, en octubre de 2010, y Chávez no concurrió porque ya estaba gravemente enfermo. Correa y Daniel Ortega tampoco asistieron. El líder de la revolución ciudadana por la sistemática exclusión de Cuba de las CA, y el sandinista por los diferendos limítrofes de su país con Colombia en tres islas del Caribe.

Convocada la CA para ser socios en la prosperidad, Shakira fue invitada por el genocida presidente Juan Manuel Santos (futuro Nobel de la Paz 2016, sic) y cantó el himno nacional de Colombia. Pero tanta dicha neoliberal fue inútil para impedir el golpe parlamentario derechista, que en Paraguay destituyó al presidente Fernando Lugo.

Dicho coloquialmente: las CA seguían bailando al compás de la Doctrina Monroe (1824) y del primer aquelarre panamericanista (1890), junto con las formas recicladas de la democracia envasada, impuestas por Washington en el año que se constituyó la OEA (1948).

Prueba de ello fue la séptima CA (Panamá, abril 2015), para debatir quién sabe qué sistema interamericano de educación. Asunto que, por cierto, importó menos que el ruido mediático en torno a Obama, Raúl Castro y un invitado especial que llamó alteración democrática la presencia del gobernante cubano en la cumbre: Félix Rodríguez, el asesino del Che.

Y en paralelo, la declaración contra Venezuela, en sintonía con el decreto ejecutivo de Obama que apenas un mes atrás había calificado al país bolivariano de amenaza a la seguridad nacional. Conviene nombrar a los 26 ex presidentes que firmaron el brulote:

Ricardo Lagos y Sebastián Piñera (Chile); Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Belisario Betancourt (Colombia); Miguel Ángel Rodríguez, Laura Chinchilla, Rafael Calderón, Óscar Arias y Luis Alberto Monge (Costa Rica); Adolfo Cristiani y Armando Calderón Sol (El Salvador); Felipe González y José María Aznar (España); Felipe Calderón y Vicente Fox (México); Mireya Moscoso (Panamá); Alejandro Toledo (Perú); Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti (Uruguay), Nicolás Ardito Barletta (Panamá), Eduardo Duhalde (Argentina), Juan Carlos Wasmosy (Paraguay), Jorge Quiroga (Bolivia) y Osvaldo Hurtado (Ecuador).

Un mes después, el uruguayo Luis Almagro asumió la secretaría general de la OEA, que desde la primera CA tuvo cuatro titulares: el colombiano César Gaviria (1994/2004); el costarricense Miguel Ángel Rodríguez (quien apenas duró un mes porque en su país lo metieron preso por corrupto); el estadunidense Luigi Einaudi (octubre 2004/ mayo 2005), y el chileno José Miguel Insulza (2005/15). Sin embargo, Almagro sorprendió por ser el más reptil de todos. Sin alcanzar, todavía, el hándicap de su compatriota José A. Mora, campeón de las intervenciones militares yanquis y los golpes de Estado que la OEA justificaba en nombre de la democracia (1956-68).

Luego, la ofensiva contra la revolución bolivariana creció exponencialmente. Cosa favorecida por el ajustado triunfo electoral de las derechas en Argentina (noviembre 2015), el vergonzoso golpe parlamentario contra Dilma Rousseff en Brasil (agosto 2016), la inesperada llegada de Donald Trump, y la formación del llamado Grupo de Lima (agosto 2017), en respuesta a la convocatoria del presidente Maduro a la Asamblea Nacional Constituyente, en mayo del mismo año.

En la breve historia de las CA, fallecieron 15 presidentes: Joaquín Balaguer, Hugo Bánzer y Ramiro de León Carpio (2002); Carlos Roberto Reina (2003); Valentín Paniagua (2006); Rafael Caldera (2009); Néstor Kirchner (2010); Itamar Franco (2011); Hugo Chávez (2013); Francisco Flores, Sixto Durán-Ballén, Jorge Batlle y Fidel (2016), y Armando Calderón Sol y René Preval (2017). Pero los pueblos (eso que la pulcritud meritocrática llama gente, o abstracción) sólo lloraron a tres: Kirchner, Chávez y Fidel.