Opinión
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La Muestra

La maldición de Thelma

L

a primera escena de La maldición de Thelma (Thelma), del realizador danés, afincado en Noruega, Joachim Trier (Más fuerte que las bombas, 2015), contiene, en su breve duración y su lacónico realismo, toda la carga de horror que el resto de la cinta se esforzará en mantener muy vivo en su relato de una historia de amor contrariada por la culpa y la insólita irrupción de fenómenos paranormales. En esa escena inicial, un padre va de cacería por un bosque de Noruega, acompañado de su pequeña hija de 10 años. Al avizorar un ciervo y apuntarle con su rifle, el hombre voltea el arma y la dirige hacia la niña, quien no se percata del intento. Años después, esa misma niña aparece como Thelma (Eili Harboe), una joven alejada temporalmente de sus padres, estudiante de biología en la Universidad de Oslo, que carga con el lastre de una educación puritana. Su encuentro con su condiscípula Anja (Kaya Wilkins) detona en ella una fascinación inmediata sin atreverse a reconocer y asumir la naturaleza de su deseo homoerótico. El realizador muestra de modo sugerente la profunda confusión que despierta en Thelma esa atracción inesperada. Cuando comienza a padecer sucesivas crisis de una epilepsia atípica, la joven descubre con azoro su poder para provocar mentalmente toda clase de infortunios.

Hasta este punto del relato, todo sugiere que el también realizador de Reprise: vivir de nuevo (2006) ha decidido incursionar, de modo arriesgado, en los terrenos de un cine de género de horror muy en deuda con cintas emblemáticas como Carrie (De Palma, 1976) o El exorcista (Friedkin, 1973), aunque para lograr una vigorosa tensión dramática la cinta de Trier no requiere ya de golpes efectistas ni elementos gore, efectos especiales o tsunamis de hemoglobina. Lo suyo es aquí la minuciosa observación de patologías sociales vinculadas al fanatismo puritano y a la intolerancia religiosa, así como a los efectos nocivos que tienen sobre el ánimo de una joven vulnerable y tímida. La educación sentimental de Thelma a lado de la muy avispada Anja –su antítesis perfecta– representa una bocanada de aire puro y de sensualidad gozosa en ese extraño microcosmos social que el cineasta exhibe como la nostalgia de una mazmorra medieval. El gran acierto de Joachim Trier ha sido asimilar en esta propuesta inesperada algunas de las convenciones del género de horror para luego aprovecharlas, de manera óptima, en beneficio de una historia de amor liberadora.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 12:30 y 18:15 horas.

Twitter: Carlos.Bonfil1