Opinión
Ver día anteriorSábado 24 de marzo de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Exilios, olvidos
E

l domingo pasado, el Ensamble del Cepromusic y su director, José Luis Castillo (con la complicidad del investigador Roberto Kolb) ofrecieron una sesión audiovisual de gran atractivo, tanto en las músicas tocadas como en algunas de las imágenes proyectadas. La idea central y título del acto: El exilio olvidado, en referencia a dos interesantes personajes del ámbito musical austriaco quienes, como consecuencia de la situación política en Europa en momentos previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial, se vieron forzados a periplos de supervivencia que en momentos distintos los trajeron a México: Hanns Eisler y Marcel Rubin.

Al inicio del programa, la proyección del ejemplar filme experimental Regen (Lluvia, 1929) del extraordinario cineasta holandés Joris Ivens y su colega Mannus Franken, acompañado con la partitura de Eisler (escrita a posteriori) titulada Catorce maneras de describir la lluvia. He aquí, en la película y en la música, la presencia del agua que está, el agua que se mueve, el agua que cae, el agua que fluye, el agua que se estanca, el agua que refleja y se refleja. Entendiendo a cabalidad que las imágenes son autosuficientes para su intención expresiva, Eisler ha propuesto una música cien por ciento severa, cien por ciento abstracta y por ello, cien por ciento eficaz.

Después, la suite de La ciudad aguarda, de Rubin, acompañada en pantalla por una videodanza que, finalmente, resultó más video que danza. De atractivo singular, la dotación musical de la obra, que de hecho es una banda de cámara con una potente sección de siete metales con cuatro alientos y dos cuerdas. La partitura de Rubin, muy atractiva por su originalidad, presenta a la vez algunas referencias audibles: a Copland, a diversas músicas de banda, al music-hall, al mundo de la marcha, ofreciendo también algunos apuntes más abstractos. Aquí, resultó infinitamente superior la música de Rubin al video realizado ex profeso para complementarla. Poco trabajo (y no muy atractivo) de auténtica creación coreográfica, poco trabajo interpretativo de danza, y la fallida intención de cubrir demasiados temas sociales y políticos de modo demasiado literal, cayendo por ello en la peligrosa trampa del panfleto visual.

En la tercera obra del programa ocurrió el que a mi juicio fue el momento más significativo del concierto/proyección. El barítono Carlos Reynoso cantó con convicción y apego dramático a los textos, dos canciones de Marcel Rubin, ambas de estado de ánimo claramente posmahleriano; es decir, perfiladas por una interesante síntesis de romanticismo extremo, apuntes de modernidad, y claras pinceladas expresionistas. En la segunda de estas piezas, la Canción de Dachau, el estribillo es una sátira feroz al infame Arbeit Macht Frei (El trabajo os hará libres) que se leía a la entrada de los campos de concentración nazis que el autor del texto, Jura Soyfer, conoció desde dentro. Para acompañar el estribillo, Rubin propone una ligera y optimista marcha, enfatizando de manera espeluznante la terrible contradicción conceptual, y a la vez marcando un claro contraste con la música más oscura y trágica escrita para las estrofas de la canción. Momento singularmente potente de la sesión, sin duda.

Para terminar, la proyección de algunos fragmentos de la notoria película de etnoficción El pueblo olvidado (Herbert Klein, 1941), realizada en México sobre un texto de John Steinbeck, complementados con las diversas secciones del Noneto No. 2 de Eisler que es, estrictamente, el soundtrack del filme. La música de Eisler para la cinta de Klein es simultáneamente monocromática y expresiva, y a la vez mantiene su distancia de lo que ocurre en la pantalla gracias a un buen grado de abstracción en el que pueden percibirse simultáneamente la saludable ausencia de mexicanismos evidentes, y algunos trazos de influencia de Silvestre Revueltas. Otra muy interesante y bien lograda sesión de música e interdisciplina a cargo del Cepromusic y José Luis Castillo, esta vez sazonada con cine y política, sesión que seguramente merecía una mayor asistencia al auditorio Blas Galindo del Cenart.