Opinión
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México SA

Trump: palo y zanahoria

Guajardo: un milagrito

Fin del sueño globalizado

L

a representación peñanietista en las negociaciones del TLCAN se mantiene a la espera de un milagro guadalupano, mientras su cabeza visible, Ildefonso Guajardo, sólo atina a balbucear que si el bárbaro de la Casa Blanca impone aranceles al acero y el aluminio mexicanos, nuestro país se vería obligado a responder con medidas similares a una lista de productos estadunidenses.

Por su parte, el gobierno de Trump presume la política de palo y zanahoria que aplica a sus queridos socios y amigos del TLCAN. Ayer el secretario estadunidense del Tesoro, Steven Mnuchin, dijo que una vez que se firme el nuevo tratado, México y Canadá quedarían exentos de los recién anunciados aranceles al acero y el aluminio procedentes de esos países. Es decir, si ambas naciones se doblegan a las exigencias gringas, entonces todos felices.

Pero a la luz de los acontecimientos, el problema es mucho más complicado, porque como bien lo advierte el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico –de cuyo análisis temático se toman los siguientes pasajes–, la lógica del libre comercio llegó a su fin, al menos bajo la modalidad que le dio vida durante la década de los años 80 y 90 del siglo pasado. Hoy, las principales potencias económicas del orbe avanzan hacia una regulación del intercambio comercial. Los mecanismos difieren, pero el objetivo es el mismo: anteponer su interés nacional.

Para México el mensaje es claro: terminó el sueño del libre comercio desregulado, que subordinó la legislación nacional a los ordenamientos de los organismos multinacionales. La apertura comercial se modificará, hay una nueva tendencia en la globalización, incierta por su naturaleza. El combate a la competencia desleal y al incumplimiento de los acuerdos comerciales que no se quiso dar hace unos años hoy es inevitable. El gobierno mexicano y los propios candidatos a la Presidencia de la República deberán tener un plan contingente para enfrentar la nueva realidad.

La guerra comercial del presidente estadunidense ya comenzó: la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), el inicio de la renegociación del TLCAN y la imposición de aranceles son parte de dicho proceso. Ahora falta ver si su planteamiento para el acero y el aluminio se consolida y extiende a otros productos. La ausencia de un posicionamiento de la OMC, la OCDE, el FMI y el Banco Mundial es inquietante, porque a final de cuentas Trump atenta contra los preceptos que les dieron origen.

El mundo, particularmente México, está pagando una factura por haber tomado una posición de tolerancia ante la competencia desleal y la sobreproducción global de hierro, acero y aluminio. Las negociaciones de los pasados cuatro años no inhibieron la estrategia de China, nación que tiene el objetivo de desarrollar su economía y para lo cual ha implementado una ambiciosa estrategia de política industrial que ha privilegiado el crecimiento de su industria siderúrgica, del aluminio y el cemento, pilares fundamentales sobre los cuales también ha construido una enorme capacidad industrial de tecnología avanzada.

México deberá implementar una nueva estrategia de política económica, industrial y comercial. El interés nacional deberá marcar la nueva línea, porque el fin del idealismo del libre comercio ha terminado. El primer ejemplo de la defensa que se necesita deberá comenzar por el acero y el aluminio.

Los aranceles a la exportación de acero y aluminio que México realiza a Estados Unidos no tienen justificación económica. En primera instancia, porque el vecino del norte mantiene un superávit estructural con nuestro país en fundición de acero, así como productos manufacturados de hierro y acero, y en aluminio y manufacturas.

De acuerdo con la información del Census Bureau de Estados Unidos, durante 2017 México exportó a ese país mil 972 millones de dólares clasificados como fundición de hierro y acero. Ello sólo representó 6.21 por ciento del total de importaciones estadunidenses en el rubro.

El saldo comercial con México fue favorable para Estados Unidos, por 2 mil 766 millones de dólares. Con China el superávit fue de 387 millones; su último déficit con el país asiático fue en 2015. En el mismo periodo, México exportó 4 mil 532 millones de dólares de manufacturas de hierro y acero a Estados Unidos, 11.6 por ciento del total. La balanza comercial fue positiva para la primera potencia del orbe por 665 millones de dólares. Como punto de comparación, Estados Unidos tuvo un déficit con China por 11 mil 600 millones. En aluminio y sus manufacturas Estados Unidos tuvo un superávit con México de 2 mil 810 millones y con China un déficit de 2 mil 50 millones.

En segundo término, porque la industria siderúrgica mexicana no recibe beneficios fiscales o de financiamiento gubernamental. Además, la producción de hierro, acero y aluminio se ha encarecido en México por el incremento en el precio de energéticos, mayores costos de transporte, combustibles, insumos intermedios y maquinaria que se importan para fabricar y más inseguridad.

La presencia de competencia desleal que las empresas de este sector enfrentan por las importaciones provenientes de otros países no han tenido respuesta ni se han instrumentado medidas necesarias y suficientes. El déficit estadunidense no se genera en la producción y manufactura básica de hierro, acero y aluminio, sino en los productos manufacturados en otros sectores industriales. De hecho, es el resultado de haber enviado las cadenas productivas al este asiático.

De igual forma, es indispensable que el gobierno mexicano instrumente una sólida defensa de la industria siderúrgica. Como ocurrió en los casos de competencia desleal que se han presentado durante la década pasada, las empresas nacionales tienen argumentos para mostrar que su producción y exportación no representa un riesgo para Estados Unidos. Pero ante todo hay que ser claro: los aranceles que Estados Unidos quiere imponer en acero y aluminio corresponden a una guerra comercial que libra con China, de la cual México debe deslindarse.

Las rebanadas del pastel

El inquilino de Los Pinos anda de chistoretero: No me voy a meter en este proceso electoral; la única participación que tendré en este proceso electoral será el primero de julio, cuando vaya a ejercer mi derecho a votar; ahí participaré. Sí, Chucha.

Twitter: @cafevega