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Aprender a Morir

Asistencialismos

U

n lector pregunta por la definición de asistencialismo y por qué en la columna anterior califiqué de asistencialista a la doctora Elisabeth Kübler-Ross.

Asistencia, según el siempre rezagado diccionario, tiene entre otros significados el de prestar socorro, favor o ayuda y, en sentido amplio, se refiere a la asistencia médica o sanitaria que un gobierno dedica a la prevención, diagnóstico y tratamiento de cualquier enfermedad o afección mediante sus políticas e instituciones de salud, independientemente de su eficiencia y cobertura.

Esta es una de las grandes contradicciones del sistema capitalista neoliberal que, por un lado, enferma a la ciudadanía –y al planeta– mediante la indiscriminada permisividad de sus leyes en favor del mercado y el consumo y, por otro, se otorga medallas por los esfuerzos realizados en pro de la salud. Ogro filantrópico de la inmoralidad acumuladora, aparenta estimular y proteger un agraviado bienestar comunitario al tiempo que reprime.

El asistencialismo viene a ser la actitud estatal o de organizaciones, grupos e incluso individuos, orientada a resolver problemas sociales o particulares a partir de la asistencia externa y ocasional en lugar de generar soluciones estructurales por tiempo indefinido. Obligatorio en tiempos de crisis y catástrofes, el asistencialismo debería ser circunstancial, pues de otro modo mantiene a la gente en la pobreza y en su soporte: la ignorancia, agradecida con imágenes, caridades y limosnas que no resuelven el atraso y la desigualdad, incluida la situación de pacientes terminales y desahuciados.

Las sombras del proteccionismo, el paternalismo y el asistencialismo oscurecen entonces toda posibilidad de información, libertad y apoyo eficaz al falso dilema del derecho a una muerte digna, tema en el que históricamente las instancias de poder, congruentes con su vocación explotadora, siempre han estado de acuerdo. Así, gobiernos, religiones, academias, ciencias y medios mantienen al día de hoy el concepto de que la vida es sagrada, mientras a diario atentan contra ésta, suprimiéndola en diferentes formas de violencia, misma con la que ya nos familiarizó el sistema.

Sin cuestionar lo anterior, Kübler-Ross dedicó sus conocimientos y esfuerzos a asistir en hospitales a adultos y niños terminales o sin posibilidades de recuperación, rechazando toda forma de eutanasia y de suicidio asistido e ignorando la voluntad de pacientes.