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México SA

Trump: todo o nada

Como él dice, o cero

Peña Nieto, irritado

L

a negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) tiene todas las posibilidades de llegar a buen puerto… si México y Canadá cancelan sus respectivas pretensiones y cumplen todos y cada uno de los caprichos de Donald Trump; es decir, el acuerdo trilateral se mantendrá vivo si esas dos naciones se pliegan 100 por ciento y privilegian la máxima del salvaje de la Casa Blanca: todo para Estados Unidos, o no hay trato.

¿Qué harán Enrique Peña Nieto y Justin Trudeau si Donald Trump decide cortar el cordón umbilical y bajar la cortina –supuestamente– trilateral, cuando las exportaciones mexicanas y las canadienses dependen en grado sumo (casi 85 y 76 por ciento, respectivamente) de un solo mercado, el estadunidense?

Quién sabe, pero en el caso mexicano el gobierno peñanietista se esfuerza en cumplir los caprichos del energúmeno del norte, al tiempo que le urge concluir la negociación para dejar amarradas las reglas del juego y así condicionar al siguiente inquilino de Los Pinos, a quien obviamente no tiene la menor intención de consultar.

De allí el apremio del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien en Davos, Suiza, dijo que la modernización del TLCAN no se puede postergar mucho más; la gran oportunidad es entre marzo y finales de junio, porque tenemos varias limitaciones (N. de la R.: la más importante de ellas es la creciente posibilidad de que el próximo inquilino de Los Pinos no resulte ser un candidato ciudadano decorado con banderines tricolores).

En vía de mientras, en su más reciente análisis, del que se toman los siguientes pasajes, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (Idic) advierte que en 2018 “México se debatirá entre la esperanza y la realidad; las promesas del ciclo electoral abonarán a la primera perspectiva; los resultados, a la segunda. ¿Pueden converger ambos aspectos o se encuentran ubicados en polos opuestos? Un análisis objetivo permite afirmar que en el presente año el país no llegará al paraíso prometido de crecer 5 por ciento. A pesar de las reformas estructurales, el crecimiento del PIB nacional sigue anclado alrededor de 2 por ciento.

El estancamiento estabilizador no cedió su lugar al progreso ofertado en el anterior ciclo político. De igual forma, el bienestar para la familia (Zedillo) y el crecimiento de 7 por ciento (Fox) que se anunciaron desde 1994 se mantienen en un horizonte lejano, más próximo a los países del Este asiático que a México, nación que llegó a ubicarse entre las primeras del orbe al inicio de la década de los años 80 del siglo pasado.

Debe reconocerse que a diferencia del presidente del empleo (Calderón) que llevó la administración pública entre 2006 y 2012, en esta ocasión se avanzó en la formalización del mercado laboral y en la reducción de la tasa de desocu-pación. No obstante, ello se logró en función de la creación de ocupación y empleo de bajos salarios, donde las personas con más educación tienen menos oportunidades para encontrar un lugar en el mercado laboral, básicamente porque la economía no genera suficiente valor agregado y por ello no requiere de capital humano especializado.

El contexto descrito es distinto al que esperaban las autoridades para el cierre de la administración (peñanietista). En los albores del actual sexenio la prospectiva descrita en el Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo era que, con las reformas estructurales, México crecería más de 5 por ciento en 2017 y 2018. Su razonamiento era que los cambios macroeconómicos tendrían la facultad de elevar las capacidades productivas de la microeconomía, es decir, de las empresas y los trabajadores.

Los cambios se realizaron, pero el crecimiento no llegó. Aun la reforma energética no se ha convertido en el propulsor de una mayor producción de petróleo y gas, así como de otros energéticos y sus derivados más baratos. Por el contrario, la importación de estos últimos presionará a la economía en 2018. La evidencia es contundente, aun las autoridades del Banco de México lo admitieron.

El objetivo inflacionario no fue alcanzado, y a ello contribuyó tanto el de- sequilibrio generado por la liberalización del precio de las gasolinas, como la depreciación del peso frente al dólar. La autoridad monetaria reconoce que para 2018 la presión de ambas variables continuará, y probablemente se exacerbará más, tanto por el ciclo político como por la renegociación del TLCAN, lo cual México deberá aceptar ya sea bajo la forma de su fin o por la firma de un acuerdo en el cual Estados Unidos termine por imponer sus condiciones.

Sólo la fuerza de las empresas trasnacionales de aquel país podría frenar la obsesión de su presidente, pero antes habría que preguntarse si desean hacerlo después de que les dio una reforma fiscal que aumentará sus beneficios. Hoy los cambios tributarios ya propiciaron la devaluación del peso.

La pérdida de valor de nuestra moneda frente al dólar constituye una mala noticia para un país que tiene un déficit estructural de cuenta corriente que no es financiado con bases productivas: ascendería a casi 50 mil millones de dólares anuales si no fuera por el arribo de las remesas de los migrantes mexicanos que laboran en el extranjero.

¿Qué significa esto último? Las necesidades de financiamiento del país son cubiertas, parcialmente, por quienes (internamente) no encontraron una oportunidad laboral y decidieron ir a Estados Unidos. La crisis laboral de las pasadas décadas es uno de los flotadores externos de la economía nacional, tan grande como la inversión extranjera directa. Por ello Banxico indicó que nuestro país no verá una inflación de 3 por ciento hasta 2019, lo cual además ocurrirá en un entorno de menor crecimiento.

Ante la negativa para hacer cambios fiscales y enfrentar el reto planteado por Estados Unidos, habrá que esperar el posicionamiento de quienes aspiran a la Presidencia de la República. Si no incorporan a sus plataformas cambios de fondo en materia de crecimiento económico, difícilmente se podrá salir del estancamiento estabilizador que convive con 53 millones de personas en pobreza.

Las rebanadas del pastel

Si el inquilino de Los Pinos está irritado por lo que de él se dice en las redes sociales, imaginen de qué proporción es el encabronamiento social por el incumplimiento, la corrupción y la impunidad gubernamentales.

Twitter: @cafevega