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En la casa donde vivió en esa ciudad, el maestro del terror dio rienda suelta a su narrativa

Los años de Poe en Filadelfia; ahí creó una de sus historias más escalofriantes
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Un felino de peluche, en recuerdo del cuento El gato negro, en una pared del sótano de la vivienda de Edgar Allan PoeFoto Dpa
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Escultura de un cuervo frente a la casa, en Filadelfia, donde vivió Poe de 1837 a 1844. Gran parte de su poema The Raven, su obra más famosa, fue escrita en ese lugar
 
Periódico La Jornada
Viernes 27 de octubre de 2017, p. 7

Filadelfia.

No espero ni pido que alguien crea el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Así comienza Edgar Allan Poe a narrar El gato negro, una de sus historias más escalofriantes. Quien visite su casa en Filadelfia podrá contemplar dónde daba rienda suelta a sus pensamientos el precursor de la literatura de terror y dónde vivía su gata Catterina, que sirvió de modelo para este cuento.

Desde fuera, ese edificio de tres plantas de ladrillo pasa desapercibido. En tiempos de Poe (1809-1849), se situaba en una zona rural a las afueras de Filadelfia, donde su mujer, Virginia, plantaba flores y agasajaba a las amistades de la pareja con canciones y música. La madre de ésta vivía con el matrimonio, ayudaba en las tareas del hogar y cuidaba de Virginia, enferma de tuberculosis. Su orientación al sur permitía que la luz iluminara durante horas sus habitaciones, un aspecto nada insignificante para un escritor, pues en aquella época se utilizaban lámparas de gas en lugar de electricidad.

Inventor del género del misterio

Edgar Allan Poe, nacido en Boston, tenía apenas 18 años cuando publicó su primer poemario, Tamerlane and Other Poems. Amaba la poesía, pero le resultaba más fácil vender sus relatos a las revistas literarias. Sus narraciones pronto empezaron a girar en torno a asesinatos brutales y pérfidos o a la muerte de mujeres jóvenes y guapas. La muerte de una mujer hermosa es, incuestionablemente, el tema más poético del mundo, escribió el autor en 1846. Y nadie mejor que el creador de Sherlock Holmes, sir Arthur Conan Doyle, calificó a Poe de inventor del género del misterio.

Las trágicas circunstancias que marcaron la vida de Poe fueron clave en la búsqueda de material narrativo para sus historias. Su madre falleció de tuberculosis cuando él tenía dos años y para entonces su padre, un actor sin éxito, ya había desaparecido. También su madre adoptiva, Frances Allen, y su prima Virginia, quien luego se convertiría en su mujer, padecieron la plaga blanca.

Y la madre de su mejor amigo, al parecer el primer gran amor de Poe y quien descubrió su talento de joven, falleció unos meses después de ingresar en un siquiátrico.

Movido por la necesidad en lo económico y su eterno deseo de ser propietario y redactor jefe de una reputada revista literaria, Poe cambió frecuentemente de residencia. Además de pasar un tiempo en Baltimore y Fordham –el actual barrio neoyorquino del Bronx–, el autor vivió seis años en Filadelfia. Aquí conoció a Charles Dickens (Oliver Twist) y entabló correspondencia con escritores y poetas como Henry Wadsworth Lonfellow y James Russell Lowell.

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El célebre escritor estadunidense Edgar Allan Poe (1809-1949), en una representación de la época

Que Poe sabía captar el interés de los lectores quedó claro en Filadelfia: la edición de Burton’s Gentleman’s Magazine pasó de 500 a 3 mil 500 ejemplares a los pocos meses de que él obtuvo un puesto de redactor por 10 dólares a la semana. Allí se publicó el relato La caída de la Casa Usher, en el que la fallecida Madeline sale de la tumba antes de que las llamas devoren su antigua vivienda. También gran parte de su poema The Raven (El cuervo), su obra más famosa, fue escrita en Filadelfia.

Emparedar al monstruo

Más de una docena de habitantes afirmaron que el número 532 de la North 7th Street fue su hogar después de que Poe se mudara de allí en los años 40 del siglo XIX y antes de que en torno a 1930 fuera declarado sitio histórico. La ausencia de mobiliario no hace fácil retrotraerse al día a día del escritor en sus habitaciones, pero en la bodega, llena de telarañas, un elevado muro de carga que sirve para estabilizar la chimenea recuerda al oscuro final de El gato negro.

El narrador describe en él a Pluto como animal de raza al que se siente estrechamente ligado. Pero empieza a tener problemas con el alcohol y un día, en un arrebato de ira, le saca un ojo como venganza por un arañazo.

La crueldad acaba apoderándose de él hasta colgar al felino de un árbol. Cuando pasado un tiempo empieza a echarlo de menos, encuentra a otro gato negro muy similar y se lo lleva a casa. Sin embargo, pronto comenzará también a irritarle hasta que un día, furioso, intenta matarlo con un hacha, pero termina clavándola en la cabeza de su mujer. Por supuesto, el gato negro se convierte en delator del crimen cuando, en presencia de la policía, comienza a maullar.

El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!