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19/S: El dolor y la esperanza

Artesana y esposo trasladan su taller de hamacas a un albergue

Queremos seguir tejiendo con nuestros hilos la vida que volvimos a tener: Irene
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Con un bastidor de madera, aguja e hilos, Irene, habitante de Juchitán de Zaragoza, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, teje hamacas y sostiene a su familia después del sismo del 7 de septiembreFoto Diana Manzo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 3 de octubre de 2017, p. 33

Juchitán, Oax.

El terremoto del pasado 7 de septiembre le cambió la vida a Irene y a su familia. El miedo de que colapse su vivienda la llevó tres días después a un albergue con su equipo de trabajo: su bastidor de madera, agujas e hilos, con los cuales elabora hamacas, única fuente de ingreso familiar.

La artesana no ha dejado de tejer desde entonces; más que hamacas, teje subsistencia. Sus nuevos clientes son los militares y médicos que ayudan a los damnificados en este municipio del Istmo de Tehuantepec.

Mientras Irene teje con su esposo, Julio César López, los potenciales clientes se asoman al taller improvisado. Algunos se asombran de la habilidad para crear texturas y combinar hilos de colores, hasta que se convencen y hacen pedidos. Una de tres kilos cuesta 400 pesos.

“Si no fuera por los médicos y militares no tendríamos dinero. Es la forma en que se han solidarizado con nosotros. Estamos realmente agradecidos porque están comprando a un precio justo y sin regatear.

No sabemos cómo agradecerles su bondad en esta situación. Nos quedamos sin empleo; la clienta que nos compraba dejó de hacerlo porque también es damnificada, expresaron.

Del 11 de septiembre a la fecha los artesanos han elaborado 10 hamacas, que ellos llaman una bendición. No tienen otro espacio adonde buscar empleo, y este oficio es lo único que les apasiona.

En esta segunda oportunidad después del terremoto queremos seguir tejiendo con nuestros hilos la vida que volvimos a tener. Lo más maravilloso es que estamos vivos para contarlo. Mi esposo y yo no sabemos hacer otra cosa; tejer hamacas es nuestra forma de sostener el hogar y a nuestro hijo, destacó.

En este refugio, ubicado en el Instituto Tecnológico del Istmo de Juchitán, viven más de 250 personas, entre ellas unos 100 menores de edad. A cada familia se le entregó una casa de campaña; algunos las colocaron en piso de concreto, pero a Irene y a otras familias, en el piso de arcilla, convertido en lodazal por las lluvias.

De padre campechano y madre zapoteca, Irene confía: Será difícil levantarnos, pero no imposible. Aquí somos gente fuerte y aguerrida. Dejamos la privacidad de la casa y nos venimos a refugiar aquí, pero cuando me ven tejer, otras mujeres me dicen que también traerán sus bastidores para seguir haciendo su trabajo.

Sus pies descalzos tocan la arcilla fresca del piso, que la relaja mientras sus manos no se detienen. Con los primeros rayos del Sol ella y su esposo empiezan su labor y no paran hasta las 11 de la noche.

Los militares y médicos nos dicen que no paremos de tejer, que mientras estemos ellos comprarán nuestra artesanía. Eso nos motiva, día y noche estamos aquí. No hay de otra, ante esta emergencia sólo hay dos caminos, vivir o morir, subrayó.

Los pedidos aumentan. Irene y Julio César están contentos porque con lo que obtengan de sus ventas rehabilitarán su casa.