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19/S: El dolor y la esperanza

La orden si me escuchas, silba, habla, pega rompió el silencio en varias ocasiones

La fuerte lluvia no impidió extraer tres cuerpos de las ruinas en Chimalpopoca
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Los trabajos de remoción de escombros y rescate de personas en la fábrica de telas ubicada en la calle Chimalpopoca y Bolívar continuaban ayer, luego de 48 horas del sismo de magnitud 7.1Foto Alfredo Domínguez
 
Periódico La Jornada
Viernes 22 de septiembre de 2017, p. 18

En el silencio absoluto que se ha pedido, la voz de Luis Alberto Piquard eriza la piel: Si me escuchas, haz un sonido. Habla, pega. A la cuenta de tres. ¡Una, dos, tres...!

En la esquina de Chimalpopoca y Bolívar hay noticias de que tres personas pueden estar vivas bajo los escombros, 48 horas después de que el terremoto derribó el edificio de cuatro pisos que ahí se erigía.

Trepado en lo más alto de las planchas de concreto que se vinieron abajo a las 13:14 del martes, Piquard insiste: Si me escuchas, silba, habla, pega. Nada. Sólo silencio.

Uno de los topos ha logrado deslizarse hasta donde posiblemente se encuentre una persona. El voluntario, que porta un aparato de radar, ahora pregunta: “Topo, ¿me escuchas?”

El movimiento de voluntarios que golpean el concreto, cortan varillas, trasladan escombros de mano en mano, se ha detenido. En medio de la nube de polvo, Piquard vuelve a insistir, ahora con un megáfono: Si alguien me escucha, tosa tres veces. A la cuenta de tres. ¡Una, dos, tres!

Las cifras oficiales que da un general Toscano son hasta ahora: 19 cuerpos recuperados, dos personas encontradas con vida y cinco familias que aguardan información de parientes que trabajaban en alguna de las cuatro empresas de este edificio.

Hijos, hermanos, padres de empleados de las maquiladoras de ropa, el almacén de juguetes y la tienda de refacciones para vehículos a diésel han esperado en el puesto de control médico y militar situado en el estacionamiento frente al edificio derrumbado.

A las 12:50, un hombre corre hacia ahí.

“¡Familia de Irma Sánchez!’, exclama. Y de inmediato sale una chica, hija de la trabajadora, que corre llorosa hacia los escombros. Detrás de ella la ambulancia 608028 de la Marina. Falsa alarma.

Dean, una labrador chocolate, olfatea entre el hueco que dejó la losa del cuarto piso sobre el tercero, en la parte posterior que cayó sobre el patio de la escuela Simón Bolívar. ¡Busca!, le ordena Marianita Pérez Romero, rescatista de la Cruz Roja Campeche. La labrador marca, pero se requiere un can más pequeño. Avanza la tarde y no se encuentra a nadie bajo la maraña de varillas y vigas de acero.

Poco después de las cinco de la tarde, voluntarios, maquinaria pesada –tres caterpillar que suben los desperdicios a camiones de carga y una grúa– han logrado remover ya lo que quedó del cuarto piso. Comienza a llover, pero el vigor y el ánimo no amainan.

Se canta el Cielito lindo y un rescatista clama: ¡Un fuerte aplauso a todos ustedes!

Desde las entrañas del edificio continúan extrayéndose las piezas que dejó el desastre: ganchos para ropa, maniquíes, bolsas, zapatos de plástico infantiles, cables eléctricos, lámparas, anaqueles y seis autos: tres los arrastraron hacia Lucas Alamán y cuatro apilados en el estacionamiento contiguo.

Susi Chen afirma que voló desde Brasil, cuando se enteró que el sismo de 7.1 grados derribó el inmueble, donde dos de sus amigas trabajaban en la maquiladora de ropa de José Lee.

Se trata de Gina Lai y Amy Huang. De 23 y 25 años. Ellas eran secretarias aquí. También yo, durante 14 años; me salí y me fui a Sao Paulo, dice.

–¿Los rescatistas le han informado si pueden estar con vida?

–No nos dicen nada. No queremos dar falsas noticias –responde.

El maestro constructor Juan Carlos Espinosa Durán refiere que la estructura del edificio fue armada con varillas de media y tres cuartos de pulgada. Las trabes, armadas con alma de vigas de acero. Estaba bien hecho, pero el terremoto fue muy fuerte, dice.

Ha caído la noche y Alfredo Jiménez Ramírez, quien trabaja para una empresa contratista de la Comisión Federal de Electricidad, ha echado a andar la planta generadora de mil 500 vatios, que ilumina la escena: cientos de rescatistas tratando de encontrar personas bajo los escombros.

Las nubes de polvo se elevan. Los servicios de emergencia lograron rescatar tres cuerpos. Ha dejado de llover y una imagen de la Virgen de Guadalupe continúa amarrada con alambre a una de las columnas colapsadas, que los voluntarios no han podido remover.