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Nostálgicos mantienen viva en México una subcultura de pandillas de los años 30 en EU

El pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido

Lo bonito es rescatar la elegancia del pasado, señala Roberto Romero, sastre de 73 años especialista en zoot suit y cuyas ventas de atuendos se potenciaron en la década pasada

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En las imágenes, parte de la indumentaria del pachucoFoto Afp
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de septiembre de 2017, p. a10

Luciendo sombreros con plumas, flores en la solapa, zapatos de charol y coloridos pantalones de tirantes con leontina (cadena para sujetar el reloj de bolsillo), los pachucos bailan al ritmo del mambo en legendarios salones de México, manteniendo viva una subcultura de pandillas que nació en Estados Unidos en los años 30.

Entonces, se vivía un racismo sin tapujos en Estados Unidos: muchos restaurantes prohibían la entrada a perros, negros y mexicanos, mientras los blancos tenían preferencia para sentarse en los autobuses.

Indignados, mexicanos radicados en suelo estadunidense organizaron un protomovimiento de resistencia social y cultural, cuyos miembros se autodenominaron pachucos, explicó Manuel Valenzuela, sociólogo investigador del Colegio de la Frontera Norte.

Protagonistas de enfrentamientos contra policías y soldados estadunidenses que dejaron masivas detenciones hacia 1943, los pachucos hablaban spanglish y vestían el excéntrico zoot suit: traje de saco holgado hasta la rodilla y pantalones bombachos de pinzas, describió el experto.

Ahora, ser pachuco es hacer cultura, porque estás llevando lo que fue antes, para que no se pierda esa tradición, aseguró Ricardo Zamorano, alias Pachuco For Ever, quien a sus 55 años viste orgulloso en Ciudad de México su zoot suit al estilo más clásico –con sombrero, tirantes, leontina y zapatos oxford–, aunque este atuendo estilo gánster ya no sea sinónimo de revueltas rebeldes.

Fieles a la moda de antaño

Las pandillas de pachucos que controlaron barrios de la frontera mexicano-estadunidense se desvanecieron, pero en los años 60 heredaron algo de su estilo a los cholos, otra tribu urbana, e incluso a la actual Mara Salvatrucha, señaló Valenzuela.

Pero el pachuquismo sobrevive entre un grupo de nostálgicos veteranos que, como Zamorano, permanecen fieles a la moda de antaño y animan míticos salones de baile de la capital mexicana, como el California o Los Ángeles, al son de ritmos como mambo, danzón, boogie-woogie y chachachá.

Lo bonito es rescatar la elegancia del pasado, se congratuló Roberto Romero, un sastre de 73 años especialista en zoot suit y cuyas ventas de atuendos pachucos se potenciaron en la década pasada.

El pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido, escribió el Nobel mexicano de Literatura Octavio Paz en El laberinto de la Soledad. Y la vida de Pachuco For Ever pareciera un homenaje vivo a esa figura, que le recuerda a su padre, tío y abuelo.

Altar a Tin Tan

En la casa de Zamorano, hay un altar al célebre actor y cantante mexicano Germán Valdés Tin Tan, que en los años 40 se consagró como El Pachuco de Oro. Sus armarios están atiborrados de zoot suits que van desde el violeta, pasando por la cuadrícula escocesa hasta el dorado con piedras Swarovski.

También tiene una colección de sombreros de todos colores, formas y tamaños, un buqué de plumas finas para adornarlos, una gama de zapatos –desde charol bicolor al sicodélico tornasol–, así como vistosas flores para la solapa y cadenas estilo leontina, usadas como armas de pelea por los pachucos originales.

“Los pachucos fueron los primeros metrosexuales. Desde el martes ya estoy pensando qué ropa ponerme el sábado para ir a bailar. Ese día me rasuro, tengo un espejo de doble aumento para bien delinearme el bigote tipo ‘Tin Tan’. Ser pachuco de verdad, es que toda tu ropa sea de pachuco, a todos lados adonde vas”, comentó Zamorano.

De la luz dorada del escenario emerge la silueta de un pachuco bailando. El silencio expectante se rompe con su grácil zapateo estilo tap sobre la banda sonora de Personalidad, melodía de Tin Tan.

Es Pachuco For Ever en traje amarillo canario, acompañado de su inseparable novia Paola Tiburcio, de 55 años. Incendian la pista de un centro cultural con acrobáticos bailes, mientras un séquito de veteranos pachucos les sigue el paso.

Se rompe con la sumisión

Me hubiera encantado vivir en esa época, de vestidos con vuelo y todo, me siento como en las películas de Tin Tan, dice entre jadeos Concepción Valenzuela, una robusta bailarina de 42 años vestida de rojo, al terminar de danzar con su esposo pachuco.

La pachuca rompe radicalmente con la perspectiva tradicional de sumisión de la mujer. Sale a la calle, pistea (toma), fuma, bronquea (pelea) como los hombres, señala el investigador Valenzuela, al explicar que las pachucas originales ocultaban navajas en sus peinados.

La mayoría de los pachucos son maduros, contados jóvenes se adhieren a esta subcultura. Roberto Reyes es uno de ellos.

Portar este traje para mí es un orgullo. Me inspira sinceridad, respeto, autoestima, alegría, comenta este bailarín de 19 años que se pinta bigote y porta un zoot suit verde perico.

“El pachuco dice ‘mírenme, existo, y respétenme’”, afirmó , antes de regresar a la pista de baile.