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Susana de la Garza y Jesús Vargas compartieron pasajes de la vida del humanista

Rinden homenaje a Carlos Montemayor en la Feria del Libro de Azcapotzalco

Me enseñó a reconocer otras culturas y disfrutar las cosas más sencillas, expresa su viuda

Corresponde al pueblo mantener vivas sus palabras y su poesía, considera amigo de la infancia

 
Periódico La Jornada
Sábado 6 de mayo de 2017, p. 3

El escritor, ensayista, poeta, traductor y activista social en defensa de las comunidades indígenas y tenor Carlos Montemayor (1947-2010), quien cumpliría 70 años el próximo 13 de junio, fue sujeto de un homenaje.

La noche del pasado jueves, en la edición ocho de la Feria Internacional del Libro de Azcapotzalco, se evocó al humanista y colaborador de La Jornada.

Susana de la Garza, viuda del autor de Guerra en el paraíso, leyó el texto Una vida llena de emociones, que escribió para El canto del aeda: testimonio de Carlos Montemayor, libro del periodista Pablo Espinosa.

“La vida con Carlos –expresa De la Garza– fue una gran experiencia. Me enseñó a respetar la tierra, a reconocer otras culturas, a disfrutar las cosas más sencillas de la vida. Compartimos nuestro amor por la sierra y su gente. Era un ser extraordinario, un hombre divertido, seductor, cálido, sensible, solidario, con una capacidad de asombro sorprendentemente similar a la de los niños.

Lo acompañé a viajes, a reuniones, durante momentos de suma alegría como cuando recibía premios o reconocimientos a su trabajo y esfuerzo, pero lo que no cambio por nada, son los últimos cuatro meses de su vida. ¡Intensa convivencia! Tiempos difíciles de profunda tristeza al intuir que la salud lo abandonaba. Por fortuna, el amor se hacía cada vez más presente.

Intelectual independiente

Jesús Vargas, amigo de infancia de Montemayor, hizo un recuento de su vida desde su natal Parral, Chihuahua, hasta alcanzar un destacado lugar en el escenario intelectual del país. Para el conferenciante, el homenajeado fue un hombre de contrastes, porque como poseedor de “todas las posibilidades de hacer una vida de lujos, de fama, de popularidad, nunca se dejó seducir, ni por los medios, ni por las chambas, ni por los premios materiales; siempre fue un intelectual independiente.

“Carlos –prosiguió Vargas– no se prestaba a los malabarismos con el gobierno ni con el monopolio de la televisión. No se involucraba en el juego electoral al apoyar candidaturas. Una sola vez se comprometió con un candidato a diputado en 2009: Diego Lucero, hijo de un guerrillero que murió en Chihuahua en 1972.

“Defendía con inteligencia la posición de Andrés Manuel López Obrador, cuando pretendieron desaforarlo, pero Carlos nunca hizo trato o acuerdo con él.

“Fue una decisión de libre albedrío, de conciencia, nada más. La relación con el alzamiento zapatista de Chiapas fue más allá de la simpatía de un intelectual por un movimiento social justo y necesario. Fue una relación fruto de su congruencia, de su compromiso.

“Aunque nunca habló públicamente de ello, su relación personal con el subcomandante Marcos no fue circunstancial ni coyuntural. En muchos aspectos Carlos intervino como discreto asesor del movimiento y no se debe descartar la posibilidad de una buena amistad entre ellos. No es casual que el primero de los intelectuales que se pronunció favorablemente en torno al movimiento del primero de enero de 1994 fue Carlos. Tampoco es casual el hecho de que se haya involucrado a profundidad con la poesía de los pueblos indígenas.”

En un momento emotivo, Vargas dijo: lo que más conmueve es saber la valía que tuvo Carlos como intelectual y frente a ello cómo los medios de gobierno se ocupan de ignorar esa relevancia.

No obstante, sabemos a quiénes nos corresponde recordarlo, mantener vivas sus palabras, su poesía, su historia, sus méritos: el pueblo. Carlos es un intelectual del pueblo de México y de los pueblos originarios del país.