na vez que cruzamos la frontera sin retorno
o sea interiorizamos el hecho que (casi) todo en la actual carrera presidencial en Francia pasaba como no debería
, el discurso de lo inédito
e impredecible
de ellos (por más justificado que sea) parecía servir más y más para cubrir la realidad en la que todo ya estaba arreglado para que al final no hubiera ninguna sorpresa.
El duelo final –la segunda vuelta este 7 mayo– entre el neoliberalismo y el postfascismo es la mejor prueba de ello.
Allí el sistema –Emmanuel Macron (su producto y candidato repintado como subversivo
y antisistémico
para fines mercadotécnicos)– chocará con su preferido villano antisistema
–Marine Le Pen (la oposición concesionada y tolerada al contrario que la izquierda)– que en sí misma constituye el principal argumento para la perpetuación indefinida del sistema
.
“Ambos –apunta F. Lordon– están en una relación funcional en la cual el centro neoliberal se acomodó a un ‘monstruo de extrema derecha’, dándole el monopolio de la alternativa y reservándose a sí mismo el de la razón” (‘Les fenêtres de l'histoire’, en: Le Monde diplomatique blog, 19/4/17).
Esta división presentada como el sustituto de la vieja
dicotomía derecha/izquierda (que en realidad es sólo una simulación y ofuscación táctica
, fruto de la necesidad de momento) parece estar especialmente diseñada a la talla de Macron. En un marco dónde un lado alimenta los miedos identitarios –Le Pen (que desde su trinchera simbiótica
habla de un duelo “los nacionalistas versus los globalistas”)–, y otro que fustiga estas pasiones irracionales
–Macron– no hay lugar para nadie en tercero.
Esto quedó claro a la luz de la virulenta reacción del mainstream al tardío auge de Jean Luc Mélenchon, que empezó a posicionarse cerca de los dos principales contrincantes (al final acabó en el cuarto lugar). De hecho, desde hace meses los principales medios franceses hacían todo para sellar
la segunda ronda entre Macron y Le Pen (véase: O. Tonneau, en: The Guardian, 2/5/17).
Ya estamos en un punto en que incluso la posibilidad de la victoria de un político neorreformista
–Mélenchon (véase: Izquierda Diario, 22/4/17)– es un anatema para el sistema que necesita empujar las cosas más al borde y necesita hacerlo ya
.
Ante la descomposición de la escena política los gerentes del capital tomaron una pose antisistémica
–con todas las necesarias y bien vistas apariencias (tolerancia
, optimismo
, esperanza
, etcétera) para salvar al extremo centro
.
Ungieron a un “candidato ersatz”, el paladín de la radicalización y la aceleración neoliberal.
“Las clases dominantes ya estaban desesperadas: no tenían tiempo para construir a su candidato por años (...) lo querían ya: un ex banquero, rápidamente empujado por una secretaría de gobierno, luego retirado e inmediatamente lanzado para la presidencia (‘Macron: le spasme du système’, en: Le Monde diplomatique blog, 12/4/17).
Miembro de la nobleza estatal
(P. Urdiembre dixit), ex empleado del banco Rothschild y millonario con vínculos en todo el espectro político (primero enviado por Sarkozy a la influyente Comisión Attali, luego apadrinado por Hollande), miembro de varios clubes y círculos del poder (Le Siécle, Bilderberg, et al.) de repente se volvió independiente
.
Un tecnócrata y motor del neoliberalismo de Hollande co-responsable por el desastre de su gobierno e implosión del Partido Socialista (PS), artífice de la Ley Macron [sobre la desregulación
de la economía] y la Ley El Khomri [la reforma
laboral que igual debería llevar su nombre] ambos pasados por decretos de repente se volvió alguien de afuera
.
El propósito de su creación
era consolidar el control de las élites juntando todo al centro
y formando una fuerza política más allá de la derecha y de la izquierda
capaz de empujar las reformas requeridas por el capital (C. Georgiou, The Macron phenomenon
, en: The Jacobin, 6/4/17).
Se trata de conformar un “nuevo bloque de fuerzas ‘progresistas’” –la izquierda cultural
y la derecha iluminada
– pero ya sin el lastre
y la dependencia política en la clase trabajadora considerada como “fuerza ‘anti-progreso’” –¡sic!– (véase: B. Amable, S. Palombarini, L’illusion du bloc bourgeois, 2017, 184 pp.).
Ésta se la puede dejar a los fascistas
.
Esto nos lleva finalmente a Le Pen, que de acuerdo con la nueva división política
y cumpliendo su papel simbiótico hacia el sistema ahora es la defensora de los trabajadores
.
Estas pretensiones sin embargo –junto con sus otras apariencias antisistémicas
– fueron desenmascaradas magistralmente durante uno de los debates (5/4/17) por Phillippe Poutou, obrero y candidato del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) [1.1 por ciento de los votos en la primera vuelta] que la dejó en ridículo y expuesta como hija predilecta del sistema:
–Y luego tenemos a Marine Le Pen que mete la mano en el bolso público. No en el de acá, en el de Europa que es algo interesante como para una persona que se dice ‘antieuropea’. Y al FN que se dice ‘antisistema’ le da igual todo esto. Se protege incluso con las leyes del sistema, ignorando los citatorios gracias a la inmunidad parlamentaria.
Y continuaba:
–Pero para nosotros, los obreros, cuando somos citados por la policía, no hay inmunidad obrera
...
Si bien en las anteriores dos semanas contra Le Pen se formó todo el frente republicano
para pararla –el mismo que paró a su padre en 2002 (y que está destinado a garantizar el triunfo de Macron)– toda la narrativa republicana
suele ocultar un detalle.
La razón detrás del impresionante avance del FN no es su exitosa detoxificación
(el término predilecto del mainstream liberal) sino el haber aprendido a articular su xenofobia usando las herramientas republicanas
y el hecho que muchas de sus demandas y lenguaje fueron absorbidos por el mismo sistema (véase: The Jacobin, 20/4/17).
En fin. Más que una paradoja, la victoria de Macron el domingo será un sintomático final para las elecciones presidenciales que fueron bautizados como un gran cementerio de las predicciones
.
Será una victoria de un candidato cuyo éxito debe mucho a varios accidentes en esta carrera, pero que a la vez desde el principio fue predicho
y ungido como una profecía autorrealizable
para salvar al sistema.
*Periodista polaco