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El narrador, historiador y periodista recibió la Medalla Bellas Artes del INBA

Reconocen las aportaciones de Héctor Aguilar Camín a la cultura de México

Su obra es parte de nuestra biografía, dijo María Cristina García Cepeda

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Lidia Camacho, Isaac Chertorivski, María Cristina García Cepeda y Héctor Aguilar Camín en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, donde se entregó al escritor la presea Bellas ArtesFoto cortesía del INBA
 
Periódico La Jornada
Miércoles 29 de marzo de 2017, p. 4

El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) otorgó la Medalla Bellas Artes al escritor Héctor Aguilar Camín (Chetumal, 1946), por sus grandes aportaciones a la cultura de México.

La titular del INBA, Lidia Camacho, en ceremonia efectuada en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, leyó unas palabras de la secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, dedicadas al también historiador y periodista.

“Son muchas cosas las que tenemos que agradecer a Héctor Aguilar Camín: sus cuentos y novelas, su pasión por la historia y el periodismo, su faceta de editor, su espíritu de cronista de su tiempo, su sorprendente capacidad para tender ese puente de ideas entre el pasado y la actualidad, para tratar de encontrar la brújula del futuro.

“La obra de un escritor, de uno tan apasionado y atento como Héctor, es parte de nuestra biografía. Desde Morir en el Golfo hasta Adiós a los padres, Aguilar Camín ha hecho de la escritura de ficción un compromiso, escribir bien, y eso es la búsqueda de lo verosímil, porque la verdad literaria está en la complicidad entre el libro y el lector, en el mágico espacio de la intimidad.

Ha hecho otro compromiso más con sus libros de ensayos: decir lo que se piensa con lecciones del pasado y las herramientas del observador permanente, las enseñanzas de lo vivido y de lo visto.

El contagio de las palabras

Héctor Aguilar Camín, luego de recibir la presea y escuchar los comentarios de su colega Rafael Pérez Gay y de su hermano Luis Miguel, dijo que sin la literatura su vida sería “infinitamente más pobre de lo que es, y más ignorante de sí misma. Sé muy bien del saber y de la alegría que hay en escribir, en el gesto inmodesto de creer que la escritura puede bastarse a sí misma para corregir el mundo.

Me hice escritor de la boca de mi madre y de mi tía, por contagio de sus palabras, por extensión del vigor y de la alegría con que aquellas hermanas contaban una y otra vez la historia del regreso del loro desplumado que el ciclón se había llevado por los aires en Cuba, o la historia de la noche en que mataron en el silencio de los grillos de Chetumal a Pedro Pérez, o la historia de la tragedia que Luisa Camín leyó en una baraja española y vio cumplirse luego en Camagüey, y desde luego la historia central de mi familia y de mi casa, la historia de la destrucción de mi padre por el suyo.