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Intentaron crear un mártir, pero sus rituales luctuosos son cada vez más desangelados

Caso Colosio: conspiración o asesino solitario, la duda persiste a 23 años
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José Narro, único orador en el homenaje a Luis Donaldo Colosio a 23 años de su fallecimiento, en la sede nacional del PRIFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Viernes 24 de marzo de 2017, p. 23

Fue mi jefe y mi amigo, dice, quizá para justificar su condición de orador único, el secretario de Salud, José Narro Robles, en el homenaje que el Partido Revolucionario Institucional rinde a Luis Donaldo Colosio en el mismo lugar donde, hace 23 años, se escuchó el grito de la militancia dirigido a Carlos Salinas de Gortari: ¿Quién fue, quién fue?

La pregunta sigue ahí. En la opinión pública persiste un bando, acaso mayoritario, que se inclina por la teoría de la conspiración sobre la versión del asesino solitario.

Con todo y que tras su trágica muerte los priístas trataron de convertirlo en un mártir y en un estadista, los rituales que conmemoran su muerte son cada año más desangelados.

Las calles adyacentes a la sede nacional del PRI están vacías. Las huestes de matraca no han sido convocadas. Sólo hay camionetas de escoltas en doble fila.

Dos centenares de dirigentes y empleados del partido se reúnen bajo una pequeña carpa. Al centro, el busto del sonorense y sobre su la estatua la frase más famosa de su más citado discurso, aquel del 6 de marzo de 1994: Yo veo un hambre y sed de justicia.

Cinco coronas esperan durante 23 minutos a los dos personajes centrales de la tarde. El presidente del comité nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, y Narro, quien en poco más de 20 minutos repasa el año horrible de 1994 y sube a Colosio a los altares de los ideólogos del Revolucionario Institucional.

El cuadro de honor del pensamiento político que dibuja Narro incluye a Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Jesús Reyes Heroles, Adolfo López Mateos, José Francisco Ruiz Massieu, Colosio y, por supuesto, a Enrique Peña Nieto (aplausos del respetable).

El repaso incluye, claro, la referencia a la cultura del esfuerzo de la que provenía Colosio y la condena de su absurdo asesinato.

Gracias a Colosio, dice Narro frente a un público que suma cientos de años en cargos públicos, el PRI entendió la necesidad de renovar su discurso.

Hemos aprendido de las derrotas, hemos hecho autocrítica sincera y entendido el mensaje de la sociedad, dice el ex rector de la Universidad Nacional, sin Duartes ni Borges en el horizonte, como si hablara del partido del año 2000 y no del actual, tercero en todas las encuestas y amarrado al 12 por ciento de aprobación de su principal figura.

Colosio, dicen quienes lo trataron, era cordial, franco, simpá-tico. Como jefe, un personaje duro (una de sus frases favoritas respecto de sus empleados era la confianza es buena, pero la desconfianza es mejor). Pero su trágica muerte lo convirtió en un símbolo del PRI y en el estadista que el país nunca llegó a conocer.

El cacareado sueño colosista de una reforma del PRI, solamente materializado en sus discursos, se perdió en la candidatura de Roberto Madrazo, los dos sexenios del PAN y el retorno tricolor a la presidencia con Peña Nieto a la cabeza.

Hoy sabemos que Carlos Madrazo y Luis Donaldo Colosio, adelantados a su tiempo, vieron (que) en la reforma democrática del PRI nos estábamos jugando el futuro del país, decía Roberto Madrazo en sus años de gloria.

Enrique Peña Nieto siguió el guión y llegó al poder proclamándose heredero de Colosio. ¿Por qué veía como aquel un México con hambre y sed de justicia? Quizá, aunque no necesariamente, porque Peña se ha declarado igual heredero de Lázaro Cárdenas, como hizo durante los debates de la reforma energética

En la primera fila están ex presidentes del partido y de la Fundación Colosio, familiares del extinto candidato, legisladores. Por ejemplo, César Camacho, coordinador de los diputados del tricolor, quien hace tres años, en esta misma fecha, endosó a Colosio la paternidad del Pacto por México y ofreció el retrato de un grupo en el poder que, si nos atenemos a una aprobación presidencial en los sótanos, distaba de lo que miran la mayoría de los mexicanos. “… se ha decidido intensamente, con vocación democrática, redistribuir el poder, su ejercicio es cada vez más horizontal; lo ejercen instituciones nuevas del Estado y se fortalecen las mejores prácticas de transparencia y rendición de cuentas”.

Beneficiario del dedazo, fiel soldado del PRI donde recorrió todo el escalafón, Colosio nunca rompió con Salinas. Su famoso discurso del 6 de marzo –encargado a mercadólogos extranjeros, afinado por sus asesores y revisado según algunas versiones por el mismo Salinas– ha sido interpretado como la pieza de un rebelde cuando en realidad era obra de los publicistas.

La retórica colosista, con todo y su origen, sigue vigente. La retoma José Narro con citas extensas que bien podrían corresponder a discursos recientes del presidente Peña Nieto: “¡México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia!

Ofrecemos cambio con rumbo y responsabilidad, con paz, con tranquilidad. Se equivocan quienes piensan que la transformación democrática de México exige la desaparición del PRI (frases del discurso del 6 de marzo de 1994).

¿Alguna diferencia con el discurso de Peña Nieto? Tómese un ejemplo: Si hace tres años era importante que el país no diera un salto al vacío, hoy es esencial que México no claudique en su proceso transformador (informe presidencial de 2015).

El discurso de Colosio es sonoro, atractivo, pero es solo uno. De modo que Narro recurre al comodín ideológico del PRI, Jesús Reyes Heroles, para denostar a aquellos que desprecian a las instituciones.

Y remata –a un nunca mencionado Andrés Manuel López Obrador– con una frase del veracruzano: Con las instituciones, todo, incluso su cambio. Contra las instituciones, nada (más aplausos).

Va cerrando Narro su discurso. Como si no hubiesen pasado 23 años, dice: Nuestros probados enemigos son la pobreza, la muerte evitable y la desigualdad, la ignorancia, la corrupción y la impunidad; esos son los males que queremos erradicar, esos son nuestros únicos adversarios de ayer y de hoy (aplausos subidos de tono).

Y termina con un elogio a Peña Nieto: Tenemos un presidente que ha sacrificado popularidad y rentabilidad política con tal de cumplir su responsabilidad.

En media hora, el PRI despacha el trámite. Narro desciende del templete en medio de un largo aplauso y se canta el himno nacional.

Queda para el año próximo la moraleja de la tarde: Y cuando el PRI volvió a homenajear a Colosio, el México con hambre y sed de justicia seguía ahí.