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Pérez Esquivel exige reparación del daño a los hermanos Iaccarino

Familia de empresarios víctima de la dictadura argentina aún espera justicia
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 28 de febrero de 2017, p. 24

Buenos Aires.

Cuarenta años después de la historia de terror vivida por la familia Iaccarino, empresarios secuestrados durante la pasada dictadura militar, la impunidad sigue reinando a pesar de todas las pruebas que los hermanos Carlos y Alejandro han logrado reconstruir con un trabajo único y ahora la justicia está cada vez más lejana, dice el premio Nobel de la Paz (1980), Adolfo Pérez Esquivel , durante una entrevista con la Jornada en la que exige justicia ya.

Pérez Esquivel considera que mientras la vida se les escapa a los hermanos, no se ha reparado en el daño que destruyó a esa familia de empresarios y a la esperanza de un sueño de economía social que incorporó a sectores excluidos y creó una posibilidad de mayor justicia.

Para Pérez Esquivel, la no reparación en este caso es debido a que existen intereses poderosos, gente que se quedó con todo lo que les robaron, campos e industrias es mucho dinero ahora y esos sectores que se apoderaron mediante los secuestros y las torturas aplicadas a estos empresarios para obligarlos a firmar la ventas de sus propiedades, como también sucede con el caso de Papel Prensa, están blindados otra vez y muchos están en el poder ahora.

Pérez Esquivel no duda en reclamar ante una impunidad jurídica y mediática inaceptable, para aquellos que se beneficiaron de la dictadura y que aún siguen libres y enriquecidos cada vez más, sobre el terror que vivieron las víctimas.

También como una víctima sobreviviente de la dictadura, Pérez Esquivel, compartió en algún momento una celda con los hermanos Iaccarino en la Unidad 9 de La Plata, y recuerda el calvario que vivieron éstos. Puedo decir que fue de una crueldad incomparable, tratando de doblegar la dignidad humana de estas víctimas.

Los hermanos Rodolfo, Carlos y Alejando Iaccarino, junto a sus padres Dora Emma Venturino y Rodolfo Genaro Iaccarino, fueron el primer grupo de empresarios secuestrados durante la pasada dictadura, de acuerdo a una investigación de la Comisión Nacional de Valores de la Ciudad de Buenos Aires, que se conoció aquí el 5 de septiembre de 2013. Los habían incluido en una lista de subversivos.

Alejandro Iaccarino, un hombre de admirable serenidad y voluntad para reconstruir día por día los sucesos de entonces relató a La Jornada esta historia, que después de tantos años encontró el primer camino a una justicia necesaria, a partir de los juicios que comenzaron bajo el gobierno anterior.

Un grupo peligroso

Cuando tenía 17 años y vivía con su familia en La Plata provincia de Buenos Aires, con una buena posición, ideó un plan económico expansivo general, que en realidad era un plan social destinado a romper con la intermediación.

A partir de allí, y aconsejado por un poderoso empresario que nada tenía que ver con lo que pensaba Alejandro, decidió llevar adelante su idea con trabajadores y sindicatos, inició un proyecto de construcción de viviendas sociales, que se extendió a la instalación de luz, luego instaló puestos de abaratamiento de alimentos en la vía pública, con lo que logró reducir los costos de la canasta básica familiar en más de un 50 por ciento.

Creando estas empresas siempre con un sentido de bien social, en 1974 logramos comprar un establecimiento ganadero y forestal de 25 mil hectáreas en la provincia de Santiago del Estero en el Noroeste del país. Luego empresas lecheras, pagando a los tamberos precios mucho más altos que los monopolios del momento y vendiendo el producto más barato, relata Alejandro.

Contra viento y marea formaron con cooperativistas una cuenca lechera en el noroeste argentino. La historia de estos logros sociales es muy larga, tanto como lo sueños de estos hombres, entonces jóvenes, cultos, entregados al trabajo y la educación, católicos enrolados en la Iglesia por los pobres, desafiando como una especie de quijotes modernos, a los poderosos. Eran amigos del padre Carlos Mugica asesinado por la Triple A en 1974 en Buenos Aires y de monseñor Paulo Evaristo Arns de Brasil.

En realidad éramos un grupo peligroso porque incidíamos en la formación de los precios, un ámbito reservado exclusivamente a las multinacionales y al disciplinamiento impuesto por la economía monopólica de la Escuela de Chicago, sostiene Alejandro, con una tranquilidad que nace de la paz interiorque lo ayudó a atravesar el infierno de la dictadura.

Cuando cerraron el primer balance de su Industria Láctea Santiagueña (ILSA), el 31 de diciembre de 1975, lo que significó un avance en esa zona para toda la población, comenzó la persecución directa bajo la dirección del ex policía Antonio Musa Azar, condenado por delitos de lesa humanidad en Santiago del Estero .

Eran los tiempos del criminal y contrainsurgente Operativo Independencia, antesala de la dictadura de 1976, que dejó miles de víctimas e inauguró en Tucumán y en el noroeste el experimento de los centros clandestino de detención y las desapariciones forzadas.

El día del golpe

El día del golpe, el 24 de marzo del 1976, por orden de la intervención militar en Santiago, se apoderaron del avión privado de los Iaccarino. El 12 de abril, el Banco Provincia de Buenos Aires les pasó todos los créditos con vencimientos escalonados a descubierto en cuenta corriente, según se puede leer en ese cuaderno de bitácora que escribieron los hermanos. Allí cuentan: Debimos malvender propiedades, vehículos y recurrir a gente conocida, pues ya estábamos en la lista negra en todos lados.

El 4 de noviembre de 1976, la familia fue secuestrada en dos operativos simultáneos en aquella provincia y Buenos Aires. Ya tenían armada una causa en su contra por Musa Azar y sus secuaces se encargaban de esos trámites falsos donde supuestamente los detenidos reconocían delitos de subversión.

Su padre y sus hermanos Rodolfo y Carlos fueron secuestrados en Santiago del Estero por órdenes de la X Brigada de Infantería dependiente del Primer Cuerpo del Ejército, Alejandro y su madre en Buenos Aires.

El padre estuvo detenido 13 días en la Brigada de Investigaciones de la policía de Santiago del Estero, y la madre Dora Venturino de Iaccarino, 17 días en la comisaría 21 de la Policía Federal, en condiciones deplorables ambos.

Entre el 4 y el 16 de noviembre, después de sufrir tormentos, liberaron al padre muy mal de salud. “Sus hijos secuestrados en Santiago del Estero, Rodolfo y Carlos, fueron esposados y subidos a un avión que los traería a Buenos Aires. A partir de ese momento empezó un calvario para los Iaccarino, que se prolongó veintidós meses, con catorce traslados y el paso por nueve centros clandestinos de detención diferentes y dos lugares policiales.

Los hermanos Iaccarino recorrieron esos lugares infernales, donde vivieron horrores propios y presenciaron el de otras víctimas. Nunca se puede olvidar el horror de esos momentos, revela Alejandro.

El 13 de enero de 1977 quedaron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Entre febrero y marzo del 1977, Rodolfo y Carlos pasaron a estar bajo prisión domiciliaria y Alejandro continuó detenido en garantía" con el sólo objetivo de fraguar la venta del avión privado. Al no poder concretarse la operación, los hermanos se rencontraron otra vez en la cárcel. La madre, Emma Venturino, solicitó un hábeas corpus. El 1º de agosto de 1977, el juez federal de La Plata, Leopoldo Russo, un cómplice de la dictadura ya fallecido, lo rechazó.

El infierno

De ese periplo, narran los hermanos que vivían en lugares donde eran “permanentes los gritos, se escuchaba la radio a todo volumen y los clamores de los torturados. El ya fallecido genocida general Ramón Camps, responsable de miles de secuestros y desapariciones, informaba que el 30 de mayo de 1977, los hermanos ingresaron a la Brigada de Investigaciones de Lanús. En realidad, llegaron a el Infierno como se conoció a una comisaría de Avellaneda donde los desapoderaron de todos sus bienes, obligándolos a firmar las falsas ventas.

La historia de los Iaccarino, los detenidos que más centros de detención y exterminio recorrieron y cuyo mapa trazaron para ayudar a otras víctimas, es la historia de quienes sobrevivieron para hablar de la tragedia y la rapiña que sufrieron.

Ahora siguen luchando por la reparación, cuando ya han muerto el padre, la madre, el hermano Rodolfo, que no pudo soportar las amenazas que sufrieron y siguen sufriendo, porque quienes les robaron los bienes, no están dispuestos a devolver nada.

Desde el 17 de enero de 2015 esperan la reparación, pero ahora Carlos está muy enfermo y Alejandro sigue luchando, por sus derechos un "adelanto" para ayudar a sostener a su hermano enfermo.

Al ser amenazado ya varias veces, debieron ponerle custodia de gendarmería, mientras quedan impunes no sólo los militares y policías, sino aquellos empresarios y jueces que se prestaron para cometer este crimen que acabó con una familia y con un proyecto con el que Alejandro aún sueña para terminar con la injusticia y la desigualdad.