Opinión
Ver día anteriorLunes 20 de febrero de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Es Trump el único responsable?
¿H

asta dónde llegará la insensatez del Partido Republicano en aras de defender a toda costa su no menos irresponsable agenda de cambios? ¿Estará dispuesto a sacrificar los principios que en el pasado lo caracterizaron como corresponsable en la conducción del país más poderoso y de la democracia que sus más connotados líderes, formados en el liberalismo-conservador, han defendido por siglos?

La pregunta no es retórica después de ver la descompostura con la que su presidente, al que apoyan sin remilgo, se ha comportado desde que llegó a la Casa Blanca, rubricada en su más reciente conferencia con la prensa. En ella, Trump hizo todo lo posible para romper el protocolo y el respeto que cualquier jefe de Estado guarda a los medios, y lo logró. Buena parte del tiempo lo dedicó a vituperarlos, quejarse y atacarlos por la forma en que informan lo que, según su punto de vista, es el trabajo pulcro de su administración.

Pero si lo de Trump es patético, la actitud de los dirigentes del partido que representa no lo es menos. Por ejemplo, ignorar que fue una grave falta del asesor de seguridad nacional entrevistarse con el embajador ruso, y negarse a una investigación independiente del hecho, es insólito. Richard Nixon fue depuesto después que una comisión independiente lo encontró culpable de espiar al Partido Demócrata, no de poner en cuestión la seguridad del país; Ronald Reagan fue investigado por un equipo similar en el embrollo Irán-Contra; otra misión investigó el ataque a las Torres Gemelas. Todas fueron creadas con la aquiescencia de los republicanos cuando el presidente también pertenecía a su partido.

No es nuevo decir que Trump es xenófobo, racista, misógino, egomaniaco y uno de los más ineptos, si no él que más, de los que han llegado a la presidencia de Estados Unidos. Pero, tal vez lo más importante es saber ¿qué es lo que el partido que lo llevó a la presidencia quiere o espera de él? Porque una cosa es decir que ganó la elección en circunstancias que se han discutido y continuarán discutiéndose por mucho tiempo, y otra muy distinta que todos los que votaron por él lo hicieron por la agenda del Partido Republicano, que amenaza con regresar al país a las catacumbas, según quedó probado con la aprobación de la responsable de la cartera de educación, quien quiere acabar con la enseñanza pública, o el responsable del medio ambiente, cuyo fin es desaparecer esa cartera por inútil, o el procurador de justicia, cuyos antecedentes racistas han quedado palpables a lo largo de su carrera.

¿Cómo entender y catalogar al Partido Republicano que dice representar los intereses de la sociedad estadunidense, si es capaz de comulgar con las ocurrencias matutinas y los fortuitos caprichos de Trump? Si no han caído en cuenta, está dividiendo a la ya de por si dividida sociedad estadunidense y, por añadidura, ha puesto a temblar al mundo amenazándolo con romper un delicado equilibrio que, incluso en las difíciles épocas de la guerra fría se había guardado. La única forma de describir al Partido Republicano es de irresponsable.

Si lo que Trump quiere es distribuir carteras para que un grupo de oligarcas se enriquezca aún más, es algo que parece estar dentro de la lógica corrosiva, y no menos cínica, que ha permeado las estructuras de poder en la Unión Americana. Esa lógica, aunque abominable, tiene un cierto sentido, pero no parece ser con la que procede Trump, por lo menos hasta ahora. Será como también se ha insinuado que no superó su adolescencia igualmente irresponsable. Lo que sí es posible es que arrastre al caos a Estados Unidos y a los países con los que tiene una estrecha relación, en primer lugar al nuestro.

Acusarlo y sorprenderse de sus desvaríos ya no es suficiente. La democracia estadunidense, que tanto admirara Toqueville, fue ideada con una serie de salvaguardas para protegerla de algún aventurero que quisiera subvertirla. Cabe preguntar si en el Partido Republicano se han enterado de ello, porque ahí están los corresponsables de la incertidumbre que ha creado este moderno reyezuelo sin ropaje.