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Es un sistema que produce lo peor, pero también cosas admirables, opina

Acapara el capitalismo artístico todo el consumo: Lipovetsky

Debemos ganar la batalla de la calidad, que es infinita

Considera que las luchas de los mercados van a ganarse en la sensibilidad estética, en la cultura

En la UAM Azcapotzalco dictó una conferencia magistral que inauguró el seminario El mundo del diseño

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El capitalismo artístico es la explotación y el uso de las formas y las emociones para desarrollar el negocio; hay una competitividad que no deja de acrecentarse, porque ahora la competencia es entre todos los países y todas las empresas, estima Gilles LipovetskyFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Sábado 20 de agosto de 2016, p. 9

Debemos dejar de satanizar al capitalismo, pidió ayer el filósofo francés Gilles Lipovetsky (París, 1944). Es un sistema que produce lo peor, pero de igual forma cosas admirables.

El también sociólogo discrepó de la actitud que la crítica radical tradicional mantiene contra ese sistema y consideró que lo importante es hacerlo evolucionar para el beneficio de la humanidad.

Como el capitalismo no tiene otro sistema enfrente y, dado que vamos a vivir con él, se debe buscar que cambie hacia lo mejor; y el sentido hacia lo mejor, para mí, puede resumirse en una palabra: la calidad.

Durante la conferencia magistral Estética, diseño y capitalismo artístico, con la que se inauguró el seminario Gilles Lipovetsky: El mundo del diseño, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) unidad Azcapotzalco, el pensador recordó que la modernidad nació con el desarrollo de la cantidad, cuando Henry Ford quiso producir automóviles en serie que no fueran costosos.

Fue así que el capitalismo logró difundir los bienes de consumo en masa. Al respecto, explicó: “Era la lógica cuantitativa. Lo que debemos hacer ahora es ganar la batalla de la calidad, que es infinita, no soñar con otros sistemas que no existen.

Podemos hacer que este sistema cambie. Se pueden hacer cosas notables, y una prueba es la publicidad, a la que generalmente se condena, y con motivos, pero eso no impide que en ella haya obras notables y grafismos que ahora están en museos.

Mucho por trabajar

Lipovetsky dijo que además de la batalla de la calidad, debe cambiarse la percepción hacia la educación artística, sobre la cual aseveró que no obstante que ha demostrado sus grandes bondades y funcionalidad, aún se considera secundaria.

Las batallas de los mercados van a ganarse en la sensibilidad artística, en la cultura, por eso tenemos mucho que trabajar en ello. En las escuelas administrativas debemos hacer que se sensibilice a las personas. Necesitamos comprender que los mercados no son simplemente ecuaciones comerciales; son una dimensión de educación.

Hizo un llamado para aprovechar lo mejor del capitalismo artístico, como él denomina a esta nueva era de la economía liberal, determinada por el empleo de la estética para propiciar y promover el consumo.

Afirmó que las sociedades contemporáneas deben orientar la formación artística, en el arte, hacia la educación y no sólo enfocarla a los negocios, sino para el desarrollo de cada persona, para que cada quien encuentre por medio de ella la producción de felicidad.

El filósofo afirmó que el nuevo rostro del capitalismo está configurado no sólo por la venta y la producción, sino por una dimensión artística.

Ahondó en que el capitalismo artístico se caracteriza por la incorporación sistemática y estructural del parámetro estético en todos los sectores que abarca el consumo de los hogares. De allí que lo diferencie del capitalismo financiero.

Mi hipótesis es que el capitalismo de consumo es totalmente un capitalismo artístico. Puede tomarse el producto más sencillo, por ejemplo una botella de refresco, y éste necesita de mucha producción, de diseño. Ya no se puede vender hoy un producto sin integrar esta dimensión de estilo y creación, que hace que estemos ante una situación totalmente nueva, dijo.

“La dimensión estética nos refiere a las formas, a lo que llamamos la belleza, el estilo. Cuando hablo de capitalismo artístico empleo esta última palabra en su sentido griego, aísthesis, que no remite a la belleza, sino a las emociones, la sensibilidad.”

Explicó que ese capitalismo es el sistema que moviliza, apela y explota los placeres y las emociones, y ejemplificó con el hecho de que se acude al cine a sentir emociones, no a buscar la belleza forzosamente.

Lipovetsky situó el origen de esta nueva vertiente capitalista a mediados del siglo XIX, con la creación en París de la primera tienda departamental del mundo, Le bon marché, a cargo de Louis Charles Boileau.

Ese establecimiento revolucionó la noción de las compras y las ventas, al ofrecer no sólo mercancías, sino todo un nuevo concepto en el diseño de interiores, con pinturas, escaleras y sobre todo vitrinas que no existían. Antes las personas iban a comprar, ahora también van a ver cosas bellas.

Precisó que a mediados del siglo pasado esa nueva variante del capitalismo se generalizó, pues hasta ese momento el núcleo era el capitalismo productivo: el carbón, el acero, el ferrocarril, y aunque el paradigma estético estaba allí, todavía no abarcaba a muchas personas.

El filósofo aclaró que cuando habla de proliferación estética se refiere a procesos, no a que vivamos en un mundo de belleza ni mucho menos a que sea un modelo más suave ni menos depredador o menos competitivo.

Necesitamos comprender que el capitalismo artístico simplemente es la explotación y el uso de las formas y las emociones para desarrollar el negocio, y que en él hay una competitividad que no deja de acrecentarse, porque ahora la competencia es entre todos los países y todas las empresas.

Según Lipovetsky son cinco los aspectos que distinguen al capitalismo artístico: el triunfo del diseño, la diversificación de estilos, la escalada de lo efímero y lo espectacular, la lógica de la hibridación y las actitudes y los gustos de las sociedades actuales.