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Un paseo por la Alameda
H

oy se festeja a Santo Tomás de Villanueva. Originario de Valencia, España, siendo religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín aceptó ser obispo forzado por el voto de obediencia. Tenía fama por su extrema austeridad personal y su ejercicio constante de la caridad. Se le admiraba porque en más de una ocasión llegó a entregar a los desposeídos todos sus bienes, incluida su cama.

Poseía una concepción inteligente de la piedad, ya que buscaba la manera de resolver de fondo la pobreza, proporcionándoles trabajo y medios de vida. Declaraba: La limosna no sólo es dar, sino sacar de la necesidad al que la padece.... Como provincial mandó a los primeros sacerdotes agustinos que llegaron a México.

Después de establecerse y levantar un gran convento con su templo adjunto, comenzaron a recibir frailes que deseaban ir de misioneros a oriente. La ruta obligada era llegar a Veracruz procedentes de España, reponerse de la larga travesía en la Ciudad de México e irse a su misión al continente asiático embarcándose en Acapulco.

Frecuentemente surgía el problema que al descubrir los misioneros la sabrosa vida en la capital de la Nueva España, muchos optaban por quedarse llevando al fracaso las misiones. Para evitarlo, los agustinos decidieron construir dos hospicios: Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás, donde los enclaustraban mientras se preparaban para el largo viaje.

El que llevaba el nombre del caritativo agustino Santo Tomás se construyó en la avenida Tlacopan, hoy avenida Hidalgo, a un costado de la Alameda. La hermosa construcción es de los materiales característicos del barroco capitalino: tezontle y cantera. Tiene un nicho que muestra la escultura del santo protector. La exquisita decoración de la piedra muestra la inscripción: Santo Tomas de Villanueva, año de 1780.

El interior luce un generoso patio rodeado de pilastras con arquería en las dos plantas. Después de que les fue quitado a los agustinos por las leyes de Reforma, tuvo usos diversos y finalmente años más tarde volvió a su vocación original al convertirse en el hotel Cortés.

Hace unos años fue renovado en su totalidad para convertirlo en un hotel boutique. Las habitaciones se equiparon con un original mobiliario artesanal, modernos y suntuosos baños, fina ropa de cama con mullidas colchonetas y todos los lujillos que ofrecen ese tipo de hoteles.

La antigua azotea se transformó en un moderno lounge, donde se escucha música tomando un copetín. De paso se solaza con la vista de las cúpulas de los viejos templos, la de edificios como Bellas Artes y el follaje de la Alameda. En el patio se puede desayunar y comer aunque no sea huésped.

Su excelente ubicación permite caminar a cinco magníficos museos que rodean la Alameda: Franz Mayer, de la Estampa, Bellas Artes, Arte Popular y el que alberga el formidable mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

Al terminar el recorrido por uno o todos según sus gustos, intereses y resistencia, hay que ir a comer. Hace muy poco abrió sus puertas el mercado Independencia, situado en el número 40 de esa calle, casi esquina con Luis Moya. Ocupa una hermosa casona antigua que alberga 24 locales que ofrecen distintas opciones para comer y beber, en un concepto muy contemporáneo y fresco.

Puedes seleccionar sushi en Katami, hamburguesas y malteadas en Antojería, flautas en Kahlo, Tlayudas en Luhulaa, cortes y tacos en El Lechón, mariscos en Cardumen, comida española, rusa, argentina y varias más. Para postre hay buenos helados, dulcería y chocolatería.

Si va de paso puede tomar rápido un café, churros con chocolate o un buen mezcal. Se come en un espacio abierto con mesas largas o en la terraza cubierta. Buenos precios en un ambiente grato.