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Con su trabajo el entorno urbano ha cambiado; es más vivo, afirma Azucena Cisneros

En Texcoco, los mismos vecinos ahora ofrecen espacios a los grafiteros
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Hasta la policía ha aprendido a respetarlosFoto cortesía de la dirección de cultura del ayuntamiento de Texcoco
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Periódico La Jornada
Lunes 16 de mayo de 2016, p. a15

Texcoco, Méx.

Aquí los grafiteros eran denostados, perseguidos, incomprendidos, pero ganaron terreno y bardas que los mismos vecinos les proporcionan, lo cual acabó con las corretizas y hasta con cierta actitud hostil de la policía, expresó en entrevista Azucena Cisneros Coss, directora de cultura del ayuntamiento de Texcoco, quien ha desarrollado con un pequeño grupo de colaboradores una labor que considera útil en un municipio poseedor de una historia ancestral y donde se rindió culto a Tláloc.

Entre los motivos dibujados por los jóvenes está su idea del mundo, de su país, de su barrio, de su entorno, de su familia y de las entidades prehispánicas. “Expresan emociones y un lenguaje claro. Son jóvenes, pero no tontos. Tienen una idea del mundo y merecen mucho respeto. Lo que hace falta es creerles, porque son confiables.

Lo mismo ves en un artista urbano de Cuautlalpan (localidad texcocana), que habla de la muerte. Hay un grafiti que aborda los sueños perdidos por la violencia; otro, de la infancia reprimida. Hay una gran diversidad e ironía. Convocamos en una ocasión sobre temas deportivos.

Necesario, hacerlos sentir que existen y dotarlos de derechos

Precisó: “No hemos descubierto el hilo negro, sino que hemos aprendido que son un grupo de referencia en el que se sienten reconocidos, respetados, nombrados, y lo que hace falta es nombrarlos, porque pareciera que son lo residual del sistema. En lugar de hacerlos sentir que existen y de reconocerlos, así como dotarlos de derechos y darles espacios, sucede todo lo contrario, lo que reprime su creatividad. Los jóvenes son el porcentaje más alto de quienes delinquen; son los que están matando en este país y, por ello, atenderlos es tarea urgente, impostergable.

En esta medida, en Texcoco hemos ido abriendo el espacio en el contexto de un festival cultural desde hace tres años. Fueron superadas las expectactivas y cada vez se inscribieron más chavos que pedían más bardas. No cerramos la convocatoria y la mantuvimos abierta. De 120 inscritos en el primer año, al siguiente fueron casi 200 interviniendo muros. El festival tiene una temporalidad y nos salimos de eso. Los chavos seguían pidiendo pintura y espacios, por lo que generamos un programa permanente. Han nacido colectivos, como El Alarido del Chaneque, en Cuautlalpan.

Se entra a Texcoco y se comienza a ver el trabajo, los colores, las letras de difícil lectura para el lego, los monos cabezones, las féminas de curvas voluptuosas, los perros sonrientes, los Tláloc.

Cisneros Coss añadió que con los pintabardas de bailes gruperos hay una guerra. “No vemos mal a los de los bailes. Es un negocio. Para los chavos es un asunto lúdico, de expresión. En un principio fuimos a solicitar las bardas y nos dieron permiso, pero eran ya, por tradición, de los barderos, que trabajan muros hasta de 20 metros. En ellos los muchachos grafiteros llegaron a hacer murales impresionantes, y al otro día aparecían manchados con agua con sal o destrozados. Y había corretizas, incluso de la policía, que también ha tenido que entrar en un proceso de reducación. Se clava contra los jóvenes... ¡es hasta cultural! Aconsejamos a los muchachos que se cuidaran para que no grafitearan y chuparan a la vez, que no se drogaran. La policía municipal ha aprendido a respetarlos.

El entorno urbano ha ido cambiando y el grafiti lo hace más vivo. Un empresario texcocano llegó con un grafitero, lo patrocina y lo envió a Puebla a estudiar diplomados sobre el tema de arte urbano. Eso fue suerte, pero la mayoría de los chavos se hacen grafiteros en la calle, con base en el ensayo y el error. Entre ellos se transmiten los códigos. Son sus propios maestros. Hay que entender que hay muchachos que no acabaron ni la primaria, concluyó.