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Esperando a Bojangles es la primera novela de Olivier Bourdeaut, fracasado en casi todo

Obra de autor disléxico se convierte en fenómeno literario del año en Francia

Esa historia de un niño criado en una familia bohemia que acumula deudas hace llorar y reír a los lectores en el Metro de París

Nada tiene que ver con mi prole; el único loco era yo, afirma

 
Periódico La Jornada
Martes 12 de abril de 2016, p. 5

París.

En attendant Bojangles (Esperando a Bojangles), la primera novela de un autor disléxico que hace llorar y reír a los lectores en el metro de París, se ha convertido en el fenómeno literario del año en Francia. Antes de escribirla en tan sólo siete semanas en casa de sus padres, Olivier Bourdeaut, de 35 años, había fracasado en casi todo lo que hacía en la vida, contó.

Parecía un chiste, cuenta el que fue un desafortunado agente inmobiliario, cuyo último empleo era telefonista en una editorial de libros de texto, rodeado de todos los libros que me torturaron de niño.

Al igual que el niño narrador de la novela, Bourdeaut siempre tenía problemas con los números y las letras.

Pero desde que ganó tres de los principales premios literarios de Francia, su libro, la historia de un niño criado en una familia bohemia que acumula deudas, está a la cabeza de las listas de mejores ventas.

La novela sedujo a la crítica y al público y Johanna Luyssen, del diario Libération, lo compara al bestseller mundial de Muriel Barbery, La elegancia del erizo (2006).

Al igual que en esa novela sobre una portera discretamente erudita, parece ser que las buenas intenciones también pueden generar buena literatura, escribe Luyssen.

Jerome Garcin, presentador del programa literario más escuchado de la radio francesa, fue todavía más elogioso. Apúntense el nombre de Olivier Bourdeaut (...) Se merece todo el éxito que va a tener con su extravagante y conmovedora fábula, dijo.

El libro fue publicado por Finitude, pequeña editorial de Burdeos. Desde las primeras líneas –Mi padre me dijo que antes de que yo naciera era cazador de moscas y que las cazaba con un arpón– el libro conduce al lector a un periplo fantástico a través de su peculiar familia y con la mascota Mademoiselle Superfétatoire (Señorita Superflua), exótica grulla.

En las frecuentes fiestas organizadas en el caótico apartamento, se consumen abundantes langostas y decenas de botellas de vino y champán. Los padres del protagonista bailan con sus amigos al ritmo del melancólico tema de Nina Simone, Mr Bojangles, motivo recurrente en el libro, que también es una gran historia de amor tragicómico.

Era un desastre

Aunque muchos dan por sentado que, como muchas primeras novelas, Bojangles es altamente autobiográfica, Bourdeaut insiste en que no. Realmente, nada tiene que ver con mi familia. En la mía, la única persona loca era yo, bromea.

Bourdeaut se crió en una familia católica de clase media de Nantes, donde su padre era notario y su madre ama de casa que cuidaba de sus cuatro hermanos y hermanas, entre los que Bourdeaut era la oveja negra.

Era un desastre; este es mi primer éxito en lo que sea, bromea este fracasado asumido. En la escuela me fue mal desde el principio. Era repetidor, me expulsaron y salí sin ningún título.

Su vida laboral no fue mucho mejor. Pretendí ser agente inmobiliario durante 10 años, pero resultó ser un fiasco. Desde entonces hice trabajos descabellados para sustentar mi actividad de escritor.

Después de trabajar durante cuatro años en un libro opuesto a éste –muy violento, oscuro y cínico– volvió a vivir con sus padres jubilados, que se habían instalado en España. “París era frío y triste, pero en España con mis padres hallé un cálido refugio de amor. Bojangles es el resultado de eso. Fue escrito muy rápido, en siete semanas, en esa atmósfera, un momento de alegría intensa”.

Y la alegría está a punto de diseminarse a todo el mundo gracias a las traducciones en 13 lenguas, incluido en español. Me encanta, dijo Delphine de Sousa, lectora que estaba comprando dos ejemplares de la novela en la librería parisina Comme un Roman, para regalársela a amigos.

Un día estaba leyéndola en el metro y me di cuenta de que todos me miraban, porque me estaba muriendo de risa y poco después estaba llorando, asegura.