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Frenar el desperdicio de alimentos
C

ada año son desperdiciadas en todo el mundo mil 300 millones de toneladas de alimentos, equivalentes a la tercera parte de la producción global para consumo humano. Estas cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) implican que al año se desechan 223 kilogramos de comida por cada habitante del planeta, mientras 800 millones de personas padecen desnutrición crónica y más de 2 mil millones presentan diversos grados de deficiencias nutricionales. Destaca también que el territorio empleado para producir los alimentos que terminan en la basura es mayor al de Canadá e India juntos, es decir, mil 400 millones de hectáreas.

En el caso de América Latina, el organismo señaló que los 127 millones de toneladas de alimentos tirados cada año podrían cubrir las necesidades alimenticias de 300 millones de personas, dato de especial relevancia en esta región marcada por las más agudas desigualdades.

Como queda de manifiesto, existe una preocupante paradoja entre la cantidad de alimentos desperdiciados en sólo un año y las crónicas carencias que en este rubro adolece una cuarta parte de la población mundial. Además, resulta revelador que el 28 por ciento del desperdicio tenga lugar enla fase del consumo y otro 22 por ciento en la de manejo y almacenamiento, es decir, la mitad del derroche se genera porque determinados sectores sociales adquieren mucha más comida de la que pueden consumir y por una palpable negligencia en la administración de los recursos.

Por otra parte, cabe recordar que la producción de alimentos es una de las principales fuentes de emisiones contaminantes y desechos tóxicos. En este sentido, el desperdicio tiene un costo inaceptable en términos de impacto ambiental si se considera que, por sus ingentes requerimientos de energía, representa 8 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.

Pero más allá de las responsabilidades puntuales que puedan señalarse en las distintas etapas de la cadena de suministro, la magnitud del fenómeno obliga a concluir que no se trata de accidentes aislados, sino de una contradicción intrínseca a la manera en que se producen, distribuyen y consumen incluso los bienes más indispensables en el marco de las economías de mercado. Así, la paradoja mencionada se explica por un afán de controlar los precios de los alimentos en vistas a la acumulación de capital, en un cálculo del cual quedan excluidos los daños éticos y humanitarios.

Es urgente una coordinación a nivel mundial para poner fin a este lacerante fenómeno en todas las fases de la cadena de suministro, comenzando por una toma de conciencia entre los propios consumidores e incentivando la adopción de las infraestructuras óptimas para el manejo adecuado de los productos alimenticios. Por lo demás, queda claro que todo esfuerzo será insuficiente si no se aborda con decisión el centro del problema, es decir, la contradicción entre un modelo económico diseñado para generar ganancias, por una parte, y el imperativo de satisfacer el derecho humano a una alimentación adecuada, por otra.