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¿La Fiesta en Paz?

David Cárdenas, torero de la vida y pintor de la fiesta

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Novillero en sus inicios y luego pintor de original técnica, David Cárdenas continuó su afición por los toros en cartulinas y telas. Arriba, detalle de uno de sus trabajos
C

omprobado por enésima vez que la llamada madre patria no se anda con cuentos a la hora de la reconquista –17 puestos a toreros españoles buenos, regulares, malos y pésimos en la pasada temporada de la Plaza México y cuatro puestos a mexicanos, dos de estos a un novillero, en la próxima Feria de San Isidro, en Madrid–, mejor volver los ojos a lo nuestro, mal que les pese a los taurinos cosmopolitas y a los incorregibles colonizados y sus torpes homenajes al empresario de Las Ventas. Tomen su reciprocidad.

Para ser torero no hay que parecerlo sino apasionarse por serlo, sentirlo y hacerlo sentir al tendido, sostiene el maestro David Cárdenas, quien el próximo 23 de mayo cumplirá 90 años de decirle sí a la vida y por lo menos 80 de dibujar, bocetear y pintar la fiesta de los toros, pues desde la primaria esbozaba rasgos de héroes históricos, paisajes y toreros famosos luego de leer con avidez sobre sus vidas y milagros. Autodidacta, ha pintado profesionalmente durante medio siglo y el único que en su madurez decidió hacer óleo a espátula, imprimiendo fuerza y originalidad a sus cuadros.

De su natal Uruapan lo mandaron a estudiar la secundaria a Cuernavaca, donde lo único que aprendió fue a hacer deporte en serio, hábito que no abandonó nunca, al grado de que al último jugaba frontenis y ya de viejito, squash, alardea sonriente, levantándose repetidas veces del sillón con una agilidad de adolescente y de paso pegar templados y garbosos muletazos.

“Regresé a Uruapan sólo para hacer mi lío y andar de novillero por los estados. A cambio recibí mil palizas, cuatro cornadas serias y algunas satisfacciones, pero desde siempre el sistema taurino exige no sólo cualidades sino dinero a quien sueña con ser alguien. Nunca llegó la oportunidad pero llegaron los hijos, pues luego de conocer a Charito, una mujer excepcional, a los tres meses nos casamos y no nos equivocamos pues llevamos 60 años apoyándonos el uno al otro. Cuando vendía, mis dos hijas, mi hijo y mi mujer me recibían con porras, y cuando no vendía… también.”

“Fui miembro fundador del Jardín del Arte San Jacinto, en San Ángel, donde al principio habíamos dos o tres pintores y yo el único de tema taurino, y también del jardín de Sullivan. Nunca he sabido promover mi obra, sólo me he dedicado a pintar, en buena medida para sublimar mi pasión taurófila y mi gusto por el flamenco. Dejé los ruedos pero continué mis faenas en las telas. He olvidado muchas cosas pero siento muchas más. Expuse en Madrid, en Quito, en San Antonio, Texas, y en muchas ciudades del país en cerca de cien exposiciones colectivas. He ganado concursos y obtenido premios y, quizá lo más importante en el difícil medio taurino, he hecho y conservado afectos.

“Además de temas costumbristas y paisajes, también realicé murales taurinos, uno de 28 metros cuadrados en la plaza La Taurina, de Huamantla, Tlaxcala, donde reuní entre otros al Ranchero, al Callao, a Gabino Aguilar, Gonzalo Yturbe, Miguel Villanueva, Raúl Ponce de León y El Pana, así como en San Miguel Allende, Guanajuato, y en Morelia, Michoacán, con sendos homenajes a la dinastía de los Silveti.

“Con 80 años –remata incansable David Cárdenas– me despedí con un novillo de dudosa procedencia que le pegó un maromón a mi compañero Carlos Peña Peñita al banderillearlo. No me interesa rematar mi obra; exhibirla sí. Gracias a Dios y a la vida he estado en las entrañas de la fiesta y disfrutado de ella sin cuestionarla.”