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Es más barato y miles de veces más eficiente que los sistemas convencionales

UNAM y Politécnico crean método para la modificación genética de hongos

Este desarrollo puede tener impacto en las industrias farmaceúticas, papelera, alimenticia y textil

 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de marzo de 2016, p. 29

Un grupo de científicos del Laboratorio de Ondas de Choque del Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (Cfata) de la UNAM, con sede en Juriquilla, Querétaro, y del Cinvestav-Irapuato, ha logrado la transformación genética de hongos filamentosos con ondas de choque, método precursor a escala mundial que es más económico, rápido, reproducible y cientos, incluso miles de veces más eficiente que los convencionales.

Se trata de organismos microscópicos, importantes en la industria porque se utilizan en la producción de enzimas para la obtención de antibióticos, insulina, vacunas, anticoagulantes, pesticidas, solventes, conservadores y hasta ácido cítrico, explicó Achim Loske, responsable del laboratorio.

Al transformarlos genéticamente “podemos aumentar la producción de las enzimas que secretan. Con este método les podemos dar la ‘instrucción’ de incrementar o, incluso, generar un tipo de enzima que sea de interés. Se ‘reprograman’ para que hagan lo que queremos”.

Así, este desarrollo puede tener impacto en las industrias farmacéutica, papelera, alimenticia o textil, y ya obtuvo una patente nacional.

Los métodos convencionales para transformar hongos genéticamente son poco eficientes y poco reproducibles; eso los encarece, puntualizó Loske.

Las ondas de choque son pulsos de presión sumamente cortos. Se producen en una tormenta eléctrica, con el paso de un avión supersónico o en una explosión, por ejemplo.

En este caso se crean ondas a escala pequeña. Esencialmente consisten en eso: un aumento súbito de la presión, incrementando su valor hasta mil 500 veces la presión atmosférica, y una caída, en un tiempo de millonésimas de segundo. Achim Loske explicó que lo que produce la permeabilidad de la membrana no son las ondas de choque en sí, sino un efecto secundario.

Las células son muy resistentes a los cambios de presión, pero con el paso de esas ondas se da un efecto llamado cavitación acústica, caracterizado por la expansión súbita y el colapso violento de microburbujas que se encuentran en la suspensión de esporas de hongos y ADN. Al colapsar emiten microjets del propio líquido a altas velocidades, que perforan las membranas de las células.

Hasta el momento, las pruebas se han realizado con diferentes especies: Aspergillus niger, principal productor de ácido cítrico en el mundo; Trichoderma reesei, de proteínas, y Phanerochaete chrysosporium, capaz de degradar lignina, polímero derivado de la madera.

Igual pasa con Fusarium oxysporum, transformador de biomasa en combustible, y Mycosphaerella fijiensis, causante de plagas en plantíos de plátano; en este último caso la meta es inactivarlo para que no provoque daños.