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Pánico en Bruselas
Cirugía de guerra, el reto para médicos

Práctica común en un campo de batalla, no en una ciudad

 
Periódico La Jornada
Jueves 24 de marzo de 2016, p. 4

Bruselas.

Cuerpos destrozados, miembros arrancados y hierros clavados en la carne es lo que enfrentan los médicos que desde el martes tratan a las víctimas de los atentados.

Son lesiones de guerra, miembros arrancados, fracturas, traumatismo cerebrales, quemaduras, explica Jacques Creteur, jefe del servicio de cuidados intensivos del hospital Erasme, de Bruselas, donde han tratado a 16 víctimas de los atentados del martes en el aeropuerto y el Metro de la capital belga.

Lo más duro es que todas son víctimas inocentes, asegura.

Tres pacientes se debatían este miércoles entre la vida y la muerte en este hospital, uno de los muchos que atiende a las víctimas. El más reciente balance oficial es de 31 muertos y 270 heridos, muchos de ellos graves.

Hemos tenido pacientes que llegaron con los miembros arrancados, impactos de restos de vidrio que volaron o de metralla, a veces de una bomba o de un mueble que explotó, detalla Creteur.

Ante estas lesiones, para salvar a las víctimas, hay que practicar una medicina más común en un campo de batalla que en una ciudad europea.

“En muchos de los pacientes tuvimos que aplicar lo que llamamos ‘control de daños’, es decir, una primera operación para detener la hemorragia o, en el caso de un miembro completamente destrozado, una operación para ponerlo simplemente en su sitio, nada más”, explicó el doctor.

En los pacientes más graves intentar curar demasiadas lesiones en una sola operación es demasiado arriesgado, porque la pérdida de sangre o las complicaciones pueden poner el peligro sus vidas.

Los médicos prefieren estabilizar primero a los pacientes. Es cirugía de guerra, en el ejército son expertos en el control de daños, afirma Creteur.

Para complicar aún más las cosas, el efecto de una explosión de esta magnitud puede tener consecuencias que no se detectan en un primer momento. Es el caso de la onda expansiva, que puede afectar al cerebro, los pulmones o los intestinos.

Encontrar las lesiones es una carrera contrarreloj para los médicos, que no sólo usan la cirugía, sino también escáneres corporales completos para detectar el daño antes de que sea demasiado tarde.

Al mismo tiempo, para las víctimas más graves, sobrevivir es sólo el primer paso, porque las consecuencias pueden ser de por vida, explican los médicos.

En muchos casos tendrán que pasar meses en rehabilitación. A ello se une el riego de depresión y de estrés postraumático tras haber vivido un atentado, que a veces impide a las víctimas subirse a un tren o estar en un lugar con mucha gente.

Christian Melot, el jefe de servicio de urgencias, explica uno de los casos que más le ha han marcado, el de un hombre joven con heridas graves que llegó al hospital. Ese día su madre le llamó para decirle que hubo un atentado en el aeropuerto y que no tomara el Metro. “Y él dijo ‘Pero esto pasa en Zaventem, no tiene que ver con el Metro’. Luego lo tomó y resultó herido en la explosión en la estación de Maalbeek”, explica.

Un cúmulo de circunstancias realmente increíble, pero desgraciadamente es lo que le pasó, lamenta.