Opinión
Ver día anteriorSábado 12 de marzo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Xenakis, Ligeti
H

ace unos días, el Ensamble del Cepromusic, bajo la conducción de José Luis Castillo, dio inicio a su temporada 2016 con un sólido programa dedicado a dos clásicos indispensables del siglo XX: Iannis Xenakis y György Ligeti. Hoy los recordamos, respectivamente, como un compositor griego y un compositor húngaro pero, por coincidencia, ambos nacieron en Rumania. La primera parte del programa estuvo dedicada por entero al severo y especulativo Xenakis, iniciando con Palimpsest. Obra compleja organizada y desarrollada principalmente en pétreos bloques de instrumentos o timbres, también tiene momentos en los que el compositor se aparta de esas uniformidades para dar paso a un discurso de numerosas líneas independientes que conforman una intrincada trama conceptual y sonora. Otro elemento de contraste en Palimpsest: los episodios cimentados en distintos ostinati, versus otros en los que predomina lo aleatorio. Este complejo y diversificado discurso es anclado por Xenakis alternativamente en el piano (en las manos expertas y poderosas de Gonzalo Gutiérrez) y en la percusión.

Después, el explosivo solo de percusión titulado Rebonds, un standard indispensable del repertorio, en el que la organización formal es más fácilmente perceptible que en Palimpsest, gracias al uso que el compositor griego hace de los pulsos, los patrones y la reiteración finamente calibrada de ciertos gestos. Al escuchar esta versión de Rebonds en vivo no pude menos que pensar que algo del espíritu de esta obra se ha filtrado en el pensamiento musical de Steve Reich, particularmente el Reich que ha creado obras como Drumming. La sabia combinación de membranas no afinadas para obtener abstractos juegos de alturas, con una pentamarimba en la segunda parte de la obra, da a Rebonds una singular hibridación tímbrica que es en buena medida uno de los atractivos particulares de la pieza. A destacar, la potente y concentrada interpretación a cargo del percusionista Orlando Aguilar.

El apartado Xenakis de este concierto inaugural del Ensamble del Cepromusic se cerró con una intensa versión de Anaktoria, para ensamble mixto, pieza basada en un planteamiento estructural a la vez claro y complejo. El discurso musical está anclado en sus extremos por un corno y un fagot, equilibrados al centro por un clarinete, y complementados por un quinteto de cuerdas. Registros extremos, técnicas instrumentales extendidas, microintervalos y otros recursos sonoros, dan forma a una obra intensa, de desarrollo inexorable y un alto octanaje sonoro.

La segunda parte del programa, dedicada a Ligeti, fue cubierta por una de sus muchas obras maestras, el Kammerkonzert (Concierto de cámara), que en su título y su espíritu parece aludir por momentos a la herencia de la Segunda Escuela de Viena. Aquí, Ligeti se vale de una vasta paleta de texturas para desatar un abigarrado discurso de apretadas tramas polifónicas, siempre mutables, en constante estado de flujo, que en amplios trechos de la partitura provocan una impresión caleidoscópica muy particular. A la vez, Ligeti desarrolla las ideas del Kammerkonzert a través de un juego de contrastes expertamente calibrados.

Como es costumbre en los conciertos del Ensamble del Cepromusic, fue evidente el conocimiento profundo de causa de José Luis Castillo sobre este repertorio, así como el rigor en la preparación y presentación de las cuatro obras programadas. Otra buena nueva: el público, además de numeroso, fue joven en su abrumadora mayoría, lo cual siempre será un plus en cualquier concierto, especialmente si se trata de música contemporánea. La sede de este destacado concierto, sin embargo, no es una buena nueva. A lo largo del tiempo, he intentado una y otra vez escuchar con tolerancia y oídos abiertos, pero simplemente no hay manera. Ni el Ensamble del Cepromusic, ni la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, ni los Concertistas de Bellas Artes, ni nadie, debiera sufrir el tormento de tocar o cantar en la infame acústica de la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Por extensión, el público debiera ser eximido de escuchar música en tales condiciones. Me pregunto una vez más si hay remedio, si es posible hacer algo. Ojalá.