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Visita Papal

Sacerdotes a cargo de albergues expresan esperanza en el pontífice

Ojalá le alcance la mirada para la tragedia de los migrantes en México
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 16 de febrero de 2016, p. 6

Desde La Casa del Migrante de Saltillo, donde recalan cada semana centenares de viajeros exhaustos, con frecuencia despojados por experiencias de extorsión, el director del albergue, Pedro Pantoja, expresa su esperanza de que al papa Francisco le alcance la mirada para poder ver, más allá de los flujos de los perseguidos del Medio Oriente y África que inundan Europa, la gravedad de la crisis migratoria de quienes atraviesan México desde Centroamérica.

A lo largo de las rutas por las que transitan estos migrantes, el Episcopado mexicano mantiene cerca de 70 albergues. La mayoría brinda asistencia básica (comida y techo por una noche), pero unos cuantos refugios gestionados por religiosos se han atrevido a ir más allá de lo asistencial y se arriesgan a proteger y defender a estos viajeros de los ataques del crimen organizado y los cuerpos de seguridad que se coluden con ellos.

Son oasis –en Tabasco, Oaxaca, Veracruz, Saltillo– que con frecuencia significan para los indocumentados la diferencia entre la vida y la muerte. La obligación de la Iglesia es estar a su lado, afirma fray Tomás González.

Tres sacerdotes que forman parte de esta cadena humanitaria –Pedro Pantoja en Saltillo, Tomás González en Tenosique y Alejandro Solalinde en Ixtepec–coinciden en que su labor camina sin el apoyo de la Iglesia mexicana, que les ha dado la espalda. Los tres curas fueron entrevistados por La Jornada.

Los organizadores de la gira del papa Francisco han tenido buen cuidado de mantenerlos lo más lejos posible de los actos en que participará el jefe del Vaticano, sobre todo en la etapa de Ciudad Juárez, donde está previsto un mensaje central sobre migración.

Pedro Pantoja confía en que el pontífice no dejará que la tragedia sin precedentes de los migrantes en Europa eclipse la extrema gravedad del flujo de Centroamérica hacia el norte. Sabemos que trae una propuesta muy importante, que quizá no va a agradar mucho a los gobernantes, pero sí será de gran luz para nosotros, los defensores.

Fray Tomás valora el compromiso de Francisco con el problema de la transmigración. Recuerda que a pocos meses de haber sido elegido en Roma, el nuevo Papa viajó a la isla italiana de Lampedusa para visibilizar la tragedia de quienes se estaban ahogando en el Mediterráneo.

Al año siguiente quisimos hacer una réplica de ese mensaje pastoral y nos fuimos a El Ceibo, en la frontera con Guatemala, para poner a la luz pública los secuestros, extorsiones y persecución que están sufriendo los migrantes. El obispo de Tabasco, Gerardo Rojas, nos acompañó. Pero las autoridades nos corrieron de ahí, con todo y el obispo. A los dos días recibimos un mensaje de apoyo del Santo Padre.

Solalinde a su vez considera: El problema no está en Francisco, sino en quienes están manejando la visita. Para evitar una confrontación dentro del clero, asegura el director del albergue Hermanos en el Camino, de Ixtepec, Oaxaca, la red de albergues no hará ningún pronunciamiento o acto público. Que no nos tachen de protagónicos ni de oportunistas.

Pantoja admite: Nuestros superiores son tibios, poco sensibles. Sacerdote de origen obrero, fue migrante en su juventud, recolector de uva y activista en las luchas de César Chávez en la California de los años 60.

La Pastoral de la Movilidad Humana es el área que, en la jerarquía católica, atiende el tema migratorio. Actualmente la dirige el obispo de Cuautitlán, Guillermo Ortiz Mondragón, clérigo muy cercano al Grupo Atlacomulco.

Dice Solalinde: Al obispo Ortiz lo pusieron ahí para quitarse de encima a los religiosos que estábamos alertando sobre la forma en que el crimen organizado y las autoridades estaban viendo el flujo migratorio, como un gran negocio a explotar. Lo primero que hizo él es marginar a esa iglesia profética. Con el anterior responsable, el obispo Rafael Romo, habíamos logrado integrar un equipazo. Pasamos a ser, de asistentes, a defensores y activistas de los derechos humanos.

En 2009 Pantoja envió un informe al entonces presidente Felipe Calderón. Le demostramos que en un solo año fueron extorsionados cerca de 80 mil migrantes, lo que generó al crimen organizado una ganancia de millones de dólares a costa de cientos de asesinatos y desapariciones. Y le alertamos que en esa actividad había mucha complicidad con fuerzas de seguridad. No se hizo nada.

Meses después –24 de agosto de 2010– sobrevino la masacre de 72 personas de un convoy de migrantes en San Fernando, Tamaulipas, zona rigurosamente vigilada por militares y policías federales.

Los hechos siguieron demostrando que las advertencias de los curas eran reales: en 2011 ocurrió una segunda masacre: al menos 193 cadáveres en las fosas clandestinas en la misma región. En 2012, en Cadereyta, 49 torsos de migrantes hondureños destazados.

Luego de la sustitución de Romo por Ortiz Mondragón, un prelado que se había hecho notar en su diócesis por cerrar albergues vitales para el auxilio de los migrantes en su paso por el estado de México, empezó una gestión soterrada por desmontar la obra de la Pastoral. Y aquí como los que mandan son los obispos, muchos de los religiosos de la red de albergues se han tenido que cuadrar. Pero hay otros que resistimos. No podemos ni queremos estar en contra de la propia Iglesia, pero nos hemos alejado de las reuniones de la Movilidad Humana para evitar fricciones.

Por la política del Episcopado, muchos de los albergues más comprometidos con los derechos humanos se separaron de las estructuras eclesiales. Varios ejemplos: las reconocidas Patronas de Amatlán de los Reyes, Veracruz; el albergue de Apaxco, en Hidalgo, que se dice ecuménico; un refugio laico en Nayarit, El Tren de los Sueños. En Huixtla, Chiapas, el padre Heyman Vázquez ha tratado de abrir un albergue, pero el obispo de Tapachula no lo autoriza.