Opinión
Ver día anteriorLunes 1º de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Oreja y rabo al aficionado
U

n horizonte de colores
al caer la tarde
aullaba en el tendido.

La Plaza México llena hasta el reloj, el ambiente se llevaba la tarde y el alma de la fiesta brava, sabor a vino y morcilla, cálido tacto, parpadeaba la mirada del sol a la sombra, perdido en la multiplicidad de mujeres guapas que me enloquecían. Los claveles del arreglo floral en el redondel reventaban antes del ¡olé! tan mexicano que retumbó en la nueva Ciudad de México (ja ja). Tanta animación: fantasías de toreo soñado, planeación de boletos, reventa, molestias, gasto exagerado, se estrellaron ante lo no creíble. Contrario a lo que se esperaba los toritos de Los Encinos y de Fernando de la Mora siguieron el ritmo de la temporada: débiles, descastados, sin transmisión, un alfilerazo y algunos rodando por el redondel ¡que no puede ser!

Los aficionados a toros, enloquecidos soñábamos desde octubre, sueños de abracadabra: toros negros, negros toros, terciopelo negro, de cabeza grande. Una muerte en cada asta, una pena en cada gota. El romance de la sangre alborotada, el tormento por el abandono de los toros. Ausencia que era pena. Llanto fuerte de la sangre ardiente del rey de la torería José Tomás que pasó de largo.

La ganadería brava con su poesía torera y el paso doble rasgando la tarde en qué nube estará perdida. En donde anda la ganadería brava con sus negros sonidos como los de sus toros, dentro de los cuales están algunos toreros. La ganadería brava está perdida con niños que tocan la guitarra y torerillos que ensayan los pases naturales a la luz de la Luna y nos mandan el fantasma de los jóvenes toritos (así se dice actualmente) y la corrida queda revolcada en la mitad del redondel. Oh ganadería brava en dónde andas perdida que la afición entregada cual toreo de zapatillas clavadas en la arena de José Tomás se tuvo que singularizar ayer en la frustración en que se meció, más quieta que una estatua con tal de no perder los controles.

La afición recibió a multitud de nuevos y nuevas aficionados –eso sí, guapísimas– que femeninamente absorbieron el coraje en relación a lo esperado. No era una corrida más. Era la corrida que más expectación había despertado en muchos años y como suele suceder terminó en decepción. Y es que el misterio que José Tomás despierta en los cabales es una pasión nueva, original, de difícil descripción. Sensación de zapatillas clavadas en la arena y de tela roja como parte de las muñecas. Pese a ligar dos faenas por ayudados y naturales al cuarto de la tarde algo faltaba: el toro. Igual en su primer toro, faena de pases sueltos que le valió una oreja protestada con razón y que regresó a manos de los subalternos. No se diga un Joselito Adame que le plantó cara al torero madrileño compartiendo orejas del último de la tarde también protestadas.

José Tomás me deja en el recuerdo esa presencia singular que se va, que no tiene nombre, ni día, ni año ¿lo volveremos a ver en México?