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¿La Fiesta en Paz?

Morantepatía aguda o la falta de costumbre de ver toreros con sello

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No se exigen en las plazas catedrales con cuernos, sino el toro mexicano con edad y trapío para que las faenas tengan nivel ético, no sólo estéticoFoto Archivo
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unca imaginaron cuantos se enloquecieron con la llamada época de oro del toreo en México y poco después con la edad de plata, las paulatinas y graves pérdidas que sufriría la fiesta de toros con las embestidas de la modernidad y de los propios taurinos, comenzando por la bravura, pasando por la televisión y acabando con la personalidad, esto último en ambos sentidos ya que en las citadas épocas ganaderos, toreros, cuadrillas e incluso monosabios la reflejaban en su quehacer en el ruedo y en fotografías.

La personalidad entendida no como reflejo de un temperamento y una fuerza de carácter, sino sobre todo como sello peculiar y distintivo de la manera de entender el toreo y de ejecutar las suertes, hasta lograr acariciar la emocionalidad del espectador, no del entendido, sino del que asistía al rito táurico sin más intención que la de trastornarse y verse reflejado por los toreros de su predilección. Había bravura, no kilos, y miles que seguían a distintos héroes de luces… con sello y con celo, más aún, con carisma, esa capacidad de algunos para atraer o fascinar con su hacer y decir o, desde una perspectiva sicosocial, irradiar luz sobre una comunidad o una multitud. El negocio de los toros fue menos turbio y a más competencia ante la bravura sin gordura, había mejores entradas, mayor competencia y más pasión.

Perlas variopintas brotaron por doquier luego de los momentos de torería de Morante –55 tardes en 2015, no olvidarlo– ante un toro mansurrón y de discreta presencia pero pasador de Teófilo Gómez, despachado de mediocre volapié y ridículamente premiado con dos orejas y arrastre lento al descastado. Transcribo algunas frases no por emotivas menos desafortunadas: “No llevó la gente que hubiéramos esperado… El toro humilló con voluntad y nobleza… Morante tuvo el talento para cerrarle los espacios… No fuimos a juzgar ni a presumir que somos grandes aficionados… Es irrelevante si corta una o dos orejas… Lo aprovechó muy bien… Deslumbra en tres doblones rodilla en tierra… Dejándolo siempre puesto con una impensable perfección… Precioso aunque chico el cuarto… no es una faena únicamente valiosa en lo estético, lo es en el drama de observar cómo las posibilidades aparentemente limitadas del toro crecen conforme el de la Puebla está en el sitio… angelical quite por chicuelinas… a compás, con aroma de soleares”… Etcétera.

La tauromafia que se adueñó de la tradición taurina de México procura ser muy seria en sus enjuagues y si nunca da una explicación de la sucesión de sus atropellos, el público afectado, que no hizo ni un cuarto de entrada, tampoco se cuestiona ya si la fiesta tendría que ser brava o nada más pasadora para ver torear bonito a algunos que figuran y seguirla pasando. Con pleno conocimiento de su creciente mansedumbre, ¿quién escogió, adquirió y aprobó el encierro de Teófilo Gómez? Respuesta: Morante, la empresa y las autoridades de la delegación Benito Juárez. Así no se puede.

Medios Unidos por la fiesta es el bonito nombre que algunos conductores de programas taurinos de radio, televisión y redes dieron al evento anual en el que en una hora de duración siete especialistas reflexionan en voz alta. Poco tiempo para tantas cavilaciones. Aun así, el domingo 17 a las 21 horas externaron sus inquietudes en torno a la creciente irrupción de usurpadores de la verdad taurina pero con la morantepatía que los aquejaba, no pudieron abordar el último tema prometido: ¿Qué cambios debe sufrir (sic) la fiesta brava para recuperar su popularidad? Pues que se vayan todos y regrese la bravura; tanto cachondeo no es defendible.