Opinión
Ver día anteriorLunes 28 de diciembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pormenores de la estabilidad
E

l Banco de México siguió puntualmente la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de elevar las tasas de interés de referencia en un cuarto de punto porcentual. Fue el primer país de las llamadas economías emergentes en hacerlo. Es mucha la presión del mercado estadunidense sobre el nacional, las fronteras están muy abiertas, no sólo al tráfico de mercancías y de personas, ambas de tipo legal e ilegal, sino a los movimientos de capitales, igualmente legal e ilegal.

El valor del peso se ha movido rápidamente ante el dólar y las tasas de interés son indicador relevante de los precios relativos del dinero. Durante muchos meses se especuló con el momento y la magnitud de la subida de las tasas por la Reserva Federal, y el Banco de México utilizó una parte de las reservas internacionales para apuntalar el peso. De todas formas, éste se devaluó en el segundo semestre del año de 15.66 a 17.20 pesos por dólar, con un pico que llegó a 17.38 a mediados de diciembre. El uso de las reservas para amortiguar la depreciación no fue efectivo y el mecanismo de intervención en el tipo de cambio se ha reducido en semanas recientes.

Los manipuladores del mercado dicen constantemente que éste va integrando de modo anticipado los efectos de los cambios que se registran; después de todo, los precios son señales. Pero esto se extiende a las mismas expectativas acerca de las decisiones, como la que anunció largamente la señora Yellen, presidente de la Reserva Federal.

Las expectativas de este tipo suelen estar sobrevaluadas y, con ella, la capacidad de acción de los bancos comerciales, las más grandes empresas e incluso los bancos centrales, como el de México. Esta noción de unas expectativas adaptativas, o más aún si se toman las denominadas como racionales, tienen que ver con la manera en que se enfrenta la incertidumbre. Son de una estirpe distinta de la incertidumbre radical (del tipo de los cisnes negros), como la que enmarcó la crisis de 2008 y sus secuelas.

Pretender que este aspecto radical de la incertidumbre ha sido superado es un gran error. Existen aún agujeros de relevancia en los balances de muchos de los más grandes bancos que operan globalmente, y la intrincada red de relaciones que se establecen en las transacciones financieras es enorme y va dejando rastro.

Recientemente se ha sabido de algunos grandes fondos que invierten en títulos de empresas de baja calidad (bonos chatarra) y han declarado que no pueden pagar a sus inversionistas, lo que ha colapsado los precios de esos bonos y extraído miles de millones de capital de sus cuentas. La especulación se exacerba con las discontinuidades entre los tiempos en que se compromete la entrega del dinero a los clientes y, por otro lado, el tiempo más largo de las apuestas con títulos muy riesgosos, que no tienen liquidez comparable.

Es la misma historia de siempre y estos fondos no actúan en solitario, sino en esas redes de flujos financieros por todo el mundo. El carácter de la especulación financiera sigue siendo excesivo por naturaleza y la regulación internacional en torno a las acuerdos del Banco de Pagos Internacionales (Basilea) no atiende el tema esencial del riesgo en el sistema bancario. La resistencia de los grandes jugadores es notoria.

La inflación en México fue de 0.26 por ciento a mediados de diciembre, por debajo de lo esperado (0.30). El crecimiento de los precios, medido en términos anuales, es de 2 por ciento, con una tendencia a la baja y las previsiones para el año entrante son de 3 por ciento, lo que sigue estando dentro de los límites fijados por el Banco de México desde hace ya un largo periodo.

Con más altas tasas de interés y un peso devaluado la inflación sigue bajando y está contenida. No hay razón para creer que necesariamente los banqueros centrales saben algo que todos los demás ignoramos, y que actúan de modo que sus objetivos siempre están bien fijados y se cumplen con regularidad.

En este ambiente financiero, que comprende las tasas de interés, el tipo de cambio y la inflación, debe haber una fuerza que mantenga el escenario financiero tan ordenado, y esta es una demanda agregada muy contenida y unos ingresos muy bajos en términos nominales, aunque en términos reales, o sea en relación con el poco crecimiento de los precios, se mantenga con cierta estabilidad en cuanto a su capacidad de compra.

Este razonamiento puede ser fallido si no se contrasta el ingreso familiar disponible con los precios de las canastas de consumo representativas. Una medida del bienestar de los hogares en este entorno de estabilidad de precios y poca expansión del producto, y el empleo rebasa las consideraciones agregadas y desagregadas que ofrecen el banco central y el Inegi.

La gran apertura de la economía en cuanto al comercio, las personas y el flujo de los capitales es una condición del modo en que funciona y en que se plantean las políticas monetaria y fiscal. La primera tiene pocos márgenes de maniobra respecto de la Reserva Federal. La segunda resiente estos impactos en cuanto a los recursos para financiar el presupuesto, lo que está agravado por la gran caída de los precios del petróleo y la sangría impuesta en Pemex. Queda el problema del endeudamiento público y privado como fuente de presión adicional.