Sociedad y Justicia
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En el recorrido por México localizaron a cinco centroamericanos desaparecidos

En el Día Mundial del Migrante, concluyen madres once caravana

Nosotras, pobres y sin recursos, encontramos a nuestros hijos; las autoridades no porque ni buscan

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La Caravana de Madres Centroamericanas en búsqueda de sus hijos desaparecidos realizó una mitin a orillas del río Suchiate, en Chiapas, México, para después trasladarse del lado de Guatemala, como parte de la exigencia a los gobiernos de ambos países de respetar los derechos humanos de los migrantesFoto Moisés Pablo / Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de diciembre de 2015, p. 32

En medio de la crisis humanitaria que representa el hecho de que en su tránsito por México desaparecen cada semestre 20 mil personas entre la frontera sur y la norte –migrantes indocumentados, centroamericanos en su mayoría, hombres y mujeres, en ocasiones niños– la 11 Caravana de Madres Centroamericanas culminó ayer su periplo mexicano con una marcha por las calles de Tapachula, Chiapas, y un recorrido por el fronterizo río Suchiate por la dignificación de los migrantes, justamente en el Día Mundial del Migrante.

Veinte días de recorrido, siete entidades (Tabasco, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Distrito Federal, Tlaxcala y Chiapas), significaron para cerca de 30 mujeres de Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador, que representan a miles de familias organizadas en sus comités regionales, la oportunidad de exponer con sus testimonios la dimensión de esta tragedia masiva.

Para dos de los organizadores, Marta Sánchez Soler, directora del Movimiento Migrante Mesoamericano, y Rubén Figueroa, de su área de investigación, esta caravana que se organiza desde 2004 avanzó de manera significativa en sus objetivos. No sólo se generalizó e hizo visible la denuncia; no sólo se señalaron las múltiples violaciones a los derechos humanos que se cometen a lo largo de las rutas en contra de los migrantes en los trenes y transportes, en las veredas, en los albergues, en las prisiones adonde van a dar muchas veces sin causa, en la persecución del Instituto Nacional de Migración, en el maltrato policiaco, en los prostíbulos en el caso de las mujeres jóvenes, incluso niñas, a manos de los extorsionadores del crimen organizado o, incluso, de agentes del Estado.

En esta ocasión se abrió la vía para que las procuradurías federal y estatales empiecen, después de años de retórica, a colaborar en la búsqueda de las miles de personas de las que se perdió el rastro. Además, subraya Marta Sánchez, en la visita al Senado se consiguió ejercer presión para desentrampar la discusión sobre la Ley de Desaparición Forzada, que sigue en comisiones, para que incluya el tema de los migrantes.

Los hondureños de Cadereyta

Este año se incorporó a la caravana una organización de mujeres hondureñas que no buscan a sus seres queridos extraviados. Ya saben dónde quedaron sus familiares y cuál fue su final. Atroz. Se trata del Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos del Centro de Honduras (Cofamicenh), integrado en 2014 tras las primeras repatriaciones de los restos mortales de algunos de los hondureños encontrados en fosas de Cadereyta, Nuevo León, en mayo de 2012.

Ellas marcharon a nuestro lado para exigir el derecho a la verdad, explica Marta Sánchez. Aunque en estos casos sí hubo la recuperación de al menos nueve cuerpos –no completos, sólo los torsos– de presuntamente 49 migrantes del departamento de La Paz, los familiares descubrieron que los féretros enviados por el gobierno mexicano al país centroamericano no siempre contenían restos de su familiar.

Fue el caso de una pareja que perdió a su hija. A ellos se les entregó el torso de un hombre. En otras cajas nada más llegaron cenizas o arena. Entonces se inició el movimiento por una identificación científica de los restos.

La causa de las familias de estos hondureños cala hondo en los otros grupos de la caravana. Muchas otras familias han pasado por eso. “Somos realistas. Bucamos también a quienes perdieron la vida.

Buscamos a los migrantes vivos y encontramos algunos. En este recorrido logramos cinco encuentros. Es una parte sustancial de nuestro trabajo porque terminar con la desesperación de una familia nos importa. Pero también sabemos, y las madres saben, que muchos otros ya no están con vida. Y queremos saber dónde quedaron, en qué condiciones murieron. A eso también tenemos derecho, afirma Rubén Figueroa. De estos casos, el MMM sigue indicios de un centenar de personas muertas entre Coahuila y Tamaulipas que están en los registros de las organizaciones centroamericanas. Eso lo vamos a seguir investigando.

Durante años, a lo largo de muchas caravanas, las madres y hermanas que buscan a sus familiares expresaron su convicción de que el gobierno mexicano, en sus distintos niveles, no hace nada por encontrar a los migrantes desaparecidos.

Clementina Murcia González, una mujer sencilla de de San Pedro Sula, lo expresa nítidamente: ¿Porqué nosotros, que venimos casi a ciegas a México, que somos pobres y sin recursos, sí encontramos a algunos familiares y el gobierno de México, con todo el poder, el dinero y el personal que tienen no encuentra a nadie? Muy sencillo, porque no buscan, no hacen el trabajo para el cual les pagan. Clementina busca a sus dos únicos hijos varones. A uno le perdió el rastro en 2008. Al otro en 2010. Hace tres años se incorporó al comité de su región y participa en estas caravanas.

Esa inacción del gobierno es lo que estamos tratando de cambiar. Y lo estamos logrando, afirma la directora del MMM.

Se consiguió que la Fiscalía Especializada para la Búsqueda de Personas Desaparecidas tomara 12 casos de migrantes desaparecidos en circunstancias relacionadas con el crimen organizado.

En esta caravana se realizaron cinco encuentros: en Tenosique, la hondureña Sonia Mejía halló a su hermano Jorge Jovel, perdido hacía 10 años. En Córdoba se reunieron Wendy Mencino, quien migró hace tres años, y su madre, Tomasa Ramírez. En Amatlán, María Elena Moradel se reunió luego de 15 años con su hijo Melvin Lanza. Y en Juchitán se abrazaron por primera vez en una década las hermanas nicaragüenses Gloria y Esperanza Sáenz. De los migrantes localizados, tres regresaron a su país de origen y dos regularizaron su estadía en México.