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¿La Fiesta en Paz?

Neoliberalismo taurino

Coahuila: torpezas y tibieza

Versiones, inversiones y suspensiones

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EN PERÚ. El torero español Diego Urdiales durante su participación en una corrida en la histórica Plaza de Acho, en PerúFoto Reuters
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iempos hubo en que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no veía mal que el Presidente en turno asistiera a una corrida de toros o a un festival taurino en la Plaza México (Adolfo López Mateos), o incluso se dejara ver en la Real Maestranza de Sevilla (José López Portillo), pues la clase política aún no se sometía a los lineamientos del pensamiento único dictado por Washington y sus socios para determinar lo que debe ser política, económica y culturalmente correcto.

Después, entre el neoliberalismo, la falsa modernización y las ambigüedades democratizadoras, la fiesta de los toros fue borrada de la agenda política, de los discursos y de las preferencias personales –Fox y Calderón o la versión del mandatario taurino de clóset–, mientras que los presidentes tricolores no volvieron a ver ni oír de esa fiesta, como si México fuera colonia gringa o inglesa. Incluso oportunistas, incongruentes e impresentables partidos como el Verde Ecologista, apéndice del PRI, se colgaron la medallita de antitaurinos al tiempo que apoyan a candidatos priístas taurinos o premian a poderosos criadores de reses bravas.

En este escenario de indefiniciones y simulaciones de un país sin más ideología que el acatamiento de instrucciones, no recomendaciones, de Washington, y las consiguientes utilidades de un sector reducido, no es extraño que tanto la política como la fiesta de los toros sufrieran una degradación análoga y simultánea en que ambas actividades fueron aprovechadas por diferentes aventureros instalados en la autorregulación ineficaz y las importaciones indiscriminadas en detrimento de la producción nacional, sin conciencia histórica, perspectiva económica ni sensibilidad cultural. Neopolíticos y neoempresarios dieron entonces a la improvisación carta de ciudadanía en política, en toros y en lo demás. Una muestra es el visionudo intento de prohibición de los festejos taurinos en Coahuila por marionetas metidas a congresistas.

Un artículo titulado Política aldeana, aparecido en El periódico de Saltillo de octubre de 2015, que dirige José Guadalupe Robledo Guerrero, señala: “Se dice que el pleito que trae el ‘candidato independiente’ Armando Guadiana Tijerina contra los Moreira (Humberto y Rubén) desde 2011, se originó por negocios a la sombra del poder y por conflictos personales causados por faldas. Resulta que Humberto Moreira a través de Javier Villarreal Hernández le propuso a Guadiana que les surtiera un millón de toneladas de carbón, ellos las venderían y se repartirían lo de la venta a razón de 50% para Guadiana y 50% para la ‘causa’ de Humberto. Pero, igual que le hicieron a decenas de proveedores, nunca le dieron a Guadiana su parte, además había corrido con lo peor del conflicto con las faldas. Posteriormente, para cobrarse el robo y la afrenta, Guadiana le solicitó a Jorge Torres López, entonces gobernador interino, que le concesionara el estadio de fútbol por 100 años, pero Humberto, entonces Presidente del CEN del PRI, le ordenó a Jorge Torres que lo mandara a la chingada, y allí nació el ‘candidato independiente’”…

Por su parte, el matador lagunero en retiro Arturo Gilio, propietario de la plaza Coliseo Centenario de Torreón, que junto con Guadiana se disputa en la entidad a las mismas figuras importadas, emulando los criterios del duopolio federal y el otro promotor taurino perjudicado con las viscerales disposiciones del gobernador Rubén Moreira o Moreira II, como le llaman algunos súbditos, ha adoptado un tono tan discreto que pareciera querer llevar la fiesta en paz en vez de defender con convicción y coraje una tradición.

En su escrito de agosto pa-sado, Gilio, también presi- dente de la Agrupación Mexicana de Empresarios Taurinos (AMET), argumentaba: “…La causa progresista encuentra su lema en el de ‘prohibido prohibir’. Cada quien que sea libre de vivir con sus valores sin vulnerar el derecho ajeno. Nadie tiene por qué imponer su forma de pensar a los demás, los taurinos no lo pretenden hacer, sólo piden respeto a su libertad de creencias”.

Inoportunamente institucional concluía: Confiamos (sic) en que los 25 legisladores que componen el Honorable Congreso del Estado, reflexionen lo anterior, que no queden sus nombres perpetuados en la historia del estado como los generadores de un daño a miles de ciudadanos, sin siquiera haber tenido la plena convicción de haber estado en lo correcto.

Ante ese tono de priísta disciplinado, el sumiso ayuntamiento de Torreón, acatando la voluntad del gobernador, prohibió la realización de la corrida anunciada para el pasado viernes, en que actuarían Octavio García El Payo, Arturo Saldívar y Diego Silveti con toros de Campo Hermoso, permiso que sin justificación alguna y de manera arbitraria fue negado un día antes por parte de la Directora de Ingresos del municipio, Brenda Maritza Guevara Contreras, no obstante haberse cumplido con todos los requisitos administrativos para llevar a cabo el espectáculo taurino referido. ¿Habrá una demanda por daños y perjuicios?