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Ver día anteriorLunes 26 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Soluciones humanitarias no punitivas

L

a crisis por la que atraviesan Siria, Irak, Afganistán y otras naciones en el Medio Oriente ha obligado a cientos de miles de personas a salir de sus hogares y buscar refugio fuera de la zona en la que el Estado Islámico ha sembrado el terror. En su largo peregrinar para encontrar condiciones de vida más seguras han intentado cruzar los territorios de Hungría, Croacia y Eslovenia buscando refugio en diversas naciones centroeuropeas. Para enfrentar la ola incontenible de migrantes, los tres países cerraron sus fronteras, pero ante la presión internacional las abrieron nuevamente para permitir el paso de los desplazados. Alemania y Francia, entre otros países integrantes de la comunidad europea, ofrecieron refugio a los desplazados, además de buscar soluciones humanitarias de largo plazo a tan magno problema. Entre los gobiernos que se sumaron a ese esfuerzo estuvo también el estadunidense.

En ese contexto, fue lamentable saber que en nuestro continente sucedía algo parecido. De información aparecida en La Jornada y en The New York Times se supo que el gobierno mexicano extremaba medidas para evitar el paso de miles de migrantes procedentes de Centroamérica, que en su afán de llegar a Estados Unidos pretendían atravesar el territorio nacional. Buena parte de ellos también intenta huir de las condiciones de violencia que prevalecen en algunos de sus países. Otros, lo mismo que muchos migrantes mexicanos, huyen de la pobreza.

Por supuesto, México tiene el derecho soberano de proteger sus fronteras. Pero es un contrasentido que exija una política migratoria más humana a Estados Unidos y, al mismo tiempo, instrumente la suya en función de la de ese país. Si Estados Unidos quiere detener el paso de migrantes centroamericanos, su solución no debiera pasar por la política migratoria mexicana.

En los años recientes, México se olvidó de su tradicional política fraternal con los países centro y sudamericanos, en aras de un acercamiento más estrecho y una mal entendida política de cooperación con Estados Unidos. No se trata de rechazar ese acercamiento con los estadunidenses, pero tampoco de voltear la cara a las naciones con las que tiene una afinidad histórica y cultural.

Con las diferencias del caso, la tragedia de millones de personas en Medio Oriente debiera ser también una llamada de atención para evitar la propuesta de soluciones que son contraproducentes, de muy corto plazo y, además, van en contra de una política de derechos humanos más civilizada. Al parecer así lo han entendido los países de la comunidad europea.