Opinión
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México SA

ATP: más de lo mismo

México, patio trasero

Negocio con dinero ajeno

C

ocinado en lo oscurito, servida la mesa para los de siempre y planchada su aceptación entre los levanta dedos, ahora el gobierno peñanietista presume transparencia total, pues todos los sectores productivos del país fueron escuchados y participaron en el ATP; trabajamos de la mano con todos ellos, y nunca se atropelló a nadie a la hora de amarrar un acuerdo en un sector específico (Ildefonso Guajardo, dixit).

Esa es la versión oficial en torno a las supuestas negociaciones comerciales, pero, por la reacción de no pocos de esos mismos sectores productivos (que siempre fueron escuchados y participaron), todo indica que el pronunciamiento del secretario de Economía forma parte de la flauta mágica de la propaganda.

En cualquiera de los casos, una vez más será por la vía de los hechos que los presuntos beneficiarios de la versión peñanietista del cuento de la lechera –es decir, los consumidores– se enteren de qué tamaño es el cuchillo que les clavarán en la espalda.

En vía de mientras, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) analizó la información disponible en torno a este asunto (El ATP y el error de la mejor política industrial es la que no existe), y de sus resultados se toman los siguientes pasajes. Va pues.

El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, mejor conocido como ATP (o TPP por sus siglas en inglés), ha llegado para enfrentar a China. El presidente de Estados Unidos fue contundente: el TPP será el mecanismo para limitar la creciente presencia de los productos chinos en el área de influencia estadunidense.

Barack Obama ha señalado que sin este acuerdo los competidores que no comparten nuestros valores, como China, decretarán las reglas de la economía mundial, y agregó que seguirán vendiendo en nuestros mercados y tratarán de seducir a nuestras empresas, manteniendo sus mercados cerrados. Por tanto, se equivoca quien piense que el TPP es un simple acuerdo comercial, pues este es un arreglo de reposicionamiento geoeconómico y geopolítico de Estados Unidos.

El mensaje para China y el resto del mundo es claro: las reglas del comercio mundial se diseñan bajo la óptica de quienes ejercen el liderazgo global. El ATP fue diseñado para que Estados Unidos recupere la supremacía del proceso productor y comercializador de las manufacturas globales. Haber exportado sus empresas a China abarató su producción, pero le restó presencia en los procesos de innovación y generación de valor agregado.

Además, los estadunidenses acaban de dar un ejemplo más sobre cómo se construye una política de comercio exterior con visión integral y global. Durante los últimos cinco años empujaron un acuerdo que se mantuvo en el mayor secreto, y hasta hoy sólo unos cuantos conocen el contenido total y exacto del ATP. Menos son los que comprenden las implicaciones globales que su puesta en marcha tendrá sobre el comercio internacional, así como las medidas y acciones que China emprenderá para enfrentar este desafío.

Si bien el aspecto mencionado es relevante, no debe verse de forma aislada. De manera paralela las autoridades estadunidenses emprendieron otras que la complementan. No se debe olvidar que hace unos años Barack Obama decidió volver a capturar el empleo perdido por la exportación de sus empresas manufactureras a China y otros lugares del mundo.

La lógica detrás de ello no solo fue la de generar empleos en casa en un momento que era urgente hacerlo: después de la crisis de 2008 y 2009 la tasa de desempleo había llegado al umbral de 10 por ciento, debilitando el pilar esencial del crecimiento económico estadunidense, que es el consumo privado.

Si bien la creación de empleo es fundamental para la economía estadunidense, existe otro aspecto estratégico de mediano y largo plazos a considerar: la industria manufacturera es fundamental para la innovación; hay pocos sectores productivos que tengan su capacidad innovadora y de transferencia. Producir en el país propio es sinónimo de crecimiento cuando conjuga valor agregado, contenido nacional, encadenamientos productivos, progreso tecnológico e innovación.

La producción de maquila es una receta económica que no funciona a largo plazo. China lo entendió perfectamente y aceptó convertirse, inicialmente, en un país maquilador. No obstante, el gobierno chino fue sagaz y sentó las bases de una economía transformadora, capaz de capturar parte de los procesos de innovación y progreso tecnológico. Para ello desarrolló un sistema educativo competitivo al mismo tiempo que aplicó una política industrial que favoreció el fortalecimiento de sus empresas. El financiamiento fue un aspecto esencial.

Durante la década de los setenta y ochenta China salió al mundo a aprender. Sus dirigentes políticos, científicos e ingenieros conocieron las mejores prácticas industriales. Hoy sus mejores estudiantes compiten favorablemente en los posgrados de las universidades occidentales más renombradas. En general los chinos estudian posgrados vinculados con ingeniería, medicina y ciencias.

El éxito de su modelo le ha permitido aprovechar la estrategia de las empresas trasnacionales estadunidenses, europeas y japonesas; todas llevaron su aparato fabril a China, país que adoptó y adaptó los procesos productivos occidentales a sus necesidades. El crecimiento económico de 10 por ciento anual durante los últimos 30 años sintetiza sus logros.

Hasta allí el análisis del IDIC, que en resumen destaca que China hizo lo que México no, pues éste se condenó a ser patio trasero y no pasar de ser un país meramente maquilador, con las consecuencias económicas y sociales que ello implica. Y para él el ATP sólo será más de lo mismo, en el mejor de los casos.

Las rebanadas del pastel

Dice la Consar que el sistema de ahorro para el retiro de los trabajadores mexicanos posee recursos ociosos por casi 290 mil millones de pesos, de tal suerte que ese río de dinero se invertiría en proyectos de infraestructura. Qué bueno, porque es muy sencillo: los trabajadores ponen su dinero; el gobierno decide en qué usarlo y a quién asignarle el proyecto; y las ganancias –previo moche a los intermediarios gubernamentales– van directamente a los bolsillos privados. Y si hay pérdidas, pues para eso están los trabajadores. Se trata de una fórmula que Ernesto Zedillo (padre de las Afore) llamó la gran solución social al México moderno de hoy, es decir, un sistema para el futuro, moderno, ágil, transparente y, sobre todo, justo.

Twitter: @cafevega