Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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or millares llegan los migrantes a Europa para refugiarse. Hungría se convirtió en los días recientes en el foco de atención por el desbordamiento de su frontera, vienen de Siria, Afganistán, Eritrea. Se suman a las corrientes que cruzan el Mediterráneo desde África del Norte hacia España, Italia y Grecia.

Las enormes filas de migrantes sirios en las calles y caminos de Hungría destapan con toda fuerza el tamaño de los conflictos bélicos y los destrozos sociales en el Medio Oriente, provocados internamente y desde fuera.

La gente huye en todas partes por dos causas principales: la violencia y la pobreza, y ambas se han agravado en esas zonas del mundo. En otras sigue siendo una presencia continua y adopta una multitud de formas, eso no puede pasar inadvertido.

Ya hubo en Europa migraciones masivas apenas hace 70 años, al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los prisioneros, las víctimas de los campos de concentración y los desplazados regresaban a sus lugares de origen o buscaban refugio. Esa historia es una marca indeleble y abarcó desde el oriente de la ex Unión Soviética hasta el otro extremo del continente. También corrió hacia el lado contrario en que hoy fluye la migración, hacia el borde del Mediterráneo, y provocó uno de los grandes conflictos políticos que aún existe.

Ahora son otros los que llegan, son de fuera, extranjeros y eso hace toda la diferencia. La globalización sirve para unas cosas, como acomodar los mercados de trabajo, de mercancías y, sobre todo, de capitales, pero cuando se trata de personas, de extranjeros que quieren instalarse en el espacio abierto, como se ha definido el libre tránsito intraeuropeo (Schengen, del que no participan Gran Bretaña e Irlanda), es el nacionalismo el que predomina y las fronteras se cuidan con celo.

Pero ya están ahí. Y siguen llegando. Los gobernantes europeos tienen enfrente un conflicto mayúsculo y las divergencias se han planteado de modo claro y caótico. Se habla de que se podrían recibir hasta 160 mil refugiados de esta oleada y de los que habrá que definir su procedencia. Pero no son todos.

Los países del este son mucho más reacios a recibirlos y se niegan expresamente a cumplir las disposiciones de lo que llaman los burócratas de Bruselas. Hungría quiere penalizar la entrada ilegal; Austria ya se ha negado a cumplir con las reglas de la Unión Europea. Los demás ponen condiciones y aceptan a regañadientes: mientras menos mejor y no más. La cuotas son un signo de diferenciación muy claro y ominoso. En varias ciudades han sido los ciudadanos los que han ayudado a los refugiados, por ahora.

Estas son algunas cuestiones apreciables del conflicto humano que confluye ahora en Europa. Pero, así tratado políticamente en el seno de la Unión Europea y así presentado públicamente por todas partes, el asunto sólo podrá agravarse, pues la afluencia de gente buscando refugio tiende al cierre de las fronteras, a leyes más restrictivas, a la penalización, deportaciones y xenofobia.

La formación de la región del Medio Oriente luego de la dos guerras mundiales del siglo pasado se hizo bajo la influencia directa de los intereses europeos. Muchos de los conflictos actuales provienen de esa época y de antes.

Esa amplia zona está marcada también por la aguda confrontación entre sunitas y chiitas que provoca ahora una masa de migrantes y es otro asunto que no debe dejarse de lado. Robert Fisk hizo una pregunta válida hace unos días en este diario: ¿Por qué van las masas de desplazados a Europa? Detrás está buena parte de la respuesta. Esto abarca de modo directo a los gobiernos de los países árabes y de las potencias dominantes.

El conflicto migratorio en general y este de hoy en Europa es una cuestión compleja y esto no es una trivialidad. Pero se presenta de manera fragmentaria, aunque su contenido político es de naturaleza nacional y global.

Ocurre como cuando uno visita un museo y se enfrenta a las distintas piezas ahí reunidas. Todas ellas son en realidad fragmentos, pues están sacadas de su contexto original y, por ello, carecen de una referencia explícita. Ni están en el lugar para el que fueron creadas ni son ya parte de un conjunto específico de arquitectura y relación con otras obras.

La migración hacia Europa no es un fenómeno fragmentado, aunque tenga sus propias causas. No se trata de retazos, sino que expresa un malestar más grande de la civilización contemporánea. Ocurre como un proceso muy amplio en diversas regiones del mundo. México no es una excepción. Son millones lo que han emigrado al norte y siguen haciéndolo. También son contingentes muy grandes de otros países los que cruzan para hacerlo, como expone el caso de la Bestia. Internamente también hay migrantes, aquí son muchos los elementos de pobreza y violencia que generan desplazados.

¿Qué perspectiva puede tomarse con respecto a la migración que llega ahora a Europa? ¿Cómo ponderar la cuestión social que representa incorporar a una población diferente y que no se adapta con facilidad al nuevo entorno, como tampoco ocurre con quienes los reciben? ¿Cómo ubicar las contradicciones apreciables en esa nueva amalgama? Quienes mataron a los periodistas de Charlie Hebdo eran ciudadanos franceses. No pueden eludirse estos hechos ni se puede actuar como humanitarios de salón. Admitir estas cuestiones no significa justificar los hechos. La migración es una consecuencia de procesos en los que están involucrados los mismos países que ahora reciben refugiados y también aquellos que los expulsan.