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Se exhiben 153 piezas del jalisciense en el Museo Mural Diego Rivera

Muestra ahonda en la faceta de diseñador del artista Rosendo Soto
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de agosto de 2015, p. 5

Era 1938 y el pintor jalisciense Rosendo Soto impartía clases en la Escuela Regional Campesina, en Ayotzinapa, Guerrero, cuando recibió un telegrama que decía: Sírvase indicar inmediatamente si prestaríase a decorar murales escuela normal Puebla pagados. Firmaba Ignacio Márquez Rodiles, jefe del departamento de las misiones culturales. Soto se trasladó a Puebla, donde realizó, junto con Ángel Bracho y Alfredo Zalce, un mural ahora destruido.

Los bocetos originales de la parte que le correspondió se muestran por primera vez como parte de Rosendo Soto (1912-1994): por derecho propio, exposición en el Museo Mural Diego Rivera (Colón s/n y Balderas, Centro), que saca del olvido a este artista de la segunda generación de la Escuela Mexicana de Pintura, y que revela sus facetas de diseñador, ilustrador y promotor, y destierra la idea de que sólo era paisajista.

Raúl Cano Monroy, curador de la muestra de 153 piezas, entre pintura, dibujo, gráfica, tapices, mobiliaria y material documental, atribuye este encasillamiento a las notas periodísticas publicadas a finales de su vida, con motivo de sus últimas exposiciones, que así lo consideraban. De hecho, su cuadro tal vez más conocido es el óleo El guerrillero muerto (1956).

La actual exhibición pretende contrarrestar esa falacia. Una de sus aportaciones es el descubrimiento de Soto como uno de los pioneros de la enseñanza y aplicación del diseño en México, desde 1932 en las misiones culturales como creador de teatro guiñol (títeres y escenografías), tarimas de estilo neoprehispánico para polkas, hasta llegar a los diseños utilitario en los años 60. De 1964 a 1968 dirigió la Escuela de Diseño y Artesanías del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Alumno de Carlos Mérida, Rufino Tamayo y Diego Rivera, en la Escuela Central de Artes Plásticas, Soto también realizó ilustraciones para ejemplares de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos en 1959, que salieron el año siguiente.

Cano Monroy anota que a Soto le interesaba que las personas se acercaran al arte por medio de la enseñanza, por eso siempre le gustó ser profesor, aunque nunca dejó de pintar. Realizó cerca de 600 cuadros, calcula el curador. Si tuvo pocas exposiciones individuales en vida se debió a que rehuía a la crítica. Decía: Ya terminé un cuadro, ya lo firmé y ellos, con su crítica, no van a venir a hacer un añadido. A quien le debe de interesar mi obra es al espectador, que ve mi cuadro y se siente identificado con algo.