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Nos prometieron 3 comidas, dónde dormir y buena paga... nada hubo
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José Ignacio Marín Bautista, su esposa Santa Cecilia y su hijo Juan, de ocho años, en el albergue habilitado por el DIF Coahuila, en el gimnasio Nazario Ortiz GarzaFoto Leopoldo Ramos
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 23 de agosto de 2015, p. 25

Saltillo, Coah.

Cuando José Ignacio Marín Bautista llegó al campo agrícola Santa Cruz en compañía de su esposa Santa Cecilia y de su hijo Juan, de ocho años, se dio cuenta de que la promesa de trabajo bien pagado y alojamiento adecuado para su familia no se iba a cumplir.

José Ignacio y su familia viajaron 19 horas en carretera en autobús desde Zontecomatlán, Veracruz, donde dejó a sus otros tres hijos: Patricio, de 12; Filigoni, de 10, e Ignacio, de 6. La idea era emplearse en la pizca de legumbres a cambio de 120 pesos diarios.

Cuando vimos que no había lugar ni para comer, y dormiríamos en el piso de una galera, apenas encima de un pedazo de cartón, nos quisimos regresar. Queríamos huir, pero no teníamos dinero y nos tuvimos que quedar, señaló el jornalero, que ahora se encuentra en un albergue temporal habilitado por el gobierno de Coahuila en un gimnasio de basquetbol.

No es la primera vez que José Ignacio se gana la vida en la cosecha de cultivos en el norte del país. Hace tres años viajó a Cadereyta, Nuevo León, donde lo contrataron para la cosecha de chiles. La paga fue a tiempo, dormía en literas, bebía agua limpia, se bañaba y los patrones le daban de comer tres veces al día.

En Cañada Ancha sí cumplieron

Entre enero y julio pasados estuvo en Coahuila, en la comunidad Cañada Ancha, de Ramos Arizpe, donde trabajó en el cultivo de tomates. Ahí también las cláusulas del contrato se cumplieron.

Pero en su nueva incursión de jornalero la situación fue distinta. Nos dijeron que habría tres comidas al día, dónde dormir y buena paga. Por eso me vine con mi esposa, la contrataron de cocinera y así pensamos que juntaríamos más dinero, contó.

El niño tiene ocho años, pero su complexión es de uno de cuatro. Debe ir a la escuela, pero sus padres sólo lo pudieron enviar al jardín de niños. En el gimnasio corre descalzo entre las filas de colchonetas donde descansan los jornaleros, mientras la Secretaría de Trabajo arregla con representantes de la empresa empacadora ProKarne su liquidación económica.

El pago de indemnizaciones empezó el viernes con un grupo de 30 menores originarios de Hidalgo y Veracruz que recibieron entre 11 mil y 18 mil pesos. Este sábado los niños y jóvenes fueron enviados a sus lugares de origen, en autobuses custodiados por la policía estatal.

No sea que en la carretera se los vayan a fregar y lleguen sin dinero al pueblo de donde vienen, dijo un funcionario de la Secretaría de Gobierno que coordina su retorno.