Opinión
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Isocronías

De cierto discurso*

U

no escribe para que no se caiga el universo.

Sigo creyendo, muy para mí, que los premios se inventaron para avergonzar, no para ensalsar, a los premiados. Tal es mi caso hoy. Siento que Antonio Machado y con él Abel Martín y Juan de Mairena, por lo menos estos tres personajes, me inquieren con simpatía burlona: –¿A poco no pudiste hacer más, y (sobre todo) mejor?

–Sí, tíos, les contesto –porque son mis tíos–– pero lo que el trabajo hizo conmigo no es del todo criticable, ¿no? Bueno, no tanto conmigo, sino a través de este imbécil con el trabajo de otros.

“Con cuánta frecuencia no me he equivocado yo, pero el trabajo, que es mi ángel de la guarda, viene y me dice: –Ya la volviste a regar. ¡Ve nomás qué tiradero! A recoger, y así (me truena los dedos; pero me ayuda, no me deja solo).

Eso les digo.

Y no les queda otra que animarme a aceptar que, con sus reservas pero de buen grado (creo), aceptan lo que digo.

Con auténtica humildad o con falsa modestia, para el caso no importa, sobran los premiados que declarado han: el premio de cualquier trabajador de o en cualquier cosa es su propio trabajo; ¿quién premia por vivir la propia vida? El aserto, independientemente de los proferidores, no tiene vuelta de hoja. Y si le damos vuelta vemos que es hoja de oro.

¿Quién es el padre de la poesía jalisciense, al menos de la del pasado siglo? ¿Alguien se lo ha preguntado? La respuesta es sencilla (y que nos perdone el hombre del búho): el padre Placencia, don Alfredo: bohemio, creyente –como todos los grandes– hasta la duda, hasta bordear la blasfemia; amante, padre en efecto, no sólo sacerdote, guitarrero capaz de irse de un pueblo a otro en caballos nocturnos y con muchachas diurnas.

Alfredo R. (esa erre me gusta aun cuando bien a bien no sepa de dónde sale) es otro de mis tíos, un tanto mi padrino y claro que en sentido metafórico casi casi mi padre (mis padres como se sabe, o mis patronos, son Juan de la Cruz y Garcilaso de la Vega).

La casa donde nací, que ahora está en Santa Tere y entonces sabe dónde, hace esquina con Alfredo R. Placencia, y éste siempre ha hecho esquina conmigo.

Un Buda sin cabeza, ¿no es un Buda?

Una lagartija sin cola, ¿no es una lagartija?

Un poeta sin palabras, ¿no es un poeta?

Poeta es una palabra que no debiera de usar un poeta cuando habla de sí mismo.

* No leído (lo extravié) durante la recepción del Premio Juan de Mairena que otorga la Universidad de Guadalajara. Mis agradecimientos