Opinión
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Aprender a morir

Propuestas y votos

C

omparto los versos de poemínima influencia huertiana que la estudiante de preparatoria Martina Ruiz envió a este espacio con motivo del polícromo auge electorero de la temporada: La democracia no la logro asimilar/ pues a estas alturas de los partidos/ Peña Nieto y El Peje conminan a votar/ cumpliendo por igual con su objetivo:/ que este sistema no se acabe de acabar.

Explicables, sanas incluso, las diversas actitudes, posturas, dudas o escepticismo ante el disminuido crédito que aún conserva la industria de la democracia en nuestro país. Ofende a la inteligencia aceptar el desfile de logotipos, fotos, miradas, sonrisas, frasecitas, lugares comunes, interpretaciones de la realidad, promesas y soluciones que cada ciudadano metido a candidato ofrece, ya por voz de locutores o por la propia, con una desfachatez del tamaño de sus infraniveles de oratoria, rebasada hace décadas por el despersonalizado marketing político, en el que la palabrería y la imagen sustituyen a los compromisos, no se diga a la eficiencia.

Decía Fernando Pessoa que saber engañarse bien es la primera cualidad de los políticos. Quizá saber desengañarnos bien sea la primera obligación de los ciudadanos. Si las opciones de ejercer el derecho al voto son reducidas –votar, anular o abstenernos–, las opciones de sopesar las conmovedoras propuestas de los candidatos son mayores, no obstante la reiteración y elementalidad de éstas. Así:

¿Conoce usted algún candidato que ofrezca trabajar en favor de la legalización de la eutanasia y del suicidio asistido, trabajar en la elaboración de la ley respectiva y no descansar hasta su promulgación? ¿Acaso se ha topado con el aspirante a una curul al que le haya pasado por la cabeza proponer una ley y un reglamento que empiecen a frenar la incontrolable y despiadada contaminación visual y auditiva? (Acostumbrarse a la mierda no significa que su olor se vuelva agradable, aunque los verdes se las den de cumplidores.)

¿De casualidad los clonados partidos políticos permitieron a sus candidotes (con o de simplones, no de vocación inteligente de servicio y de voluntad de no ser rebaño) plantear estímulos económicos a parejas sin hijos y brindarles programas de estudios y becas? Oiga, pero este es un país con valores muy arraigados. Pues sí, y mientras no identifiquemos aquellos que estorban el desarrollo de la sociedad, no de sus amos, seguiremos jugando a la democracia.