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Desde el otro lado

Es el sistema: educación y sus límites

E

n 1964 Lyndon Johnson lanzó la iniciativa Guerra contra la pobreza, consistente en programas de beneficio social. Uno fue conocido como Head Start, cuya meta era poner en igualdad de condiciones educativas a los niños en edad prescolar. Diversas investigaciones dejaron en claro la necesidad de romper el ciclo pobreza-educación-pobreza mediante la promoción de la salud, la nutrición y la estabilidad sicológica y emocional en los niños de las familias más pobres.

El desarrollo y ampliación en su manejo del lenguaje están en la base del programa, cuyos componentes principales son: la promoción de alta calidad en la enseñanza, incluida la interacción entre maestros y alumnos, y la participación de los padres. En 2013 contó con un presupuesto de unos 8 mil millones de dólares, y ha sobrevivido por más de 50 años. Pero sus resultados han sido magros. Los niños para los cuales fue diseñado han quedado atrás en su educación porque el medio donde se aplica el proyecto debería cambiar de raíz para que tenga el efecto deseado.

Como todo plan gubernamental de beneficio social, el programa ha sido atacado por quienes consideran que el gobierno debe reducir su gasto social, particularmente en el sector educativo. El mayor problema del proyecto es el ámbito en que se aplica: la pobreza y la desigualdad, que causan que varios componentes sean inviables, como la imposibilidad de que los padres de familias que viven en pobreza tengan tiempo, no digamos preparación y energía, para dedicar unas horas a la educación de sus hijos.

El problema no es privativo de la educación prescolar en Estados Unidos; una situación similar ocurre en muchos países donde el nivel de pobreza es un asunto cotidiano. Programas como Head Start se siguen diseñando en una especie de laboratorio aislado de los problemas, muchos de ellos estructurales, de la sociedad en su conjunto. Al final del camino, como otros tantos fracasa, o su efectividad se ve sustancialmente limitada, porque mediante su aplicación en forma aislada es muy difícil que se superen problemas más profundos relacionados con un sistema que ha subsistido como producto de la creación y reproducción de la desigualdad. Desafortunadamente, en la educación la desigualdad va más allá de los buenos o malos deseos de profesores y administradores y de su nivel de preparación. Los fracasos en esa área no son muy diferentes de los que hay en otras, y que por causas similares también se repiten. Vale dar cuenta de ellas próximamente.