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En menos de una hora las centrales tricolores consuman un acto impostado y hueco

El 1º de mayo, fiesta que se desinfla incluso para el sindicalismo priísta

Por los independientes sólo hablan en el Zócalo un padre de Ayotzinapa y jornaleros de San Quintín

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Familiares de los normalistas de Ayotzinapa y el movimiento de jornaleros de San Quintín estuvieron representados en la concentración de sindicatos que se dio cita en el Zócalo capitalinoFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Sábado 2 de mayo de 2015, p. 9

Más que una líder sindical, Luz Elena Arellano Aguilar, de la CROM, parece una predicadora cuando pide a los trabajadores, reunidos muy de mañana en la plancha en el Zócalo, mantener la fe y la esperanza de que sus condiciones de vida habrán de mejorar. Dice cosas duras: que el salario mínimo es la nada y los desempleados millones, por ejemplo. ¡Bravooo!, le gritan desde abajo, pero más como una manera de pedir que su discurso termine rápido que como un reconocimiento a sus palabras.

Los trabajadores estrenan ropa deportiva: pants y chamarras coloridas. Incluso algunos de la CROM, que ignoran qué quieren decir las siglas de su central: les daría igual que fuera Confederación Regional Obrera Mexicana o Cómo Roba Oro Morones, en alusión a su fundador. El sindicalismo priísta –porque hay otras agrupaciones que ya pueden ser consideradas sindicalismo oficial– se desmañana. Los más altos dirigentes se van a Los Pinos y dejan a cargo a los segundones. El de más alto rango es José Luis Carazo, cuadro de Joaquín Gamboa Pascoe en el comité nacional de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y experto en salarios mínimos (los de los trabajadores, no los suyos): El Congreso del Trabajo le apuesta a la negociación, no a la confrontación, a la conciliación, a los pactos y a la confianza, pues sabemos que promover una imagen de nuestra capacidad de negociación nos da la posibilidad de atraer las inversiones nacionales e internacionales que formalicen y otorguen el empleo digno que nuestra población tanto reclama.

Carazo centra su discurso en la demanda –enorme, revolucionaria– inscrita en la gran manta que domina el templete: Integración de zonas salariales. Es decir, que los trabajadores de todo el país tengan el mismo ingreso miserable.

Nada que celebrar

La escenografía corre por cuenta de las agrupaciones más combativas y leales. Como es costumbre, los espacios cerca del templete han sido reservados para el sindicato ferrocarrilero (rey de la matraca) y la cetemista Federación de Trabajadores del Distrito Federal, propiedad de las familias Gamboa, Del Olmo y Esqueda.

Uno de los extremos, sin embargo, se ha reservado a la Confederación de Trabajadores y Campesinos (CTC), la agrupación favorita del sexenio por su origen netamente mexiquense. Propiedad de los hermanos Domínguez, ha disputado contratos a sangre y fuego –literalmente– a sus pares, que también militan en el Revolucionario Institucional. Tiene diputados y alcaldes a granel, y muchos acarreados con ropa deportiva nueva que no gritan nada en el Zócalo, ni en favor ni en contra. Para ellos, como bien dijo la cromista Arellano, este día no hay nada que celebrar.

Los miembros de la CTC escuchan a su líder, Amador Monroy, en su acto de fe: Las reformas estructurales deben ser base de crecimiento, pero esperamos que no sean éstas para unos cuantos y que lo único que generen sean unos ricos más ricos y unos pobres más pobres.

Al jalisciense Eduardo Martín del Campo, del Congreso del Trabajo, le queda enano el micrófono cuando demanda que nadie robe la materia de trabajo de los líderes sindicales: Hacemos un llamado a la acción para combatir firmemente la corrupción, venga de donde venga.

La fiesta del 1º de mayo, que reunía centenares de miles en el pasado, se desinfla incluso para el sindicalismo priísta. En menos de una hora consuman un acto de rigor, impostado y hueco, y se van. Quitan su mantota tras el templete, porque en la misma estructura será colocada la del otrora llamado sindicalismo independiente.

Exequias

Quizás asistimos, como dice el experto Ancelmo García, a las exequias del 1º de mayo. Mientras ese día llega, el antes llamado Movimiento Obrero Organizado se pliega, porque está en su ADN y en su principal consigna del día, al presidente en turno: Los trabajadores, única alternativa para transformar y mover a México.

¡Francisco, Francisco, Francisco!, festejan las telefonistas a su líder Francisco Hernández Juárez, enfundado en una camiseta de los jornaleros de San Quintín y recién desempacado de una revisión salarial que se dio en condiciones muy difíciles, adversas, según refiere el orador que anuncia a los contingentes que desfilan.

Ayotzinapa y San Quintín, presentes

Los dirigentes de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) deciden no hablar. Los únicos oradores en el acto son un padre de Ayotzinapa, Bernabé Abrajan de la Cruz, y dos líderes del movimiento que salva la cara al sindicalismo independiente, Fidel Sánchez y Bonifacio Martínez Cruz, que representan a los jornaleros de San Quintín. Sus intervenciones son breves y directas: no debe haber más luchas aisladas (plantean la creación de un Frente Nacional Único) y debe encaminarse a construir una fuerza que pueda tumbar a este pinche sistema de gobierno, como resume Bonifacio.

¡Jornalero, hermano, telefonistas te dan la mano!, gritan trabajadores que desfilan bajo el templete.

La UNT, pero sobre todo los telefonistas, traen una agenda que rebasa sus demandas laborales (de la verdadera constituyente para la ciudad de México a la defensa de Carmen Aristegui). Claro, recala en lo electoral, cuando vuelan hechas añicos piñatas que representan a los partidos políticos, justo en medio de la plaza (PRI, PAN, Verde y Panal).

Muy cerca de ahí, y a falta de algún otro asunto que lo haga dueño de las banderas de la izquierda, el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, aprovecha la conmemoración para presumir: Hace un año colocamos en el centro del debate nacional la recuperación del salario mínimo y de las condiciones laborales. (Tendría que comenzar por su propia administración y por evitar que jóvenes universitarios sean obligados a firmar un documento que libera al gobierno capitalino de cualquier responsabilidad laboral, como ha hecho la secretaria de Educación, Mara Robles, al contratarlos para un fallido plan de alfabetización.)

Muy de mañana, algunos miembros de la UNT no se enteraron a tiempo de que uno de los puntos de reunión había sido cambiado porque se los ganó el Partido de la Revolución Democrática (PRD). En efecto, en el monumento a Lázaro Cárdenas, sobre el eje vial que lleva su nombre, se reúne la dirigencia del sol azteca capitalino con varios centenares de trabajadores del Sindicato Único del Gobierno del Distrito Federal, entre otras cosas para hacer campaña en favor de José Luis Muñoz Soria, antiguamente miembro de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y hoy –según denuncias de sus ex compañeros de la corriente Izquierda Democrática Nacional perredista– dueño de varias cantinas en el Centro Histórico.

Mientras Raúl Flores, presidente de los perredistas del Distrito Federal, recuerda la gesta del general Lázaro Cárdenas, los telefonistas que se percatan de su error apresuran el paso para reunirse con sus compañeros. Es lo que los mismos perredistas llaman nuestro divorcio de los movimientos sociales.

El día cierra con la llegada de los padres de Ayotzinapa y la CNTE al Zócalo, previo refuerzo de su plantón en vísperas del Día del Maestro.

Algo ha cambiado en las conmemoraciones del 1º de mayo –hubo un tiempo en que no dejaban llegar a los maestros disidentes–, pero hay cosas que permanecen. Ahí está, como muestra maravillosa en el día de la guerra en Jalisco y alrededores, la manta que portan miembros de la mexiquense CTC: Señor presidente Enrique Peña Nieto: los trabajadores le damos las gracias y apoyamos su valentía para erradicar la violencia y la delincuencia a nivel nacional.