Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 22 de marzo de 2015 Num: 1046

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

¿Un Carlos Marx
del siglo XXI?

Leopoldo Sánchez Zúber

Los dos mestizajes
de Duverger

Miguel Ángel Adame Cerón

Francesco Rosi:
reflejar la realidad

Román Munguía Huato

Quiroga y la
influencia bien asumida

Ricardo Guzmán Wolffer

Tzvetan Todorov:
un paseo por el
jardín imperfecto

Augusto Isla

En la alcoba de Eros
Ricardo Venegas

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
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Jornada de Poesía
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La Jornada Semanal

 
 

Román
Munguía
Huato

Francesco Rosi en el set de Le mani sulla città, 1963

Nacido en Nápoles en 1922, Rosi falleció el pasado mes de enero.
Heredero del neorrealismo italiano, uno de sus filmes más célebres es
Las manos sobre la ciudad (1963)

Creo que a través de un cine que intenta en lo posible codearse con la verdad y con
los valores reales de la vida, uno puede tener éxito para transmitir la urgencia de
respetar la dignidad humana. Muchas veces el respeto por la dignidad humana es
aún más importante que el respeto por la vida humana misma.

Francesco Rosi

El fallecimiento de Francesco Rosi el pasado 10 de enero, en Roma concluye un largo período de cineastas italianos que legaron una aportación magistral a la historia del cine. Rosi se consideraba a sí mismo como un hijo del neorrealismo, y definía esta tendencia vanguardista como una postura ética ante la vida. Cuando le preguntaron si estaba de acuerdo con que a su trabajo siempre lo caracterizaran como cine político, respondió: “A mí me gusta más llamarle cine de la realidad.”

Era cierto: la obra de este director de cine, nacido en Nápoles en 1922, refleja una realidad descarnada en casi todos sus filmes. Fue considerado por algunos críticos como “el más intelectual de los directores italianos”, algo difícil de sostener, aunque es posible afirmar que pocos como él pudieron describir y cuestionar una realidad política en toda su complejidad, con sus contradicciones y conflictividad social. Los entramados del poder político fueron retratados extraordinariamente en sus filmes y es por eso que Roberto Saviano, el reconocido periodista de la historia de la mafia italiana y mundial, afirma que “nadie supo contar el mecanismo del poder como Francesco Rosi”. En una entrevista de 2006, Rosi dijo que en cada una de sus películas está “todo lo que quería decir sobre la criminalidad organizada, mafia, corrupción política, escasez de trabajo, crímenes de guerra, holocausto. Yo comencé mi carrera como director de teatro y hago en el teatro lo mismo que hacía en el cine: reflejar la realidad.”

Una de sus obras más conocidas, Las manos sobre la ciudad (Le mani sulla città, 1963), es ejemplo de su profunda visión crítica de la corrupción urbanística, una realidad vigente en la mayoría de las ciudades del mundo. La voracidad del poder y el dinero a través de la obra pública con la industria de la construcción, el capital inmobiliario, es una percepción magistral e inigualable. Ese mismo año se publica La especulación inmobiliaria, de Italo Calvino, aunque la fuerza dramática que le imprime Rosi al tema es más profunda y poderosa por la complejidad de las fuerzas económicas y políticas abiertas y soterradas en pugna. Como bien señala Goffredo Fofi: “El vuelco del ’60 –la mayor transformación social de la breve historia de Italia [urbanización violenta, fin del mundo campesino, reordenamiento del poder con la centro [izquierda en el provisorio boom económico]– tendrá sus consecuencias en el cine”. Milagro en Milán [1951], de Vittorio de Sica, cinta emblemática del neorrealismo, tendrá doce años después con Rosi una continuidad muy densa, descarnada e impactante. Las manos sobre la ciudad fue realizada cuando ya la Italia de postguerra prácticamente estaba reconstruida y el peso del capital inmobiliario era muy importante, con una “urbanización salvaje”, dando lugar a “batallas políticas” partidistas y a la complicidad de intereses empresariales y burocráticos para la obtención de ganancias extraordinarias con la edificación habitacional. En 1952, el director Luigi Zampa había realizado Proceso a la ciudad (Processo alla città), adelantando el tema de la relación entre la Camorra y el poder político en la Nápoles de principios del siglo pasado. Es la antesala de la relación entre la mafia y el gobierno, donde la corrupción explica el mundo de los negocios y la política.

Rosi cuenta cómo los promotores inmobiliarios se enriquecen a costa de las necesidades habitacionales de la gente pobre. Una “corrupción urbanística” donde el capital inmobiliario y el poder político sin escrúpulos se estrechan las manos para apropiarse de la ciudad: “En un degradado barrio de Nápoles, un edificio se derrumba a causa de unas cercanas obras de demolición, causando muertos y heridos. El responsable del desastre, el empresario inmobiliario Edoardo Nottola, es investigado, pero sale indemne, aunque inevitablemente comprometido ante el partido de la derecha al que representa como concejal del Ayuntamiento.”

Según Giorgio Conti, “este filme inaugura una nueva forma de hacer cine. Es una abierta denuncia que se eleva al imaginario colectivo y a la memoria histórica. El estilo de Rosi supera el filme-documento o el filme-historia. Es distante pero no distinto de los cánones del neorrealismo italiano. El propio Rosi decía que ‘es no sólo un acercamiento entre cine e historia, sino también un sentido cultural más vasto, es decir, entre la literatura y la historia’”.

La cinta es una verdadera lección de la urbanística burguesa apropiándose de la ciudad con el pretexto de una aparente planificación territorial. Rosi tiene el enorme talento para decirnos lo que verdaderamente acontece dentro de los recintos gubernamentales, donde los concejales o regidores deciden subrepticiamente el gasto público en infraestructura o en la concesión de los contratos de edificación habitacional. Hoy es imposible entender los procesos urbanos, especialmente los metropolitanos, sin la presencia de la corrupción política con sus mecanismos ocultos y aviesos dentro de la lógica de la acumulación capitalista inmobiliaria.

Rosi pone en boca de un mafioso esta frase: “Todo está en nuestras manos.” Las manos del capital sobre la ciudad. Las manos no tan invisibles del mercado en general y del mercado inmobiliario en particular detentan el verdadero poder en las ciudades. El capital es el sujeto social que realmente planifica a la ciudad. Si alguna película ha contribuido a tener una idea cabal sobre la génesis de las políticas urbanas, es precisamente esta obra luminosa de Francesco Rosi.