Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 15 de febrero de 2015 Num: 1041

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Campbell y La era
de la criminalidad

José María Espinasa

El quehacer editorial: adrenalina pura
Edgar Aguilar entrevista
con Noemí Luna García

Batis para neófitos
Fernando Curiel

En el Sábado de
Huberto Batis

Marco Antonio Campos

Recuerdo, Huberto
Bernardo Ruiz

El multifacético
Huberto Batis

Luis Chumacero

Batis y el amor
a la palabra

Mariana Domínguez

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Perfiles
Ricardo Guzmán Wolffer
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Cerati + Blur + Vinyl = Marvin

Como dice Paul Medrano en el prólogo del libro Cerati, siempre seremos prófugos, los puentes entre el pentagrama y las palabras son muy viejos. No obstante, también es cierto que muchos de los más jóvenes músicos del rock y pop de habla castellana actuales exhiben debilidades líricas por la simple falta de lecturas y, dentro de ellas, de lecturas profundas. Algo que no le sucedía a Gustavo Cerati, un tipo interesado en pulir versos tanto como en perfeccionar ejecuciones guitarrísticas o interpretaciones vocales. Fue por ese compromiso con la calidad que su muerte generó un temblor que no acaba de pasar. (No se preocupe la lectora, el lector, que no hablaremos de nuevo del astro argentino; él es sólo un pretexto.)

Como a muchos colegas, a nosotros también nos invitaron a participar en distintas emisiones editoriales, radiofónicas y televisivas a propósito de su fallecimiento. La mayoría de los entrevistadores que nos interpelaron, sin embargo, exigían sentencias breves y cómodas para “entender” su relevancia en la música latinoamericana. Pensando precisamente en esos días, y preparando las palabras con que recientemente participamos en la presentación del mentado volumen (editado por la revista Marvin en su colección Rock para Leer), fue como distinguimos tres rutas básicas para relacionarse con un artista.

La primera: la tipo periodista. Revisando su vida, leyendo biografías, visitando sitios con datos específicos sobre sus esfuerzos, proyectos, triunfos y fracasos. Data fría de obituario. La segunda: la tipo colega o investigador. O sea, estudiando su obra, analizando las armonías de sus composiciones, sus preferencias rítmicas, su lírica y desarrollos melódicos, la manera como ha transformado sus influencias y el tipo de evolución que presenta en cada disco. Costumbre poco desarrollada en músicas populares no tradicionales y que deberíamos trabajar más quienes entendemos de teoría. La tercera: la que más nos gusta, la tipo corazón. La que hace que el oficio de un músico nos acompañe en la vida diaria, sencilla y naturalmente, impregnando con su sonido nuestros amores, alegrías, sufrimientos y más variopintas situaciones imaginativas.

De allí nuestro entusiasmo de que los veinte textos ilustrados de Cerati, siempre seremos prófugos propongan una banda sonora que abandona el ruido de fondo para tomar el proscenio, para ser personaje central, clave y guiño en prosas de muy diversa estirpe. Un recordatorio de la valía de algunas canciones, pero sobre todo de ese mantra de los melómanos de cepa: la vida no es necesariamente mejor con música, pero sí es más significativa.

Y es que la música puede, por ejemplo, salvarnos literalmente el pellejo con su presencia inesperada, como apunta René Lopez Villamar en “Diagrama de flujo para reconstruir a Gustavo Cerati a partir de objetos inanimados de fácil acceso”, texto inaugural del libro. Igualmente puede ser un empujón hacia el abismo, como señala Gabriel Bauducco en “El mareo”; o el escenario de recuerdos dolorosos en las plumas de Gabriela Conde y Marc Dorian; o la radiografía de una voz de barrio que le habla al artista en ciernes, según la imaginación de Juan Carlos Hidalgo; o la visita a Buenos Aires en que Paola Tinoco metió la pata dos veces frente a seguidores del ídolo; o el detonador químico que pueden ocasionar 120 beats por minuto en una ama de casa que se cambia las bragas en su automóvil, como acusa Enrique Blanc desde Guadalajara…

Es imposible comentar aquí todos los textos e ilustraciones de Cerati, siempre seremos prófugos, pero créalo, vale la pena obsequiar su poder conjurador a algún melómano naciente de la familia. Editado con sencillez (según parece gracias al patrocinio de una marca de papas fritas), está claro que es hijo del periodismo por encargo más que del Monte Parnaso. Aun así, su aparición coyuntural y la honesta liviandad que contiene le otorgan eficacia divulgativa para la obra de un cantautor notable cuya locura extrañaremos, y también para nuevas plumas interesadas en aumentar su inspiración. Creemos que los jóvenes que lo lean estarán listos frente a retos más profundos. Eso es de suyo bueno.

Y cabe añadir algo: ya antes, a inicios del año pasado, los de la revista Marvin habían dado un paso en el mismo sentido con el título Blur, amor&paranoia en los 90. Además editaron –simultáneamente al libro de Cerati– otro llamado Casi todo lo que sé acerca del vinyl, de Mauricio Esparza Oteo de Icaza. Ambos lucen pertinentes hoy que la música ha ido transformando sus valores; cuando adquiere nuevos significados en nuestra existencia. Esperamos que su esfuerzo continúe. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.