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Es el genero más conectado con la calle y a los asuntos de la gente

Nacida en el teatro popular, la guaracha es la reina de la cubanía
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Ha acompañado al cubano en diferentes y sucesivas etapas de su historia y es uno de los ritmos preferidos de las casas grabadoras. En la imagen, el cantante Osmaya Casero Copello, del grupo Bembe Ach, posa junto a unas vendedorasFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Domingo 18 de enero de 2015, p. 9

La Habana.

La guaracha es el género de música cubana más conectado con la calle y a lo cotidiano, a los asuntos de la gente, nacida en la escena del teatro popular se nutrió de todo: danza, contradanza, valses, polkas y otras yerbas musicales…

Ha acompañado al cubano a través de las diferentes y sucesivas etapas de su historia, con mayor presencia en determinadas épocas, como en las primeras décadas del siglo XX cuando, incluso, es uno de lo ritmos favoritos de las casas grabadoras.

En sus comienzos es bronca, espontánea en exceso, pero gana poco a poco en acabado, se decanta, se pule cuando ingresa a los retos del disco y las plateas del Martí, Alhambra, Campoamor, Payret y otros teatros de La Habana y, Santiago de Cuba, Camagüey y otras ciudades de la isla.

Gana sin demora

Gana, sin demora, el favor de otros públicos latinoamericanos que la reciben con compañías habaneras de revistas de bufos, al punto que Salón México, en el Distrito Federal, devino una suerte de santuario guarachero. Al igual, en Mérida y Veracruz, la guaracha hace las delicias de las rumberas locales.

Fue, sin duda, en el Teatro Alhambra (Consulado y Virtudes), entre 1900 y 1935, donde el género alcanza su esplendor, su total fisonomía estructural temático-melódicica.

Todas la condiciones estaban dadas: fin de la guerra de indepedencia, normalización del país, establecimiento de la república y de la vida productiva y económica, y los buenos músicos que estaban o que llegan de España.

Otra gran figura del teatro alhambresco fue Adolfo Otero que, caracterizado como gallego junto al negrito Sergio Acebal, acumularon un extenso repertorio de guarachas, como Pum, pam, pum, Pobrecitas las mujeres, Cuidado con el perro, Siembra para comer, El montuno, Camaján y otras que reflejaban el acontecer socio-político de la isla (ley del divorcio, pugnas políticas, el gobierno cubano y las compañías estadunidenses, etcétera)

La nómina es extensa, aunque su más emblemático compositor fue José Antonio Rodríguez, Ñico Saquito, autor de deliciosas piezas que aún mantienen su frescura, como la infaltable María Cristina.

El inquieto Ñico encuentra en la cantante puertorriqueña Myrta Silva a su máxima intérprete, y para ella escribe guarachas que alcanzan enorme popularidad: El golpe de cintura, Esto es lo último y, sobre todo, Camina como chencha la gambá, con las que la boricua triunfa ruidosamente en los estudios de Radio Progreso. Regresó a Cuba durante largas temporadas en La Habana y hasta 1960.

Puntos comunes

El también boricua Daniel Santos triunfó en La Habana alternando el bolero con la guaracha, al punto que hasta hoy es el artista puertorriqueño de renombre más extenso en Latinoamérica, según Cristóbal Díaz Ayala.

Su muy numerosa discografía atesora antológicas guarachas, como Péinate ese crespito, Almorzando, Dime... ¿qué te pongo? y las que quizás sean las más cantadas en Cuba: El ajiaco y El bobo de la yuca.

Con puntos comunes con Ñico Saquito, también fueron famosísimas las guarachas de Julio Cueva, entre otras, Golpe de bibijagua, Defiéndete, Chicharrón de palanca.

La guaracha paródica tuvo en el excéntrico musical Carioca (Gilberto Noroña) a su máximo artífice, desde su debut en el programa radial para aficionados La corte suprema del arte, en 1938, con ocurrentes y graciosas parodias de óperas, tangos y canciones muy conocidas, con su guitarra.

Ese mismo estilo lo transita en el teatro bufo Emilio Ruiz, más conocido como El Chino Wong, actuando por muchos años en el legendario Shanghai (calle Zanja).

Los años de la segunda mitad del siglo XX fueron marco ideal para las voces de Roberto Espí, Roberto Faz y Agustín Robot, respaldados por el excelente Conjunto Casino y aquello de Mi chiquita quiere guarachar (Andrés Díaz) y A romper el coco (Otilio Portal).

En 1956, y con su propio grupo, Faz vuelve al primer plano de la popularidad con las antológicas Píntate los labios María, No quiero complicación, Yo bailo con ella y otras muchas.

Después de triunfar en La Habana con su Mango mangüe y Baila mi guaracha, en 1948, Francisco Fellove sigue en México mezclando guarachas con otros géneros cubanos, mezcla que llamó chua chua.

Una guarachera que se estrena muy temprano en ese género fue Caridad Cuervo (1945–1998), quien legó Mi ruego a Ochún (Mario Michelena), Felipón (Ricardo Díaz), Marineros somos, Más chicha que limoná (José Longarela), En la lata caben más (Ubaldo Castillo).

También llevaron el género a las tablas del teatro popular Arquímedes Pous, Blanca Becerra, Enrique Arredondo, Regino López y otros, mientras en la radio la guaracha fue la gran señora con el trío de Servando Díaz desde 1937.